osvaldo raffo

Por Federico Schirmer. Cosecha Roja. – La primera vez que el forense Osvalo Raffo vio a Robledo Puch, lo que vio fue la imagen de un chico de 20 años que parecía un ángel. Dice: “Robledo tenía la mirada en el piso. Tenía el pelo rubio ensortijado, los labios gruesos. Era dueño de una belleza cabalgando entre lo femenino y lo masculino. Levantó la vista y tenía unos ojos azules inmensos, inexpresivos. Le dije al comisario: <¿Estás seguro que este es el sátiro ¿No lo habrán confundido? Este pibe no puede ser, si se parece a Marilyn Monroe>”. Esa fue la primera impresión que se llevó Raffo de quien hoy, cuarenta años después, es el asesino serial más célebre de la historia reciente.

La posible liberación de Robledo Puch es el anclaje que obliga, Raffo dice “obliga”, a publicar en su blog la pericia que le realizó hace 40 años. La publicación dice: “Enterado por los medios de comunicación de la inminente excarcelación pongo a consideración de quien le interese la historia clínico – criminológica por mí realizada a Carlos Eduardo Robledo Puch”. Raffo agrega: “Subí la pericia a internet por dos motivos. Uno, porque estoy harto de hablar con periodistas sobre esa bendita pericia así que ahora la pueden consultar en internet. Dos, porque la gente debería saber qué clase de loco vamos a dejar suelto”.

La estrecha relación que mantiene Raffo con los cuerpos sin vida encuentra su razón de ser en la llegada de su abuelo a la Argentina. Dice que era un genovés humilde que se mudó a Mataderos. Que su padre, imbuido por el entorno,  se hizo matarife. Que de tanto ver vacas muertas sacó su vocación de tanatólogo.

No sé cuantos pueden decir lo que dice Raffo: que en su carrera han tocado, visto, de cerca, los cuerpos sin vida de los casos más terriblemente celebres de la historia reciente. Él enumera, como si tal cosa: la autopsia de Alicia Muñiz, el cuerpo inerte de René Favaloro, el del soldado Carrasco, el de Maria Soledad. Cuando entrevistó a Robledo todavía formaba parte del equipo médico de la Policía Bonaerense y en 1986 se presentó a concurso para ingresar al Cuerpo Médico Forense de la Suprema Corte de Justicia. Había llegado donde quería estar. Pero nunca podría olvidar esos ojos celestes, la mirada burlona de la maldad encarnada.

Robledo y Raffo charlaron mesa de por medio, por más de 2 meses.  Era un cuarto oscuro, 4 por 3 metros, del servicio médico de la policía de San Martín, en la provincia de Buenos Aires. Puch se frotaba las muñecas, liberadas del rigor de las esposas a pedido del forense. La misión de Raffo era doblegarlo psicológicamente “sino contestaba cualquier cosa. Yo buscaba la verdad de caso. Y Robledo era, es, una fiera indomable. Tenía que meterme adentro suyo para que reconociera sus contradicciones y dijera la verdad”, dice Osvalo, que recuerda como si fuera hoy el día que Puch le dijo de cuantos muertos era el tendal que había dejado tras su paso:

-Robledo, ¿a cuántos mataste?

-Hmmm, qué sé yo. Como a 30.

Raffo dice que tras la respuesta no pudo mantenerle la mirada. Que la mueca burlona de esos labios, ahora grotescos, le decían que no mentía. Que el arrepentimiento no encontraba lugar entre las tripas de ese chico con cara de ángel. Dice que Robledo se reía. Que esa risa rebotaba en ese cuartito oscuro. Que cuando volvió a su casa se sentía extremadamente agotado. Como si la presencia de ese hombre le absorbiera la energía, lo dejara puro envase: piel y huesos inanimados. Que algunos días escuchaba esa risa infernal en el silencio de la noche.

“Puch demostró que es genio y figura hasta la sepultura. Es un tipo peligroso y lo va a seguir siendo”, aclara Raffo, preocupado por prevenir sobre los peligros que conllevaría liberar a ese hombre que para él es la maldad encarnada.

-¿No cree que pueda volver a insertarse socialmente?

-Discúlpeme que me ría, pero es imposible. Si usted tiene la oportunidad de entrevistarlo mírelo fijo a los ojos, que dicen que es la venta del alma, y vea lo que es verdaderamente Robledo Puch: es la maldad pura.

Raffo dice entender que legalmente le corresponde la libertad, pero que no comparte la decisión de excarcelarlo. Se pregunta: “¿Quién se va a hacer cargo de él? Porque para que le den la condicional tiene que haber alguien que le de cobijo, que se haga y responda por sus acciones”.

La historia clínica-criminológica dice que Robledo Puch tiene una personalidad anormal psicótica de origen congénito con componentes perversos, histéricos, paranoides y esquizoides. Que no es un asesino serial ya que sus crímenes estaban motivados por el dinero. Raffo aclara que es, apenas, una disquisición técnica: “El asesino serial mata porque ese es su deseo máximo, su eyaculación. Si se lleva alguna cosa material es a modo de trofeo. Él no era un asesino serial porque la muerte era una cuestión utilitaria. Él era apenas un ladrón, un asesino”.

Robledo Puch vive, desde hace 41 años, en el penal de Sierra Chica. Comparte celda con otro recluso y un gato. Anda por la cárcel con una biblia abajo del brazo. Al que lo acusa de asesino, le responde con una cita bíblica. Todos los días le pone exactamente 11 cucharaditas de yerba al mate. Es asmático y sufre de Epoc.

Raffo dice que en la cárcel está en un pabellón de homosexuales, “pero técnicamente es asexuado. Tiene un terrible complejo de abandono. Mató a toda su banda porque lo querían dejar. En un momento del interrogatorio –que era una pelea de box entre dos personalidades fuertes que querían dominarse entre sí- perdí la paciencia y empecé a presionarlo para que me dijera la verdad ¿Por qué mataste a tu banda? No me mientas con que te agarró de atrás y pensaste que ahorcaba, no soy tonto. Decime la verdad ¿por qué? Si le hubieras visto los ojos azules, a punto de explotar. Levanto la mano y dijo: <A Robledo no lo abandona nadie>. Por eso lo mató a Somoza, porque su compinche le tenía miedo y pensaba dejarlo”.

Osvaldo dice que cuando estaba realizando la pericia acababan de estrenar El Exorcista: ¿Viste el dialogo entre el cura y Satán? Yo no seré cura, pero sí te puedo decir que hablé con el demonio hecho hombre”. No aclara si la pregunta es retórica. Pero queda dando vueltas, en el aire: ¿Usted soltaría al león del zoológico porque es viejo y nunca mordió a nadie?