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Cosecha Roja.-

Ninguna de las más de treinta denuncias que hizo Laura Videla alcanzaron para que la Justicia detenga a su agresor. El papá de sus cinco hijos le pegó durante 20 años y abusó de ella; una vez llevó a tres amigos para que la violen en una furgoneta. Cuando se iba le cerraba la puerta con llave para que no se escapara. Pese a todo él no está encerrado y ella sí: no puede salir ni a tomar aire del refugio de mujeres. A mitad de agosto cuando ella ya estaba escondida él fue a la casa en la que solían vivir y dejó una amenaza: “La voy a buscar, la voy a encontrar y la voy a matar”, dijo.

Desde hace veinte días Laura vive encerrada con tres de sus hijos en un lugar que nadie sabe dónde queda. Está protegida por el Ministerio de Desarrollo Social, la Dirección de la Mujer de la Corte Provincial y Carolina Jacky, su abogada. Pero tiene miedo igual: “Ella cree que va a morir, está convencida de que él, indefectiblemente, la va a matar”, dijo a Cosecha Roja la abogada.

El esposo hizo un trabajo de hormiga para socavar su autoestima. “Esto es como una película, la violencia de género no es una foto de un momento, son distintos hechos”, dijo Jacky. Se conocieron cuando ella tenía 15 y él poco más de 20. Cuando ella le presentó a su mamá, él le pidió muy educadamente a la señora ser el novio de Laura. Desde que empezaron a salir él le hizo cambiar su forma de vestir, la obligó a usar ropa “más holgada” y a caminar por la calle con la cabeza gacha “para que no mirara hombres”.

Se mudaron juntos y tuvieron a su primer hijo. Cada vez estaba más lejos de la familia y los amigos, él la apartaba de toda posibilidad de salvarse. No la dejaba estudiar ni trabajar pero cuando discutían le decía “¿No ves que sos una burra?” o “¿Para qué querés trabajar si yo traigo la plata?”. Después del quinto embarazo ella planteó la posibilidad de atarse las trompas, él le dijo que no, que de ninguna manera:

– ¿Para qué te querés ligar las trompas? ¿No ves que sos una puta? Yo te voy a tener siempre embarazada.

Las denuncias que hizo Laura, desde 2002,  se acumularon en una pila en la Oficina Fiscal 11 de Luján de Cuyo, en Mendoza. La abogada contó: “No se tramitan, se van archivando. Las denuncias más graves hicieron que se dictaran prohibiciones de acercamiento, pero él las violó a todas”.

Laura se separó varias veces pero volvían. “Siempre hubo lunas de miel, él lloraba y ella lo perdonaba, o lo iba a buscar y le decía que tenía que reflexionar”, relató Jacky. Recién ahora, tras 20 días en un refugio con atención de profesionales, Laura entiende que fue una víctima.

Las secuelas se ven en el cuerpo: perdió parte de la visión por desprendimiento de la retina, tiene algunos dientes menos y los tendones de la pierna derecha rotos. Todo fue producto de golpes. Los hijos de la pareja contaron que muchas veces recibieron piñas por meterse en el medio a defender a su mamá. Las pericias psicológicas que la abogada pidió indicaron que los relatos de los niños son verídicos, que no fabulan, que son acorde a las edades. Sobre Laura los informes dicen que tiene un gran temor a perder la vida. “Esperamos que la Justicia tome una decisión y detenga a este hombre. Tampoco la podemos tener indefinidamente en un refugio”, dijo Jacky.

A mediados de agosto el hombre apareció de nuevo. Le dejó la amenaza a los conocidos de Laura que le cuidan la casa mientras ella está en el refugio. Cuando la abogada llamó a la Oficina Fiscal 11 para denunciar le dijeron que no tomarían ninguna denuncia más sobre Laura Videla: estaban enojados porque habían salido en los medios de comunicación.

El lunes Jacky hizo otra presentación ante la Fiscalía de Delitos Complejos y ayer pidió juicio político al Procurador de la Corte de Mendoza – Rodolfo González- por mal desempeño. Su defendida no es la única mujer que recibe violencia como respuesta de algunas de las instituciones a las que acude.

Cuando en la agenda mediática aparece un nuevo femicidio, miramos hacia atrás y repasamos lo que no funcionó: las instancias estatales que no respondieron, el círculo de silencio de la comunidad, la falta de herramientas de la familia y el miedo de sentirse una víctima en soledad. Ella todavía vive: salvemos a Laura.

[Nota publicada el 2/9/2015]

Foto: Facundo Nívolo / Infojus Noticias