notemueraspormiCosecha Roja.-

Como no atendés el teléfono, llama a tus amigas en la madrugada. Aparece en el bar de la facultad en el que estás reunida con tus compañeros o a la salida del trabajo. Le dice a tu mamá que te extraña y te manda mensajes de amor aunque ya le dijiste que no.

Un panadero de Misiones se obsesionó con una adolescente de 14 años: quería que se fuera a vivir con él. Como ella se negó, la mató a golpes. El acosador de Madonna amenazó con hacerle un corte “de oreja a oreja” si no se casaba con él. El sábado Gabriela Parra aceptó tomar un café con Bajeneta para decirle que no. No eran pareja y él estaba obsesionado. Gabriela le pidió a un amigo que la esperara cerca porque tenía miedo y le dijo al mozo que quería una mesa al lado del ventanal, a la vista de todos. Cuando la cita terminó, él la mató a cuchillazos. “En la mayoría de los femicidios el varón agresor está obsesionado: terminan matando con tal de que la mujer no pueda continuar con ningún proyecto de vida”, dijo a Cosecha Roja Ada Beatriz Rico, cofundadora de la Asociación Civil La Casa del Encuentro.

Según explicó a Cosecha Roja laperfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza, existen dos tipologías distintas de acechador (stalker). Por un lado, aquel que se rehúsa a aceptar que la relación que se terminó. “Le es imposible e inconcebible cortar el vínculo y precisa ejercer el dominio de la víctima a través del acecho y el castigo psicológico”, dijo Quiñones. Distinto es el perfil de quien “nunca tuvo una relación con esa persona pero construye un vínculo amoroso en su cabeza”. Cuando lo confronta con la realidad no puede tolerar la frustración.

A la cantante mexicana Selena la asesinó la presidenta de su club de fans (Yolanda Saldívar) el 31 de marzo de 1995 en el hotel Days Inn de Corpus Christi. “La mató porque no quiso ser su novia”, contó Quiñones. Ricardo López, el fanático uruguayo de Björk, le enviaba cartas de amor y no recibía respuesta. Entonces planeó asesinarla: filmó 20 videos en donde se lo ve construyendo una “bomba de ácido sulfúrico” y dejó grabado su propio suicidio. La seguridad de la cantante islandesa interceptó el encargo. “La obsesión, por lo general, está asociada a un grave trastorno de personalidad que puede rozar la psicosis. Son personas que van imaginando en su cabeza una relación que no existe y que después no toleran el rechazo”, dijo Quiñones.

No lo conocés y te manda el link de un restaurante y un texto: “Este es el lugar en donde nos vamos a tomar nuestro primer vino”.

El 15 de abril, Mauro Bongiovanni asesinó a María Eugenia Lanzetti en la puerta del jardín maternal de Córdoba en el que trabajaba. Hacía un año que estaban separados y ella lo había denunciado por amenazas y violencia de género. Una amiga de la maestra jardinera contó a los medios que él la acosaba continuamente: “Dos veces entró a su casa violentando la puerta y con armas de fuego”, contó a Télam. Para Quiñones “el acechador necesita sostener el vínculo, dominar al otro, perturbar su tranquilidad psicológica. Tienen una distorsión: hasta un “no” puede ser interpretado como un signo de amor o una posibilidad”.

Te dejó seis llamadas perdidas. Quince mensajes de WhatsApp. Y un mensaje de Facebook.

Para Rico, la raíz de la obsesión es siempre la misma: el deseo de poseer. “Toman a la mujer no como persona sino como un objeto de pertenencia”. El 4 de abril Laura Vázquez iba en la camioneta de su novio, Alejandro Báez. “No me deja bajar, no me quiere soltar”, le dijo a su hermana en el último llamado que hizo. Esa misma noche un turista alertó a los bomberos: la Mercedes Benz Sprinter en la que viajaban estaba hundida en el lago Lácar, en San Martín de los Andes. A Laura la encontraron sin vida en la costa de la playa entre las rocas y a él, cinco días después. Hoy el fiscal de Instrucción Maximiliano Bagnat cerró la causa porque, aunque comprobó que el hombre hizo caer la camioneta intencionalmente, al morir se extinguió la acción penal.

Te revisa el Facebook y el mail. Mira a quién le diste “me gusta” en una foto y te reclama. Se queda con el crédito de lo que vos hacés, te copia y lo oculta.

“La obsesión llega a tal punto que, en muchos casos, los femicidas asesinan a los hijos para vengarse y hacer que las mujeres se sientan culpables”, dijo Rico. De los 277 de casos de femicidio que se registraron, en 166 los agresores eran parejas, ex o los mismos padres. La violencia de género afecta a toda la familia: el año pasado 330 hijos e hijas quedaron sin mamá, más de la mitad eran niños, niñas y adolescentes. Los chicos también son una herramienta para controlar a la mujer, el castigo es sacarle lo que más quiere. “De esa manera sigue poseyéndola, ella nunca va a olvidar por qué murieron esas criaturas. En todos los casos se nota la obsesión del varón hacia la mujer. Si no, no existiría el femicidio”, dijo Rico.

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