Eduardo Enrique Riuli es uno de los cuatro policías detenidos por el secuestro de un militante del PRT, su esposa embarazada y su hijo, de 14 años, en 1980. Integró el D2. Varias víctimas lo reconocieron como uno de los torturadores de ese departamento. Por esta causa también fueron detenidos los comisarios Fernando Mendoza y Ángel Córdoba y el sargento Rubén Oscar Insaurralde.

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Su tono de voz es conocido en Laguna Paiva. En la década del 70′ animaba bailes y, desde hace unos años, se lo puede escuchar en los programas “La nota del día” y “La mañana y nosotras”, que conducen sus hijas en FM Aura 95.1. También se lo puede ver por el canal de cable de esa localidad, donde desde hace 9 años está al frente de la edición televisiva de “La nota del día”. Su participación en los medios se interrumpió la semana pasada. Riuli fue uno de los cuatro ex policías detenidos por el secuestro de Catalino Páez, referente del Partido Revolucionario de los Trabajadores, su esposa Juana Tomasa Medina, que estaba embarazada, y Mario Ángel Páez, el hijo de ambos, de 14 años.

Ese tono de voz, que hasta hace unos días se escuchó en la emisora paivense, y sus características físicas, fueron las que les permitieron a algunos de los detenidos identificarlo como uno de los más activos a la hora de las torturas. También “cayeron” Fernando Mendoza, Ángel Córdoba y Rubén Insaurralde. En las próximas horas podrían concretarse más detenciones.

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Los hechos

La denuncia se inició en 2014 a través del entonces Secretario de Derechos Humanos de la provincia, Horacio Coutaz. El equipo de apoyatura de ese organismo, dirigido por la abogada Alejandra Romero Niklison, elevó una serie de pruebas al fiscal federal Walter Rodríguez, quien promovió la acción penal en abril de 2015. Hace dos meses, el fiscal que quedó al frente de la investigación, Martín Suárez Faisal, solicitó la detención de ocho personas. Recién dos meses después el juez federal Reinaldo Rodríguez dio lugar al pedido y se concretaron, hasta el momento, la mitad.

Según el expediente judicial, la mayoría de las víctimas trabajaban en el Frigorífico Nelson. Allí habían conformado la agrupación sindical “La Lucha”, una ramificación del PRT. Otras dos de las víctimas se desempeñaban en los ferrocarriles de Laguna Paiva y Villa Constitución, como integrantes del FAS (Frente Antimperialista por el Socialismo).

Mario Páez tenía 14 años el 15 de febrero de 1980. Su padre, Arnaldo Catalino, se había ido de Laguna Paiva en 1976, tras el golpe. Se radicó en San Salvador, Entre Ríos, y luego en San Pedro, Santa Fe. A fines de 1979 consiguió trabajo en una fábrica de ladrillos en Lima, provincia de Buenos Aires, donde se trasladó con su familia. Ese día Arnaldo estaba enfermo y había ido a comprar medicamentos a Zárate. Un grupo de uniformados ingresó al domicilio y se llevó a Mario y a su mamá, Juana, que estaba embaradaza. En la casa dejaron, solos, a los hijos más chicos de la pareja. Cuando regresó de Zárate, Arnaldo fue detenido inmediatamente al descender del ómnibus.

Los subieron a un camión y luego a un Falcon. En Santa Fe, los trasladaron al D2, ubicado en Obispo Gelabert y San Martín. “Pude escuchar cómo golpeaban a la gente en la madrugada, cómo los torturaban. A mí me hacían limpiar el edificio, mi función era barrer”, contó Mario.

Una noche, desde su celda, pudo ver la sala de al lado. “En una mesa chica, pusieron una máquina de escribir. La trajeron a mi mamá. Era la primera vez que la veía desde el secuestro. Estaba esposada y vendada, con un embarazo avanzado. La sentaron en el piso. Riuli la interrogó y le pegó patadas en la panza”, relató. Tras la paliza, la hicieron ingresar a la celda, donde pasó la noche.

Días después, lo hicieron presenciar las torturas a su padre. “Estaba piel y hueso, lastimado de golpes, con los ojos hinchados. Me decían «mirá como está tu papá, contanos algo de lo que hace así no te pasa lo mismo». Estaban el Jefe, un señor canoso de baja estatura y Riuli. Cuando torturaban a mi papá ponían de fondo una canción de Palito Ortega. Siempre que ponían esa canción a todo volumen estaban torturando a alguien”, dijo.

A fines de marzo de 1980 reconoció a Riuli otra vez. Fue el que lo sacó de la celda para informarle que su mamá lo iba a buscar. Los llevaron a la Guardia de Infantería Reforzada, donde los recibió Juan Calixto Perizzotti. Allí firmaron un papel donde constaba que los dejaban en libertad.

Arnaldo Páez también reconoció a Riuli como uno de los integrantes del D2. Cuando declaró, contó que “a él ya lo conocía de Paiva”. El día que lo detuvieron, sostuvo que “la parrilla estaba lista, estaba preparada, una camilla que era de fierro, toda tejida de alambre, y me estaquearon, me pusieron un cable, un alambre, cosa que la corriente pase”.

Cinco detenidos también identificaron a Riuli. Uno de ellos sostuvo que “una vez lo escuché, le conocí la voz porque animaba bailes en Paiva, incluso hoy tiene programas radiales y de televisión, tiene una voz particular, gruesa”. “A Riuli le reconozco la voz, porque en Paiva hace radio y televisión”, aportó otro, en el mismo sentido. “En el Servicio de Inteligencia en el que me detuvieron lo reconocí al Flaco Riuli, porque era de Paiva”, apuntó un tercero. “Me encapucharon, me subieron a un auto y me llevaron al D2. En esa misma oficina entró Riuli, a quien yo conocía de chico, de Paiva. Me miró y pasó de largo”, señaló un cuarto. Otro de los testigos aseguró que, tras ser torturado, fue llevado a una habitación “donde estaba Riuli con una máquina de escribir, luego fue comisario de Paiva, hoy jubilado, pero yo lo conocía de antes”.

Al secuestro de la familia Páez les siguieron otros ocho, en las semanas posteriores: Daniel Emilio Acosta, Roberto Manuel Soria, Ricardo Nicolás Galván, Juan Carlos Oliver, Hugo Alberto Silva, Juan Carlos Sánchez, Pedro Pablo Moncagatta y Anselmo Miranda. Las constancias de sus detenciones ilegales forman parte también de la causa.

En silencio

Tras su detención, Riuli se negó a declarar y fue trasladado al pabellón de represores de la cárcel de Las Flores. En su legajo personal consta que cumplió funciones en el Departamento de Informaciones “D2” entre el 26 de febrero de 1979 y el 1ro de enero de 1992, “desempeñándose al momento de los hechos en el cargo de Oficial Ayudante”.

Su nombre ya había aparecido en una lista de “Represores y Colaboradores de la Dictadura Militar” que el “Foro contra la Impunidad y por la Justicia” había hecho pública en 1997. Allí puede leerse el nombre de “Oficial Riuli” debajo de “Personal de la Policía Provincial identificados como autores de secuestros, torturas y homicidios”. Está debajo de “Oficial Colombini: alias El Pollo” y arriba de un “Sargento Izurralde”, que podría tratarse de Insaurralde, quien también fue detenido en esta causa, ya que en ese momento ostentaba ese grado policial.

En democracia, Riuli afianzó su relación con el ex intendente -ya fallecido- de Laguna Paiva, Ricardo Gudiño. En una auditoría que la gestión de Norberto Trossero realizó en 2004, ante la presunción de irregularidades cometidas por su predecesor en el cargo, se detectó que Gudiño había realizado “quitas de impuestos” a determinados deudores. Uno de ellos fue Riuli, a quien se le “perdonó” el 63,46% de la deuda, con una particularidad: de los $16.454,41 que debía, pagó $1401,32 en efectivo y $4.611,79 entregando “equipos de música, de los que no se ha podido verificar su ingreso al patrimonio formal del municipio”, según consta en la auditoría.

Los otros detenidos

A Fernando Sebastián Mendoza se lo acusa de haber intervenido en las privaciones ilegítimas de la libertad y torturas padecidas por Pedro Pablo Moncagatta, Daniel Emilio Acosta, Juan Carlos Olivera, Juan Carlos Sánchez y Hugo Alberto Silva. Fue Jefe de la Comisaría de Laguna Paiva entre 1978 y 1984, con el cargo de Subcomisario desde 1979.

Ángel Roberto Córdoba fue Jefe de la Seccional Primera de Santa Fe entre enero y mayo de 1980, con el grado de Comisario Inspector desde 1980. Debe responder por las privaciones ilegítimas de la libertad y las torturas sufridas por Juan Anselmo Miranda y Hugo Alberto Silva.

Por último, Rubén Oscar Insaurralde intervino en la privación ilegítima de la libertad y torturas sufridas por Daniel Emilio Acosta y las torturas padecidas por Juan Anselmo Miranda. Prestó funciones en el D2 entre 1979 y 1985, siendo Sargento al momento de los hechos.