Lo que pasa es que si Centros Penales solo avisa que habrá misa en Barrios y Cojute nadie se entera de que la va a haber en Quezaltepeque.
Con ellos fuimos muy sutiles, muy respetuosos de su situación. En la MS la ventaja es que estabas hablando con todos, porque tienen una visión más unificada. Pero en el caso de la 18 los abordamos primero por separado y hablamos de la necesidad de resolver el problema del país, y fuimos encontrando que entre ellos no había rechazo sino coincidencia. Eso nos permitió sentarlos juntos, al margen de sus diferencias. Primero hablamos con los Revolucionarios, después con los Sureños, y después con los que se mantenían al margen del asunto. Y al final logramos un acuerdo común entre ellos. Hoy, con cualquiera de la 18 que vayás a hablar, te va a hablar en nombre de la 18, porque en esta visión, están unificados.

Ustedes los unificaron.
Por supuesto, era parte del trabajo. Porque vos no podés construir algo como lo que se ha hecho sin cuidar todos los detalles.

Esa es una de las paradojas que nosotros hemos planteado. Con su mediación, las tres facciones en las que estaba descompuesto el Barrio 18 aceptan que Lin sea su portavoz, su líder.
No. Ya te he explicado que estas estructuras no tienen un solo líder. Ellos lo que tienen son diferentes ranflas, y las ranflas son una especie de estado mayor donde están representados los que tienen poder territorial. En la 18, tanto los Sureños como los Revolucionarios aceptaron que de cara a este gran proyecto necesitaban presentar una posición unificada. Dejan las otras diferencias por un lado y ven hacia el futuro. Eso permitió que los tres grupos se integraran con mayor facilidad en una sola vocería. Porque igual que pasa en la MS, ellos han logrado entender que este proyecto es una oportunidad histórica que posiblemente, si no es aprovechada por ellos o por la sociedad, va a generar un nivel de frustración que yo no sé en qué puede terminar.

Habla de proyecto. ¿En qué consiste ese proyecto? Porque usted dice que los líderes de pandillas habían hecho una reflexión sobre el problema, pero supongo que los caminos posibles de solución los aportan ustedes. ¿O no es así?
Nosotros nos involucramos de la discusión de ellos. Monseñor ha jugado un papel importantísimo en la parte de la reconciliación entre ellos, en el hecho de que se respeten, dialoguen y todo lo demás. Y de alguna manera a mí me ha tocado la parte más difícil: el papel de moderador, tratando de conjuntar las diferentes opiniones hasta hacerlas aterrizar en entendimientos concretos. Para serte franco, nunca creí que esta cosa me fuera a involucrar de la manera en que lo ha hecho. Para que te hagas una idea, hoy, a la 1 de la mañana, me llaman (de una pandilla) por teléfono y me dicen: “Mirá, en tal barrio hay un problema y no queremos actuar, andá a ver cómo intermediar”. Hasta ese punto he llegado.

Usted era correa de transmisión, de comunicación, y es importante el detalle de que cobraba del Estado. Ha dicho que participó en el proceso como sociedad civil, pero cuando se incorporó a esto cobraba del Estado.
Cuando empecé el proceso de análisis, sí. Pero cuando entro directamente en el proceso ya no soy funcionario del Estado.

¿Dejó la asesoría en el Ministerio específicamente para poder hacer ese trabajo? ¿O fue casualidad que en diciembre dejara de trabajar como asesor del Ministerio de Defensa y que 15 días después estuviera sentado con los líderes de las pandillas?
Lo que pasa es que yo tenía con el Ministerio de Defensa un contrato por un año, y simplemente no se renovó.

Por eso le pregunto: ¿Ese contrato no se renovó de manera consciente porque el proceso entraba en una nueva etapa?
No, no fue de manera consciente. Simplemente, y esto es elemental, esos son cargos de confianza, que cuando el titular se va, se acaban. Así de simple. El nuevo ministro de la Defensa seguramente estaba interesado en escuchar otro tipo de consejos, no los míos.

Sin embargo, mantuvo usted la cercanía y el contacto constante con David Munguía Payés.
Con David nos conocemos desde hace muchos años. Con él fundamos el partido político Acción Popular.

¿Se conocían de antes, de los 80?
No. Bueno, en los 80 lo conocí indirectamente… David estaba al frente del Batallón Belloso, y este batallón sostuvo un encuentro con unidades mías en Morazán, en la localidad de San Isidro. Desafortunadamente para él esa fue una de las derrotas más importantes que sufrió ese batallón, y obviamente a él le quedó la inquietud de saber quién era yo. Después de que termina la guerra y ya uno comienza a rememorar cosas, aparece que estuvimos en los mismos escenarios, en los mismos centros de operaciones, aunque en bandos completamente diferentes.

Entonces dice que con los líderes de las pandillas su función fue la de moderador.
Porque el evangelizador no he sido yo, ja, ja,ja, ja.

Pero al final cree en el milagro.
Ja, ja, ja.

Lo que quiero decir es: ¿qué opción les propone, que ellos ven como viable? Una cosa es confiar y otra es poner tu vida en manos de otros. Los líderes de las pandillas están arriesgando su vida en esto, porque esa es la lógica de la pandilla: si fallan, si el resto cree que no son buenos líderes, van a morir. ¿Qué les dice usted aparte de las oraciones del padre Colindres? ¿Qué pone sobre la mesa para que digan “esto tiene sentido”?
Yo he vivido una guerra de principio a fin. ¿Y cuál es mi conclusión? Que lo que hoy vive el país es otra guerra, mucho más compleja que la anterior. La base de mi reflexión con ellos es: “¿Y para dónde va esta guerra? ¿Cuándo termina?” Porque tú haces una guerra con un propósito, que es la victoria. Y esa victoria ha de ser tangible. ¿Qué es victoria para ellos? Y cuando empiezo a reflexionar con ellos sobre esto, resulta que su guerra es de subsistencia, de sobrevivencia. Entonces digo yo: “Puta, ¿entonces esta mierda cuándo va a parar?” Porque ellos son claros en decírtelo y a mí me lo han subrayado un montón de veces: “No confundás, nosotros no somos guerrilla, somos pandilla”. ¿Y qué quieren decir con esto? Que ellos no aspiran al poder político para desarrollar transformaciones ni nada por el estilo. Simplemente son un grupo social que siente que la sociedad le ha negado toda oportunidad para desarrollarse y ha tenido que unirse para sobrevivir. ¡La gran meta es sobrevivir! Y esto quiere decir que esta es una guerra que no tiene fin. Y si no tiene fin, ¿qué costo social va a tener para el país? Al final la reflexión es: ¿Por qué se hace esta guerra? Solo si vamos a las causas esto puede tener solución.

Entiendo. Pero el punto es que en desmontaje de un conflicto la confianza se ha de basar en algo. Y aún no entiendo qué es lo que se pone sobre la mesa de reflexión para que ellos confíen en que frenando los asesinatos, que son parte de su dinámica de sobrevivencia, van a salir ganando. ¿La propuesta fue: “Deja de matar y vas a partirte el lomo el resto de tu vida vendiendo en un mercado, pero vas a ser feliz? En serio, ¿cuál es la alternativa?
No. La base de la reflexión es que en una guerra de sobrevivencia tienes dos alternativas: o escalas la violencia o la desescalas. Les dijimos: si ustedes escalan más en el conflicto van a provocar que el combate contra ustedes también se recrudezca. Y eso va a implicar más costo social para ustedes y para la sociedad. ¿No es mejor desescalar? Si quieren que la sociedad los escuche, ¿no es mejor lanzar mensajes positivos a la sociedad que mandar mensajes negativos? Por eso, cuando nosotros conocemos todos los planes que había para sabotear el evento electoral, contados por ellos mismos, y planteado por ellos mismos con preocupación, porque sabían que de cumplirse esos planes podían cerrar toda posibilidad de que la sociedad los escuchara, nos ponemos en esa lógica: las elecciones eran un escenario ejemplo de que tú puedes ser escuchado por la sociedad no a partir del daño sino de buenos gestos. Aunque Borromeo decía en algún momento, porque él es muy metafórico: “Puta, es que en este país si no se pone una bomba, no lo escuchan a uno”.

¿Borromeo Henríquez, “El Diablo”, de la MS-13?
Sí. Y yo le decía: No, fijate, Gandhi hizo una revolución en un enorme país haciendo gestos de buena voluntad. La sociedad los escuchará más haciendo gestos de buena voluntad que con acciones que van a aumentar el odio y el rechazo social. Y ahí es donde comienza a construirse la idea de dar un mensaje que la nación vea como positivo, que es el de la reducción de los homicidios. Además, que dejen de matarse entre ellos mismos es una medida gana-gana. Ganan ellos porque no se matan, gana la sociedad, porque baja el índice de homicidios.

¿Quién propone eso?
Es parte de la discusión que tuvimos. Quienes orientamos en la dirección de que era mejor lanzar mensajes positivos fuimos monseñor y yo. Y una de las virtudes que ha permitido desarrollar el nivel de confianza que actualmente tienen con nosotros es que nunca nos vieron con interés político partidario. Es más: ni queríamos tener protagonismo público. Si nos vimos obligados a contar qué estaba pasando es porque esta cosa se hizo pública y había diferentes versiones sobre el tema. Por eso llegamos a la conclusión de que, aunque el proceso estaba muy tierno, era necesario contar qué estaba pasando, para evitar distorsiones. Pero nunca llegamos a pedirles votos, como hicieron otras administraciones, y nunca llegamos a ofrecer pisto por treguas temporales, como sí hicieron otras administraciones, que llegaron a negociar navidades, semanas santas, fiestas de agosto… Porque de eso venimos. Y ahí es donde uno dice: ¿Por qué rasgarse las vestiduras hoy si ellos mismos te cuentan que Óscar Bonilla llegaba a negociar con ellos, que llegaba a negociar el Pollo Samayoa, que llegaba a negociar no sé quién?

¿Melgar negoció con ellos?
Supongo que sí, porque ellos hablan de que negociaban con el Frente.

Con el gobierno del Frente .
No sé si con el gobierno del Frente, pero con personeros del Frente sí.

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