Vamos a prestar un cuerpo.

Seamos esa pierna que va trozada al peritaje.

Seamos ese tatuaje, ese escote, esa risa.

Seamos por unos minutos esas chicas que no son como nosotras.

Seamos esas chicas sin títulos universitarios, sin iglesia, las de los embarazos prematuros, las que apoyan el culo al ritmo del reggaeton, las que trabajan en verdulerías o tiendas que venden remeras y calzas de La Salada.

Juguemos a ser esas chicas de las que nadie espera nada. Las que se llevan matemáticas a marzo, las que no pueden pronunciar el inglés, las que en los colegios son una vacante bienvenida.

 

Juguemos a ser ellas, las del rimmel comprado en un puesto callejero, los pintauñas que duran dos pasadas, las de las tinturas hechas por una amiga a la hora de la siesta.

Juguemos a que ser esa multitud que vive explotada toda la semana por las tareas domésticas, los hijos sin padres por ausencia, las que nunca tuvieron ni tendrán Obra Social, ni se perfumaran con Carolina Herrera.

Juguemos a calzarnos esos jeans que explotan, los escotes con rellenos y puntillas de colores chillones adquiridos en una calle de Liniers, las de la cerveza por el pico, el fernet inaccesible, las de la calentura, las de la resaca de domingo.

Araceli Fulles

Imaginemos que son nuestros padres o amigos o familia los que van a denunciar que no volvimos, porque nosotras viviremos el día a día pero siempre avisamos que vamos a volver, que preparen el mate, que llevamos el pan o unos bizcochos porque somos las de los cuerpos excesivos que sobresalen del pantalón y las remeras mínimas así que no, nosotras no desayunamos cereales, no sabemos de pilates, ni de crossfit: nuestras anatomías no dependen de modas. O nos desbordan la panza y los rollos o somos flacas naturales.

Imaginemos que tenemos sueños y proyectos muy mínimos pero que nos hacen muy bien. Por ejemplo, conocer el mar –Mar del Plata, en lo posible-, casarnos con el Polaco, bailar en Tinelli, que nuestros hijos no lleven siempre nuestro apellido, que nuestros hijos no le digan papá a sus abuelos, trabajar en Griddo, que el bolso de 47 Street de la Salada no evidencie que nuestras visitas al shopping solo son para caminar y comprar un helado de $15.

Imaginemos nuestro ferviente deseo de ser UnaMás, que cuando nos tatuamos nos sintamos por 5 minutos la Cande Tinelli –que se tatua en París o Inglaterra, nosotras en Laferrere o Luis Guillón -pero bueno, ambas tenemos Instagram, y algunas comemos salteado por hambre y otras por el ideal de delgadez pero el resultado es parecido: somos flacas, solo que nosotras somos panzonas.

¡Somos tan parecidas! La Juanita Viale, la hija de Moria, la Celeste Cid y nosotras tenemos hijos de distintos padres, como Pampita andamos mucho de noche con vestidos del tamaño de un pañal, como a la chica Caniggia a veces novios o amantes nos maltratan, como a la Barbie Vélez nos han moretoneado, como todas cambiamos maridos y novios seguido, pero… .alguna diferencia debemos de tener porque a nosotras no nos invitan al programa de Rial ni somos la tapa de la revista Gente ni nos siguen los fotógrafos pero en lo básico, en lo calentonas, en lo de tener muchos hijos, en beber de más, en ponerle poca tela a nuestros cuerpos, en cambiar cada tanto de pareja, en eso somos parecidas, casi iguales.

A dos días del femicidio de Araceli la mayoría de las opiniones iban en función del recorte: no salir, en caso de hacerlo llevar ropa lo menos llamativa posible, no caminar por calles oscuras, no subir fotos que puedan llamar la atención, no hablar con desconocidos.

No es un dato menor que la mayoría de femicidios los cometan allegados a las víctimas, pero no importa: renunciemos pues a la amistad, la vida sexual, el levante en un baile o lo que fuera. Porque al final…somos nosotras las culpables!

Igual, inconscientemente, la revictimización de nuestras muertas es sutil: Araceli fumaba Paco, Micaela García salía sola, Lucía fumaba porro, Antonella se había “metido” con un hombre casado, y así al infinito.

Un poco lo que nos dicen es: “Si no hacen tal cosa, entonces tienen menos probabilidades de terminar en una zanja”.

Hay que pensar estrategias como colectivo: no solo nos están masacrando, además nos toman por boludas.