Alejandra cartagenaPaloma Robles – Cosecha Roja.-

Alejandra Cartagena todavía recuerda el día en que se ilusionó con reencontrarse con su mamá. Fue un sábado de marzo del 2014. Era medio día. Le tocaron a la puerta de su casa agentes de la Procuraduría General de la República. Sin introducción le dijeron:

-Encontramos más cuerpos y queremos hacerle una toma de ADN para comprobar si alguno de ellos es el su madre.

Del otro lado de la puerta las preguntas y las emociones sacudían la mente de Alejandra. ¿Más cuerpos? ¿Una prueba de ADN? ¿Quién la ordenó? ¿Así es el procedimiento? ¿Por qué hasta ahora? ¿Por fin será mi mamá?

La última vez que Alejandra vio a su madre fue el 5 de enero del 1978, tenía apenas seis meses cuando Leticia Galarza la dejó encargada con su compañero de lucha Manuel Cartagena Saracho. Prometió volver en unos días, pero nunca más se supo de ella. La niña quedó en a resguardo total de Manuel y la nombraron Alejandra Cartagena López.

Leticia y su pareja, David Jiménez ‘El chano’, pertenecieron a la Liga comunista 23 de septiembre, un grupo guerrillero urbano que tomó relevancia en la década del 70 y que fue violentamente eliminado por el Estado mexicano.

A los 14 años Alejandra se enteró de que la familia en la que vivía no era la suya y desde entonces buscó a sus padres biológicos que solo conoce por fotografías a blanco y negro. Así encontró a su abuela materna y juntas emprendieron un tortuoso viaje burocrático a fin de encontrar a Leticia.

La abuela le contó que días después de que Alejandra fuera llevada a casa de los Cartagena, ella fue secuestra por el ejército junto con tres niños a su cargo, dos hijos y un nieto de no más de 7 años. Los tuvieron retenidos en el Campo Militar 1º. Los separaron. La abuela permaneció un año en cautiverio.

A los cinco meses del plagio los militares liberaron a los niños en la frontera de Tijuana. “Querían que se perdieran, es un episodio del que nadie habla en la familia”, contó Alejandra a Cosecha Roja. Los niños lograron volver a casa tras ser reconocidos por un familiar lejano.

No existen cifras claras sobre el número de desaparecidos en el periodo que se denominó “la guerra sucia”, en donde el Estado persiguió hasta eliminar todo rastro de disidencia comunista entre ellos los familiares de Cartagena.

¿Pero cómo reactivar la búsqueda cuando no existe un reconocimiento del Estado de que se vivió un periodo de terror con visos de dictadura militar?

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Alejandra Cartagena no solo heredó los rasgos de su madre biológica. Es morena, cara redonda, ojos pequeños y cabellos negros sedosos. También es activista y milita en una red feminista en México donde ha acompañado a decenas de mujeres que buscan a sus familiares víctimas de violencia -femicidio en la mayoría de los casos-.

Habla sin pausas cuando un tema la apasiona, siempre tiene mil pendientes por hacer, pero cuando se trata de relatar su propia historia se toma su tiempo. Reconoce que ella, con sus cuatro apellidos, tiene muy claro quien es. Sus dos hijos -a los que involucra en cada manifestación y protesta en las que participa- saben lo que pasó 36 años atrás.

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El único documento que tiene de su mamá es del 18 de febrero de 1978. El papel registró el ingreso de Leticia Galarza al campo militar primero, el mismo en el que estaba secuestrada la abuela. El documento fue firmado por Miguel Nazar Haro, en aquel entonces titular de Dirección Federal de Seguridad, una oficina dependiente de la Secretaría de Gobernación y encargada de la razia a los guerrilleros comunistas.

Su padre biológico, David Jiménez Sarmiento fue líder de “la brigada roja”, el brazo armado de la Liga 23 de septiembre. Murió en la operación de secuestro de Margarita López Portillo, hermana del expresidente José Lopez Portillo.

Esa operación formaba parte de una estrategia de intercambio que buscaba la liberación de los presos políticos de la cárcel de Lecumberri. Entre ellos se encontraba el padre y hermano de David Sarmiento. Pero el intercambio no ocurrió y el líder guerrillero fue acribillado en plena vía pública.

El trato a los hijos y familiares de los desaparecidos es siempre “despótico”, dijo Cartagena.  Cada vez que va al Archivo Público de la Nación es recibida con hostilidad. “Ella es la hija del tipo este, el secuestrador comunista”, le dicen los guardias.

“La autoridad es omisa, negligente, no tiene protocolos precisos y creíbles. Lo del ADN fue una burla. ¿Cómo se les ocurre que yo les iba a dar algo así para que ellos lo pasearan por donde quiera? (…) La insensibilidad de la autoridad fue muy cabrona, imagínate que sino hago lo que ellos quieren no soy la hija, eso es criminalizar a vivos y muertos”, dijo la activista.

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Cartagena decidió no seguir con el juego de la PGR por razones de seguridad. Reconoce que sentía curiosidad de saber si de verdad que se trataba de la mamá, el papá, el abuelo o el tío. Todos desaparecidos por el Estado en la década del 70.

“Fue muy fuerte la noticia, me motivó muchas cosas, soy abogada yo sé de que se trata esto, yo he acompañado a muchas familias de desaparecidos. Pero cuando el caso es el tuyo, las cosas cambian, necesité apoyo psicológico”, contó Cartagena.

Para la activista el Estado es el responsable de las desapariciones de las décadas del 60 y 70. Ahora los familiares de los desaparecidos en la guerra contra el narcotráfico no tienen un responsable visible: “No hay indicios sobre quién los desapareció ni porqué”.

En la mayoría de los casos los desaparecidos son acusados de haber pertenecido a la delincuencia organizada.

A pesar de que existe una Ley de general de Víctimas bien hecha, “no se aplica y no se sabe dónde están los desaparecidos- explicó Cartagena-. Pero sobre todo no se conoce la verdad y al paso que vamos, nos va a tocar a todos”.

“Los madres y padres que buscan sus hijos no tienen claro contra quien van, contra quién protegerse. A diferencia de los 70 la situación actual en México es mucho más violenta y se corre el riesgo de perder la identidad de mucha gente”.