Fotos: Noelia Domenech

Después del mediodía, las personas que caminaban a las corridas por las calles del microcentro porteño frenaron para ver qué pasaba: con la consigna “deuda es violencia”, el colectivo feminista #NiUnaMenos se plantó frente al Banco Central de la Nación y reclamó un freno a la violencia económica. Unas cincuenta manifestantes con ropa negra, simulando ser oficinistas, gritaron “Ni una menos, vivas y desendeudadas nos queremos”. Desde adentro del edificio, algunos simulaban indiferencia y otras, sobre todo mujeres, se asomaban para sacar fotos con sus celulares. Los carteles que llevaba el grupo decían “La deuda es una bomba de tiempo”, “Hago cuentas todo el día”.

“Para defendernos de la violencia machista necesitamos autonomía. No solo tenemos que hacernos cargo de tareas no remuneradas que no están contempladas por el Estado, sino que el Estado se va achicando a medida que aumenta la deuda y nosotras estamos cada vez más desprotegidas”, dijo a Cosecha Roja Marta Dillon, periodista y escritora.

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Después de la acción espontánea caminaron hasta la avenida Corrientes y repartieron panfletos: “El 10 de mayo, cuando estábamos haciendo cuerpo colectivo en la Plaza de Mayo para evidenciar nuestro contrapoder frente a la impunidad de los crímenes del Terrorismo de Estado, el gobierno de la Alianza Cambiemos comprometía la vida de generaciones futuras tomando miles de millones de deuda. El mismo permiso que se tomó la última dictadura cívico militar a fuerza de sangre, de tortura, secuestro, desaparición, exterminio y apropiación de niños y niñas. Los genocidas y su cómplices silenciaban las voces disidentes y usurpando el gobierno tomaban deuda, confiscaban la fuerza de trabajo y de producción al servicio del capital financiero. Y cuando denunciamos la impunidad del genocidio amparada por este gobierno, ¿vuelven a endeudarnos?”

Para Dillon, hay muchas razones para argumentar que la deuda es violencia: “Para tomar deuda el Estado promete flexibilización laboral y convenios de trabajo cada vez más sanguinarios, como este que acaba de firmar UPCN, donde las embarazadas por tomarse licencia de maternidad pierden el premio a la productividad. La deuda es violencia porque reducen los subsidios, porque piden achicamiento del gasto público y un Estado más pequeño desprotege a la mayor parte de nuestra población. Cuando no tenemos autonomía económica, las mujeres estamos mucho más expuestas a la violencia machista. ¿Cómo vamos a salir de los círculos de violencia si no podemos pagar las cuentas? La deuda es sometimiento y violencia”.

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Lucía Cavallero, docente y feminista, dijo que la deuda es una forma de condena presente y a futuro porque precariza las existencias: “Condiciona nuestras vidas porque nos restringe la autonomía y limita nuestras decisiones. Es una violencia que se ejerce directamente sobre nuestra capacidad de organización, sobre nuestro trabajo y nuestra potencia vital”.

¿Por qué la deuda como una prioridad del reclamo feminista?

La violencia de género hacia las mujeres se lee de forma física, sexual, psicológica y económica; y por lo general se combina: así, por ejemplo, la mujer que sufre una violencia física y no tiene un sustento para irse de la casa termina sometida a los antojos del agresor, amenazada y cosificada. Es común que el violento no quiera que la mujer trabaje. O si lo hace, que la obligue a rendir cuentas. Basta con mirar los puestos principales de las empresas para notar que quienes los ocupan son en su mayoría varones: para competir por un mismo lugar las mujeres deben calificar mucho más. Esas desigualdades estructurales están en disputa.

“Nosotras creemos que el feminismo está siendo un actor muy dinámico y transversal, vemos necesario dar cuenta de todas las formas en que nuestras vidas se explotan. Nos parece que la deuda es el mecanismo por excelencia para saquear trabajo y recursos de todos, pero que afecta diferencialmente a las mujeres. Queremos poner en escena el Banco Central como un lugar de denuncia, ya que es donde se definen un montón de políticas que nos afectan cotidianamente y se pretenden abstractas, pero que sin embargo tienen un condicionamiento concreto sobre el cotidiano”, dijo Cavallero.

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Virginia Giannoni del colectivo #NiUnaMenos explicó que la deuda es violencia porque pisotea las posibilidades de una sociedad equitativa: “Siempre cae sobre las espaldas de las mismas personas, porque no está tomada de manera legítima respecto de lo que la gente vota ni lo que espera. Nunca recae sobre la clase que la toma, entonces es como un traspaso ilegítimo de responsabilidades. Hoy, dentro de todos los reclamos que tenemos para hacer, elegimos este porque las mujeres somos las que más pagamos. Y lo hacemos a través de nuestros cuerpos porque laburamos el triple, porque un solo trabajo no alcanza y porque además tenemos que llevar adelante los trabajos de la casa sin que sean reconocidos”.

Cuando el semáforo de la avenida Corrientes se ponía en rojo, las y los feministas se mezclaban entre los autos para repartir más panfletos: “Desde que el Gobierno de la Alianza cambiemos asumió, ingresamos en un nuevo ciclo de endeudamiento, que ronda la cifra de los 77 mil millones de dólares. Esta descomunal toma de deuda se estima llegará al 60% del PBI a fin de 2017. Las mujeres sabemos, lo aprendemos en nuestra vida cotidiana, lo que significa estar endeudadas. Sabemos que las deudas no nos dejan decir no cuando queremos decir no. Y la deuda del Estado siempre termina derramando sujeción sobre nosotras. Y sobre nuestrxs hijxs. Y sobre nuestrxs nietxs. Nos expone a mayores niveles de precarización y a nuevas violencias. Para tomar deuda, el Estado promete planes de flexibilización laboral y reducción del gasto público que afectan de modo diferencial a mujeres. Pero además, somos usuarias, voluntarias o no, del sistema financiero: en los últimos años fuimos bancarizadas compulsivamente, al punto que los subsidios sociales son insumos del sistema financiero”.

Según la activista y doctora en Letras Cecilia Palmeiro, la violencia de género es un problema estructural del capitalismo: “La deuda nos obliga a vivir en condiciones inhumanas, calculando cómo vamos a pagar lo que debemos y así nos corta la independencia, nos hace tomar trabajos que nos explotan y nos disciplina. Queremos mostrar la dimensión financiera de la violencia de género, ya que no es casual que ganemos el 30 por ciento menos que un hombre por la misma tarea y que debamos trabajar tres horas más por día. Nuestros trabajos están invisibilizados: las mujeres somos los pobres del mundo”.