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La mitad de los presos en las cárceles argentinas son varones menores de 33 años. Más de un tercio creció en hogares donde el consumo de drogas y/o alcohol era una práctica habitual, aunque no están detenidos por delitos asociados a las drogas. Sin embargo, el rito se repite detrás de las rejas: aunque la mayoría niega el consumo, muchos confiesan que acceden a estupefacientes a través de familiares (44%) y del personal que trabaja en el penal (25%). “Dentro de la prisión hay pocos adictos pero no existen programas de apoyo efectivo a los internos que lo sufren”, dijo a Cosecha Roja Marcelo Bergman, titular del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. 

En el informe Condiciones de vida en la cárcel: Resultados de la encuesta de detenidos condenados, los integrantes del CELIV recolectaron información sobre las prácticas de consumo de sustancias de los presos. Los presos se inician en el consumo cada vez de más jóvenes. Los menores de 29 probaron por primera vez marihuana e inhalantes a los 14 y pastillas o pasta base a los 16. Los de entre 30 y 49 fumaron a los 16 y los mayores de 50 a los 24 años.

Además, el consumo es una práctica durante los meses previos a ser detenidos. Más de la mitad tenía un consumo diario de marihuana, pasta base y/o cocaína y el 30 por ciento ingería pastillas. En general las sustancias se mezclan pero no tienen relación con el tipo de delito que cometen los detenidos y que los lleva a prisión. El 35 por ciento de los condenados por homicidio reconoció el consumo en las seis horas previas al crimen; el porcentaje baja a 30 para los delitos de robo y hurto y a 26 en el caso de violación a la ley de estupefacientes.

La mayoría de los presos son varones que cometieron delitos contra la propiedad (robos y hurtos). En el caso de las mujeres, el 54 por ciento tiene hasta tres hijos, el 42 tiene a su pareja encarcelada y la mayoría llegó a la prisión por violar la ley de estupefacientes: transportó sustancias en su cuerpo como mula, el último eslabón de la cadena del narcotráfico. “En general son mujeres grandes, madres de familia que fueron mulas, el método más rápido para adquirir plata y mantener el hogar”, explicó Bergman.

Dentro de prisión, la mayoría niega el consumo. Desde el CELIV la hipótesis es la falta de acceso por el encierro o incluso el temor a autoincriminarse, aunque más de la mitad sí reconoció que vio a otros consumir. De quienes confesaron acceso a las drogas dentro de la cárcel, el 60 por ciento fumó marihuana.

“Aquellos que no lo hayan hecho previamente, pueden volverse consumidores dentro de la cárcel: usan solventes, marihuana, cocaína, pastillas y metanfetaminas. Muchos salen adictos de la cárcel y se vinculan al mundo delictivo: es la forma más rápida para conseguir recursos y solventar la adicción”, dijo Bergman.

La investigación que dirigió Bergman se hizo en las cárceles federales y provinciales y es una muestra representativa de dos tercios de los presos. Por eso, descubrieron que, comparado con otros países de Latinoamérica, “Argentina es un paraíso”. La tasa de encarcelamiento es de las más bajas de la región: 152 internos por cada cien mil habitantes (una cifra que alcanza 63 mil detenidos en 2014). Desde el CELIV hicieron encuestas en el país centroamericano y relevaron que en El Salvador, por ejemplo, “las cárceles tienen un autogobierno: las autoridades no pasan el tercer portón y mandan los líderes”. En México, el comercio lo manejan los directores de las prisiones. En Argentina, las sustancias ingresan mayormente a través de los familiares.

Según el experto, el gran volumen del comercio de la droga local no es violento. “Se llega a la violencia por las peleas entre bandas en las que aparecen armas de fuego: el de las drogas es un negocio que requiere armas”. Ese es el caso de Rosario, la ciudad argentina con más alta tasa de homicidios. Para Bergman, el problema no es específicamente de drogas sino de fácil acceso a las armas. “Hace 30 años los actos de masculinidad se resolvían a las trompadas en la plaza o cuchillo, hoy pueden terminar con tres o cuatro muertos”, dijo.

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El miércoles a las 18 Bergman participará de una charla debate sobre jóvenes, consumos y violencias junto a Fernando Chino Navarro, Cristian Alarcón, Aníbal Jozami y Sebastián Fuentes en la UNTREF (Sede Caseros II, Valentín Gómez 4752, 5°piso).