Volvamos al cambio de Ministro de Seguridad, en noviembre. ¿Esa idea de que no iba a bastar con la represión ya la tenía clara David Munguía Payés?
Sí. Eran discusiones que tenemos desde que yo entro a apoyarlo a medio tiempo como asesor. Lo que sucede es que antes de noviembre la posición de David en el gabinete de seguridad no era mayoritaria.

Pues en el nuevo lo compensó con creces.
Ja, ja, ja. Eso es casualidad.

Usted, como asesor de David Munguía Payés, ¿ya le había dicho que una solución sin la pandilla no tenía sentido?
No, no hasta ese nivel de detalle. Para ser franco, hablábamos generalidades. Pero en la medida en que el padre Colindres y yo comenzamos a conocer más a fondo el tema, descubrimos no solo que existe la posibilidad, sino que ya había un proceso de reflexión no de la pandilla en general pero sí de su liderazgo, que tiene a estas alturas una característica que es importante rescatar: son personas maduras, todos andan entre los 30 y los 50 años. Obviamente eso hace que vean la vida desde otra perspectiva, si se quiere llamar reposada, menos influenciada por las locuras que de joven a uno se le ocurren. Eso nos permitió profundizar con ellos en la reflexión.

¿Cuándo se sienta usted por primera vez con líderes de la pandilla para iniciar este proceso?
Pues ser específico, directamente con ellos, la primera quincena de enero.

Por cómo lo dice se deduce que usted y Colindres llevaban ya algún tiempo trabajando, sin ver a los líderes en persona.
Con Colindres sí, acordate de que él es el capellán castrense y policial, y tú no puedes estar en el Ministerio de la Defensa sin conocer a ese personaje. Él y yo ya habíamos reflexionado sobre el tema algunas veces; a él le preocupaba no solo el problema delincuencial, sino el hecho de que en los últimos tiempos las pandillas atacaban directamente a la Policía y al ejército. Los familiares, tanto de los policías muertos como de los soldados muertos, apelaban a monseñor para que hiciera algo. Y eso se complementa con el hecho de que a monseñor lo comienzan a buscar también familiares de los presos, para que abogue por ellos.

¿Por qué acuden a Colindres si no es de la Pastoral Penitenciaria y no había desarrollado trabajo en cárceles?
Cómo no. Monseñor Colindres lleva muchos años trabajando en las cárceles, no enfocado en las pandillas, sino en los centros penitenciarios en general. Y obviamente, para ser francos, tanto para Colindres como para tu servidor es más fácil hablar con David Munguía Payés que con Manuel Melgar.

¿Cuándo le dice a usted Colindres por primera vez que está dialogando con familiares de pandilleros? ¿Cuándo se entera usted de que ha iniciado el proceso?
Septiembre, octubre del año pasado, que es cuando se empiezan a recrudecer los ataques contra policías y soldados a partir de la decisión de que el ejército pase a tomar control de los centros penales. Porque ese es el punto de partida: cuando los mareros comienzan a identificar al ejército como enemigo. Ahí es donde ellos comienzan a sentir que el ejército se involucra, a través de la represión a la familia en el registro. Porque si hay algo que para esta gente es muy sensible es el tema de la familia.

Precisamente por eso resulta muy extraño que familiares de pandilleros presos recurran al capellán castrense; porque ven al ejército como enemigo.
Pero tiene lógica. Esta gente, que lee mucho, que está muy bien informada, sabe que Colindres es, de los miembros de la Iglesia, uno de los que pueden tener mayor capacidad de interlocución con las autoridades, por su vinculación con Defensa, con policías y todo eso. Cualquiera se podría preguntar: ¿Por qué no buscaron a Rosa Chávez, a Urrutia, a monseñor Alas? Porque ellos saben que por su función castrense monseñor Colindres está muy en contacto con las autoridades de Seguridad Pública y Defensa.

¿Y cuándo le plantean Colindres y usted a Munguía Payés la posibilidad de hablar con las pandillas?
A los pocos días de que David asume el Ministerio de Seguridad.

En noviembre.
A los días de que David asume comenzamos a plantearle la necesidad de abrir un espacio que permita conocer más de fondo el problema, en tanto que los mismos presos están considerando que con nosotros pueden hablar. ¿Me entiendes?

¿Usted ya había tenido algún contacto con familiares?
Sí, con familiares y con líderes “de la libre” (fuera de la cárcel), como los llaman ellos. ¿Y cómo establezco yo ese contacto? Mirá: por el negocio que yo tenía de distribución de gas a domicilio me movía por toda el área de San Salvador, en Las Palmas, en la Técnico Industrial… zonas de mucho control y dominio de la 18.

Zonas además de las que salieron líderes como…
Como “El Muerto”, de las Palmas

O zonas en las que operaba Tres Colas.
El Chino Tres Colas, así es. Y también distribuía mi producto en esta colonia que está desde el Estado Mayor hasta allá por la terminal, que la controla la MS. Y ¡puta!, para poder entrar me veía obligado a negociar con ellos, negociar renta y todas esas cosas; porque una realidad que muchos salvadoreños hemos tenido que aceptar es que esta gente ejerce autoridad y control de áreas específicas del terreno, donde tú no puedes entrar si no es con su venia. Eso, de alguna manera, me permitió también conocerlos, hablar con ellos, entablar diálogos, negociaciones. Porque a veces piden cantidades exorbitantes que no están dentro de tus posibilidades, y vos tenés que ir a hablar con el palabrero, como ellos le llaman, para decirle: “Puta, no me jodás”.

Habla de un tiempo en el que todavía era asesor de Munguía Payés…
Sí, sí, asesor a medio tiempo. El caso es que esos elementos te dan de alguna manera ventaja porque vas conociéndolos, conocés a sus familias, vas desarrollando cierto nivel de relación pacífica con ellos… Porque, para los que trabajan en este tipo de negocios de reparto, si tú no estás en paz con ellos, te vuelven la vida imposible, te quiebran. Así es que o llegas a entendimientos con ellos para hacer tu trabajo, aunque ganés menos, o te ponés en guerra con ellos y tenés que abandonar el negocio y después te van a perseguir, van a tu casa y te matan.

 

Cuando comenzó a dialogar con pandilleros en la libre, ¿ellos sabían que usted era asesor del Ministerio?
En ese momento no.

¿Cuándo se los dice? Porque era un secreto peligroso. Podían interpretar que usted los espiaba.
Pero partamos de que en ese momento mi responsabilidad con el Ministerio no era significativa.

¿No era significativa? ¡Hablaba personalmente con el ministro!
Sí, pero yo no era una persona de planta, ni andaba con él para arriba y para abajo, ni conocía de su agenda… Mi función era emitir opinión sobre determinados temas en los que el ministro consideraba que yo podía aportar algo.

¿Cuál fue la reacción de Munguía Payés cuando llegan ustedes y le dicen: David, creemos que aquí hay un camino de diálogo con la pandilla?
La reacción de David es: bueno, si ustedes creen que van a ser escuchados por estas personas y lo que me piden es que yo les dé la facilidad de entrar, cuenten con ello. Y lo cierto es que nos permitió ir y seleccionar nosotros con quiénes y con cuántos queríamos hablar.

¿Cómo decidieron con quién o por dónde entrar? Porque las pandillas son sensibles y las sensibilidades causan muertos.
No hay que ser mago para decidir eso: lo que hicimos fue hablar con los personajes más conocidos, y fueron ellos quienes se interesaron y nos empezaron a plantear: nos gustaría que en estas conversaciones participaran fulano, zutano, mengano… Eso nos permitió ir ampliando el núcleo de personas con las que hablábamos, ya no a sugerencia nuestra sino de ellos.

Y así garantizaban que era un grupo representativo de la pandilla.
Claro. Porque cuando iniciamos las negociaciones con ellos hubo algo que les gustó mucho: que cuando comenzamos a hablar yo les expresé: “Nosotros no venimos a pedirles que traicionen a nadie, sino que pensemos en el problema del país, el problema que el país tiene y en el que tienen ustedes también”. Porque es cierto que ellos son victimarios, pero también son víctimas de lo que han generado: la mayor parte de muertos la ponen ellos, y la cantidad de personas privadas de libertad que tienen no es cualquier cosa. Ya pasan de 10 mil los miembros que tienen recluidos en las cárceles, y muchos con condenas de muchos años; esto afecta a las familias. Sobre esa base se fueron desarrollando nuestras reflexiones y empezaron a aparecer las de ellos.

¿Recibieron imformación policial para identificar a esos líderes?
No, no, no, no. Cada director de centro penal sabe qué es lo que tiene ahí. Y si tú llegas y le dices: quiero hablar con los más representativos, ellos saben quiénes son.

¿Y qué nombres les dieron? ¿Con quién se sentaron primero?
Hablamos con los directores para empezar a ver quiénes eran los más representativos de las diferentes pandillas. Así nos fuimos dando cuenta de cómo se organizan: la MS, por ejemplo, tiene una estructura más grande, más consolidada, mucho más disciplinada, aunque tienen una cabeza que es muy grande, porque es falso que haya uno que los guía a todos. Y conocimos también la situación de la 18.

Estamos hablando de diciembre.
De diciembre a enero, así es. Porque antes de tirarse al agua había que tener un nivel previo de conocimiento de qué íbamos a hacer. Eso nos permitió no desperdiciar esfuerzos, porque sabíamos que con quienes estábamos hablando de alguna manera tenían un nivel de representatividad y eso hace que lo que tú estás diciendo no quede en el vacío. Además, si ellos nos rechazaban desde el principio, nos iban a rechazar todos.

¿Cómo manejaron la división de la 18? Estos días se habla mucho de Carlos Ernesto Mojica Lechuga, “el Viejo Lin”, y no se ha dicho nada de los líderes de la otra facción, los Revolucionarios. Incluso, antes de marzo si uno hablaba con Mojica Lechuga él decía, aunque todos sabíamos que no era cierto, que estaba retirado, porque se mantenía al margen del conflicto interno. ¿Cómo manejaron eso? Estos días hemos visto a Lin con los sureños, en Cojutepeque, pero no hubo misa en Quezaltepeque, donde están los Revolucionarios…
Cómo no.

Pues no ha salido en los medios.
Lo que pasa es que todos los medios quieren ir a Ciudad Barrios y a Cojutepeque.

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