“Abuelita, vení. Llamá a una ambulancia. El Daniel mató a mi mamá. Están todos muertos”. La voz del niño en el teléfono era confusa. El padre de su hermanita había matado a su familia. B., de 8 años, había logrado escapar y esconderse junto a su perro en el baúl de un auto. Cuando el silencio se hizo prolongado salió y llamó a la abuela: algunas versiones dicen que estuvo una hora encerrado. Otras, que fueron cinco.
Cuando salió, toda la familia estaba tendida en el piso. La madre, Claudia Lorena Arias, la tía Marta Susana Ortiz , y la bisabuela Silda Vicenta Díaz estaban muertas. Sus hermanos Lucas, de 11 años, y Mía, de 10 meses, estaban malheridos. El asesino había sido Daniel Gonzalo Zalazar, de 30 años, instructor de artes marciales y padre de su hermanita. Los peritos creen que el hombre utilizó sus conocimientos de taekwondo para reducirlas. Primero atacó a Claudia a puñaladas en el cuello. Luego fue contra Susana, que intentó frenarlo. Zalazar no le dio oportunidad: la golpeó en la cara, la apuñaló y la dejó tirada. Doña Ñata, la abuela de Claudia, tenía 90 años. El asesino la degolló en la cama.
Más tarde atacó a la bebé y al nene de 11 años, que recibió varias puñaladas. Ambos están en terapia intensiva, con pronóstico muy reservado. A la bebé, que tenía un corte en el cuello, tuvieron que hacerle transfusiones de sangre y el nene estuvo varias horas en la mesa de operaciones: los cuchillazos le dañaron el estómago y el hígado. El niño también tiene heridas en las manos. Los médicos dicen que intentó defenderse. Los rastros en el lugar, dicen los peritos, indican que el asesino buscó a B. Y que antes de irse intentó incendiar el lugar: abrió la llave del gas y dejó una vela prendida.
El llamado que alertó a la policía lo hizo la abuela de B. desde La Heras a las 8:30 de la mañana del domingo. Los vecinos del barrio salieron cuando empezaron a sonar las sirenas. El único sobreviviente estaba sentado en la vereda, al lado de su perro.
A las 9:30, mientras B. respondía preguntas de los peritos, el asesino se presentaba en el Hospital Central. Los golpes le habían cortado los tendones del brazo derecho. Para no llamar la atención evitó la guardia: subió un piso y entró directamente a los consultorios. Dijo que lo habían lastimado durante un robo. Los médicos no le creyeron y avisaron a la policía, que ya lo estaba buscando. Desde su celda, mientras el triple femicidio ya conmovía al país, Zalazar insistía en mantener esa versión. Más tarde -aunque no de forma oficial- dijo que “lo habían hecho sacar”, y que por eso las había matado.
El miércoles, Claudia y Marta habían participado de la marcha de #NiUnaMenos en Mendoza, junto con sus compañeras de la empresa Aguas Mendocinas. Susana trabajaba ahí desde hacía 20 años. Claudia era empleada de la empresa de limpieza del mismo lugar. Ayer, los compañeros de ambas se reunieron para prender velas y pedir justicia.
“A todos nos arrebataron algo, como lamentablemente nos vienen arrebatando en los últimos tiempos”, dijeron en un comunicado. “Es hora de que todos hagamos algo, por Susana, por Claudia, por su mamá, y por todas aquellas personas, mujeres y hombres a los cuales les arrebataron lo más importante que puede tener un ser, la vida. Todos podemos hacer algo y ser parte del cambio, todos podemos colaborar desde los hogares, desde las escuelas y desde el trabajo. Todos podemos hacer algo, todos podemos declararnos en contra de la violencia. Basta de ser observadores y tibios”,
Hoy, anunciaron, se volverán a concentrar en todas las plazas de ciudad.
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