Balbina Flores Martinez – Revista Zócalo.-

El exilio de periodistas es un fenómeno que inició en el sexenio de Calderón, como última alternativa para salvar la vida. En estos años, cerca de una decena ha buscado refugio en países como Estados Unidos, Canadá y España. Ante las amenazas de muerte que recibieron y la incapacidad del Estado de protegerlos, el exilio ha sido una decisión dolorosa, pero mejor a perder la vida, según reconocen muchos de ellos. Aunque sus angustias no terminan al cruzar la frontera, pues han tenido que enfrentar la cárcel, maltrato, desempleo y largos procesos ante los tribunales migratorios en EU, hasta demostrar que son perseguidos políticos en su país. Dos casos hoy esperan ser aceptados con tal estatuto: Emilio Gutiérrez de El Diario del Noroeste y Ricardo Chávez Aldana, de Radio Cañón. Ambos originarios de Chihuahua, por lo prontocuentan ya con una visa humanitaria.
Via telefónica Zócalo conversó con varios periodistas que ahora radican en Estados Unidos:
•Emilio Gutiérrez, corresponsal de El Diario del Noroeste, en Ascensión, Chihuahua; exiliado en El Paso, Texas, 16 de junio de 2008. Él y su hijo menor, tuvieron que salir de México ante la amenaza de que el Ejército mexicano pudiera asesinarlo. El temor a perder la vida y dejar a su hijo en la
orfandad lo obligó a tomar esta medida extrema. Esto es lo que narra a Zócalo desde El Paso, Texas:
“En 2005, el general Alfonso García Vega amenazó con asesinarme en caso de que siguiera publicando notas que presuntamente agredían a las fuerzas armadas. Lo seguí haciendo, pero el 16 de mayo de 2008, con el pretexto del operativo conjunto Chihuahua, allanaron mi casa, la destruyeron”, y luego allí recibió una nueva amenaza.
El 14 de mayo de 2008, Emilio se enteró, por un amigo, que se había fraguado un plan para asesinarlo. “Ese mismo día noté vigilancia en mi domicilio, me di cuenta que estaba siendo perseguido por personas que tenían el tinte de militares. No lo pensé más, tomé a mi hijo menor, nos escondimos y la mañana del 16 de junio cruzamos la frontera”.
Al cruzar, relata Emilio a Zócalo, “le dije a los de migración que solicitaba asilo a Estados Unidos porque los militares querían matarme. Me llevaron a un cuartito, me interrogaron y luego me llevaron a un centro de detención. Pasé siete meses y medio en un lugar que parece un campo de concentración por la forma como vigilan y tratan a los internos; mi hijo fue llevado a un centro para menores”.

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