Contra todo pronóstico, regresé a Reynosa ocho meses después. Los militares me llevaron a ver de cerca los estragos que causó la batalla entre los Zetas y los Golfos en Ciudad Mier, a una hora de Reynosa.

Con cinco camionetas llenas de soldados, uno podía sentirse seguro en aquella frontera sin ley, pero en realidad las cosas no habían cambiado mucho. Uno de los mandos militares me contó que los grupos del crimen organizado aún tenían gran influencia en la ciudad.

“Pedimos un escáner para monitorear frecuencias de radio por donde pasamos”, agregó. “Los malandros creían que ustedes, los periodistas, eran detenidos que habíamos traído del aeropuerto. Al menos eso reportaban los halcones de la mafia a sus superiores”.

De los periodistas secuestrados en Reynosa el año pasado, sólo David Silva ha regresado vivo. De Amancio Cantú, Pedro Argüello, Miguel Domínguez y Guillermo Martínez no se tiene información. La PGR ni siquiera abrió indagatorias tras su desaparición. Tampoco se aclararon las circunstancias en que murió José Rábago Valdez.

Hoy, Reynosa vive una situación hasta cierto punto diferente. Aunque no desaparecieron, las balaceras entre los cárteles son menos frecuentes. Los enfrentamientos entre los Zetas y el Cartel del Golfo se mudaron a otros estados: Veracruz, Nuevo León o Coahuila. En cambio, es más notoria la presencia de soldados y marinos que realizan operativos contra la delincuencia organizada.

Lo que sigue igual es el contenido en los medios de comunicación en Reynosa. Se informa de las fugas de agua, de los baches en las colonias e incluso de la violencia en lugares como Chihuahua o Guerrero, pero no se cuenta cómo, donde y cuándo actúan en esa ciudad las bandas del crimen organizado.

 

El 4 de marzo de 2010 el diario Milenio dio a conocer, de manera discreta, lo que nos había ocurrido. Ni Juan Carlos ni yo quisimos que se publicara una nota con nombres y datos precisos. Estábamos muy asustados. Acordamos que Ciro Gómez Leyva dejara constancia del secuestro, y esto fue lo que escribió en su columna “Historia en Breve”.

Dos reporteros de Milenio: el día que el periodismo murió
“Un reportero y un camarógrafo de Milenio Televisión fueron levantados ayer al mediodía en Reynosa. Llevaban cuatro días como enviados (yo los envié), sus trabajos estuvieron en nuestra pantalla el lunes y martes. Esta vez los sicarios fueron piadosos, los dejaron vivir. Tomaron el primer vuelo de regreso. Charlamos con los dos a las nueve de la noche, en mi oficina. Están también Carlos Marín y Roberto López. Sobrecogedor testimonio. Están lastimados. Deciden que no se sepa más, que no se cuente más, nada más. Acatamos, porque el mensaje de los criminales fue claro: ‘No nos vengan a calentar la plaza’. Cada vez en más regiones de México es imposible hacer periodismo. El periodismo está muerto en Reynosa y un largo etcétera. No tengo nada más que decir…”.

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