cavó su propia fosa

Ignacio Carvajal – SinEmbargo/Blog Expediente.-

Juancho es un obrero que hace unas horas hizo sus últimas oraciones, se arrepintió de todos sus pecados y de los errores de la vida. Estaba resignado. Varios sicarios lo tenían al bordo de una fosa clandestina que él mismo cavó, en un predio de la localidad de Barrillas.

Pero la oportuna llegada de las autoridades, como milagro, le regresaron el aliento. Los sicarios se dieron a la fuga cuando notaron a la policía y Juancho, y su amigo Pedro, fueron rescatados de ser decapitados.

“Nos dijeron que le haríamos compañía a otros, que cuando menos había cien personas enterradas en donde nos iban a meter a nosotros, que ellos las habían matado”, dijo Juancho ayer martes a las autoridades durante sus primeras declaraciones ante la Agencia Quinta del Ministerio Público de Coatzacoalcos. El mismo día, siguiendo esas pistas, peritos exhumaron a tres hombres decapitados en el predio donde rescataron a Juancho y a Pedro.

Las autoridades en Coatzacoalcos, ciudad ubicada a 600 kilómetros del Distrito Federal, no lo han informado de manera oficial, pero un policía, a reserva de anonimato, dijo que “se extrajeron los cuerpos de tres hombres y no tenían cabeza, los encontraron semi enterrados en las Barrillas”.

La fuente también dijo que, antes de exhumar los decapitados, tuvieron que presentarse a las cuatro de la madrugada del martes a una vivienda asentada sobre el derecho de vía, en la colonia Francisco Villa, ante el reporte del asesinato de los tres miembros de una familia.

Es decir, con seis víctimas producto de la operación de grupos criminales, es como inicia su periodos para el sur de Veracruz el nuevo Fiscal, Luis Ángel Bravo Contreras. Tres decapitados y tres asesinados a machetazos, una madre y sus dos hijos, en la tierra de la esposa de la Primera Dama, Karime Macías de Duarte, en el feudo del suegro más popular de  Veracruz en los tiempos del duartismo: Tony Macías.

Los dos obreros rescatados por las autoridades en Barrillas no pueden creer haber salido ilesos. Juancho es el que más lastimado se muestra. Se encuentra declarando ante una secretaria en la Agencia del MP quinta. Han pasado más de seis horas desde que fue devuelto a la vida y ahora trata de hilar ideas, recordar rostros o voces.

Un oficial le muestra una imagen: es sospechoso entrecano, de frente amplia y sonrisa distinguida. “No lo conozco, no sé quien es, no conocí a nadie en el lugar en donde me tuvieron. Todo el tiempo nos tuvieron con la cara tapada. Eran muchas voces”, cuenta.

“Me duele mucho el cuerpo, nos dieron de batazos y nos madrearon mucho”, relata el hombre que dice ser obrero del área petroquímica. Viste de negro, anda sucio, con restos de arena en el cuerpo y ropa. No trae zapatos, los delincuentes se los despojaron.

Pasan los minutos, las horas, el hombre no regresa en sí. Uno por la golpiza que recibió y otra porque ahora teme que regresen por él y lo devuelvan a la fosa que lo obligaron a cavar.

“Nos decían que allí había muchos muertos, más de 100, que les haríamos compañía seguramente”, relató en medio de gimoteos y dolores en el cuerpo.

El pecado de los dos supervivientes: haber reñido con un grupo de desconocidos durante su última parranda en un bar del puerto de Coatzacoalcos. El alcohol los hizo sentirse valientes, fanfarrones y desafiaron  a las personas equivocadas. No los dejaron ni si quiera irse del bar, cuando ya los tenían a bordo de unidades automotrices en donde los fueron golpeando hasta el cansancio antes de depositarlos en un arenal de Las Barrillas, donde fueron sometidos a más golpes y vejaciones.

El lugar en donde les libraron de la muerte, es una amplia zona de arena, médanos y playa, ubicada en la nueva zona de desarrollo inmobiliario de Coatzacoalcos, y que se ubica a unos 30 minutos de la zona centro y a unos 20 el aeropuerto de Canticas

En los primeros trabajos de búsqueda, los peritos de la fiscalía veracruzana dieron con tres víctimas a las que se les cortó la cabeza. Estaban semienterrados entre los arenales, en pleno proceso de descomposición. Las personas rescatadas insistieron en las confesiones de sus captores antes de ser echados a correr por la policía: En ese sitio hay más de 100 víctimas y por eso este miércoles se retomarían los trabajos de búsqueda de más cuerpos.

En 2014, la Procuraduría General de la República (PGR) informó que en ocho años habían encontrado 400 fosas clandestinas de las cuales habían exhumado más de 4 mil víctimas. En ese informe detallaron que Veracruz figuraba entre los estados con mayor número de entierros de este sitio, empleados por la delincuencia organizada para esconder sus ejecutados.

NO ESCAPARON

Adriana Cruz Recaló de 52 años, Jesús Hernández de 30 años y el menor Luis David M, fueron las primeras víctimas en caer en la plancha fría del Forense en Cotzacoalcos durante el martes sangriento.

A los tres los masacraron a machetazos en su humilde vivienda de la colonia Francisco Villa, cerca de las vías del ferrocarril, en donde viven los desprotegidos, los que no tienen para la renta, los victimizados y criminalizados.

La casa donde se dieron estos hechos, también operaba como una suerte de templo a la Santa Muerte. En esa vivienda asentada sobre los derechos de vía del ferrocarril, encontraron más de 120 imágenes de la muerte, y en uno de los altares, una foto de Nathanael Fernández Alcántara, uno de los cinco jóvenes que el Mando Único, presuntamente, levantó y desapareció en septiembre pasado; de los cinco chicos, solo Nathanael Fernández fue encontrados sin vida, y ahora reaparece, en fotos, en esta escena sórdida.

En medio de la sala hay grandes coagulosos de sangre. Está fresca y desprende su olor característico. “Eran una familia muy rara, casi no salían, y si lo hacían, solo era para ir a comprar cosas y siempre se encerraban”, cuenta uno de los vecinos de la vivienda sin número y que fue escenario de la masacre en Coatzacoalcos.

“A veces me compraban sopas o algunas cosas, pero últimamente nada, traían toda su despensa los fines de semana y no se les veía mucho”, agrega el vendedor de abarrotes de la zona.

A juzgar de los visto en la escena, tal vez  presentían lo que se venía, pues en el mismo lugar aparecieron emboltorios de ropa lista para partir. Pantalones, caachuchas, playera, blusas, etc. Estaban dispersas en la en el el patio y en el dormitorio, confundidas con los manchones de sangre.

Foto: Ignacio Carvajal