Por Martín Rodríguez y Álvaro Montenegro – Plaza Pública.-

Fue considerado el intelectual de la Revolución Sandinista y fungió como su vicepresidente en los años 80, pero después se retiró del partido y de la política partidaria para convertirse en uno de los críticos más contundentes del gobierno de Daniel Ortega. En 2009, fue una de las 17 personalidades convocadas por los expresidentes Henrique Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia) para formar la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia; en la que se generó un documento que sirve de punto de partida para quienes debaten el tema.
Ramírez se dedica a la literatura, a la cátedra universitaria –en varias universidades del mundo- y a escribir columnas de opinión que se reproducen en diarios de toda Iberoamérica. Dirige la revista literaria Carátula y escribe un blog en el Boomeran(g) de Madrid. Estuvo recientemente en Guatemala para dictar la lección inaugural de la Universidad Rafael Landívar.

¿Hace 30 años en algún sueño o vaticinio disparatado usted pudo pensar que Daniel Ortega podría llegara a convertirse algo parecido a Somoza y, en Guatemala, un presidente militar, en un mes de gobierno, propondría la despenalización de las drogas?
La historia es sorpresiva. En la normalidad de la historia de Centroamérica, el caudillismo ha sido un fenómeno que se repite. El caudillo es una figura rural constante en Centroamérica, a pesar de la concepción de modernidad de este siglo XXI. Alguien que se cree imprescindible y que cree que el mundo no podría funcionar si no está sentado en la silla presidencial.
Lo que sí es una verdadera sorpresa es que el presidente (Otto) Pérez Molina proponga la despenalización de las drogas. En una reunión en Colombia con Carlos Fuentes, el presidente Santos y el director del diario El País, se habló de este tema y Santos dijo que él estaba de acuerdo con la despenalización siempre que fuera un acuerdo internacional. Frente a las declaraciones del presidente de Guatemala, las reacciones son negativas por parte de Estados Unidos, que las ven como un horror. Ellos dicen que esto multiplicaría el crimen y yo digo que sería al revés. No nos debemos olvidar de la prohibición de las bebidas alcohólicas en Estados Unidos. Al Capone era hijo de la prohibición. Cuando cesó la prohibición, los asesinatos se terminaron, por lo tanto, la despenalización terminaría con el crimen organizado.
Lo interesante es que el presidente Mauricio Funes dijo que estaba de acuerdo en discutir este tema, así como la presidenta de Costa Rica. Pero esto no se va a dar pronto. La idea de decir “discutamos” viene de los países que son víctimas inocentes del tráfico de drogas. Nuestro punto geográfico como Centroamérica es esencial.

Como centroamericano, ¿podría convocar usted a la Comisión sobre Drogas para acompañar el debate en la región?
Yo no tengo esa autoridad, pero estoy de acuerdo en que debería haber un panel con médicos, especialistas en seguridad, especialistas en alcaloides. Es necesario abrir un foro de discusión sobre este tema, que ha sido un tabú.

El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, tiene una teoría que dice que la gente no se involucra al narcotráfico sólo por el dinero sino por obtener estatus, dignidad, poder. Un pobre que no pertenece a la clase dominante entra a un restaurante y lo tratan mal, pero después, al ser narco, le abren las puertas gustosamente.
Podríamos decir lo mismo de las pandillas. Una persona pobre, sin personalidad, se encuentra reflejada en una secta. Ese ha sido el rol de las sectas: pertenecer. El verdadero problema es el fácil acceso al dinero.

Pero más que el dinero, ¿cree la desigualdad en dignidad sea el motivo por el que florecen tanto los narcos en Centroamérica?
Si siembro maíz y me ofrecen sembrar coca en cualquier lugar de América, y por eso voy a ganar 20 veces más, voy a elegir la coca más allá de la cuestión ética. Es un asunto de la posibilidad del ingreso. La escogencia es natural y esto va llevando a la corrupción porque los policías ganan $200 y les ofrecen $10 mil por hacerse de la vista gorda. Lo que atrae a la gente es el dinero no el prestigio.

Pero algunos que ya tienen dinero y no necesitan más participan. ¿Cómo ve el papel de los bancos?
Ningún negocio produce tanto dinero como la droga. Rompe cualquier parámetro de ganancia. Un kilo de coca que sale procesada de Colombia y llega a Estados Unidos, en cada kilometro que avanza va multiplicando su valor. Es el negocio más rentable que ha existido en la historia de la humanidad, capaz de dejar ganancias considerables por todas las manos que vayan pasando.
Todo el dinero que se gasta en drogas, en Europa y Estados Unidos, a algún lugar tiene que ir a dar. Tiene que ser procesado, lavado, miles de millones que tienen que reinvertirse, en ganado, en edificios, por lo tanto debe pasar por las entidades financieras.

El narcotráfico, entre otras cosas, provoca buena parte de la violencia en el Istmo. Esta semana volvió a quemarse por accidente una cárcel en Honduras como sucedió en dos ocasiones en la década pasada. ¿Cómo lo ve?
Dos cosas. Un sentimiento de frustración de que nuestras raíces sigan siendo tan marginales, tan pobres. No están superpobladas las escuelas, sino las cárceles. Las cárceles de Centro América rebalsan por el triple a su capacidad y se vuelven incontrolables. Se convierten en centros de dirección del tráfico de droga; desde ahí se dirigen asesinatos, secuestros, se crean espacios de reos privilegiados. El sistema carcelario es un reflejo de la gran desigualdad que existe en nuestras sociedades.

Héctor Rosada, sociólogo guatemalteco, describe al sistema carcelario como una máquina trituradora de pobres. Algunas voces en Honduras dijeron que el incendio fue avalado por las autoridades. ¿Le parece que en Honduras se prefiere dejar que se quemen a mantenerlos encarcelados?
Para hacer una afirmación de esas tendría que tener evidencias. Eliminar presos sería una afirmación demasiado temeraria. El sistema judicial es desequilibrado y trae el hacinamiento de las cárceles. Es más fácil capturar a los pequeños que meter a los peces grandes a las cárceles. Hay gente que permanece encerrada porque no tiene recursos para mover sus casos en el sistema judicial.

(El Faro publicó esta semana que los guardias de la cárcel pudieron abrir las celdas para evitar que se quemaran 350 presos y permitirles que salieran a un patio del penal, pero recibieron la orden de no hacerlo).

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