Por Romina Mella – IDL Reporteros

¿Existe una clave para tener éxito en la lucha contra el narcotráfico? ¿Por qué no se la ha encontrado hasta ahora?

En el Perú, lo que importa, y mucho, es el narcotráfico de cocaína. Para producirla se necesitan dos cosas: la hoja de coca y los insumos químicos. Durante casi 40 años, la estrategia principal contra este ha sido la erradicación forzada de cocales. Su fracaso ha sido y es evidente.

¿Qué alternativa queda? La interdicción de insumos químicos.

Esta alternativa parece estar ganando favor entre quienes tienen algo que ver en la lucha contra las drogas. El razonamiento es simple pero seductor. Sin insumos químicos que la transformen, la hoja de coca es inocua y solo sirve para los usos tradicionales que son, en general, positivos.

¿Es posible impedir que los insumos químicos lleguen a las zonas de producción? Para responder esa crucial pregunta IDL-R examinó en detalle, a lo largo de varias semanas, todo el proceso de elaboración del clorhidrato de cocaína, estudió los insumos químicos que se emplean, la mayor o menor dificultad de obtenerlos, y sus costos.

El estudio del proceso fue fascinante y los resultados, reveladores y definitivos. Empecemos por lo primero.

La forma tradicional de preparar la cocaína tiene los siguientes pasos: a) convertir la hoja de coca en pasta básica de cocaína; b) esta en pasta básica lavada de cocaína; y de ahí en c) clorhidrato de cocaína.

El primer paso, la preparación de pasta básica de cocaína, necesita los siguientes insumos químicos: ácido sulfúrico, carbonato de sodio y kerosene. El proceso empieza con la maceración de las hojas de coca en ácido sulfúrico diluido en agua para extraer el alcaloide.

El líquido amarillento que resulta del macerado de las hojas de coca es vertido en una poza de decantación, para ser mezclado con kerosene.

Luego de añadirle más ácido sulfúrico, hay una nueva decantación de la que resulta el sulfato de cocaína. A este se le agrega carbonato de sodio y se seca. El producto es la pasta básica de cocaína.

El siguiente paso es procesar la PBC con ácido sulfúrico, permanganato de potasio y carbonato de sodio para obtener pasta básica lavada de cocaína. La fórmula tradicional consiste en moler y diluir la PBC en una olla al fuego. Luego se le agrega el ácido sulfúrico y después permanganato de potasio para oxidar la droga y quemar las impurezas. Finalmente, cuando se añade carbonato de sodio, la pasta se vuelve sólida, se prensa en caliente y se moldea.

La fase final es la de cristalización. Aquí son necesarios dos insumos: la acetona y el ácido clorhídrico ‘químicamente puro’. La PBL se diluye con acetona. Una vez diluida, se filtra y se le añade el ácido clorhídrico. El resultado es una suerte de requesón que se exprime en una especie de saquillo. Luego se prensa y se seca por lo general en un microondas.

Este es, en resumen el proceso de preparación de la cocaína, con todos los insumos químicos necesarios.

¿Qué pasaría entonces si se controla en forma muy estricta el uso del kerosene, ácido sulfúrico, carbonato de sodio, permanganato de potasio, acetona y ácido clorhídrico q.p.?

No sería fácil, pero tampoco imposible. Con la decisión necesaria y los recursos multiplicados, sería viable un grado estratégicamente significativo de interdicción de esos insumos para el narcotráfico.

¿Punto final a la discusión, entonces, y manos a la obra?

Desgraciadamente, no. Esta estrategia no es posible, por una razón:

Todos los insumos químicos, menos uno, en el proceso de elaboración de cocaína son sustituibles. Y el que no, es manufacturable con métodos rústicos.

Así es. De hecho, la venta del kerosene ya fue prohibida el 2009 durante el gobierno de Alan García. No tuvo ningún impacto significativo.

Según los estudios de perfilamiento químico de la droga peruana realizados por la DEA y los hallazgos de insumos en las pozas de maceración, el kerosene fue sustituido por gasolina de 90 y 84. Esta última es previamente sometida a un proceso de lavado con ácido sulfúrico para quitarle el plomo, de lo contrario el clorhidrato de cocaína tendría una coloración rojiza. Si no hay gasolina, se utiliza el combustible turbo o kerosina, que venden miembros corruptos de las fuerzas de seguridad; solvente 3 y dilutec (ambos son empleados para limpiar piezas de motor).

El ácido sulfúrico puede ser reemplazado por ácido muriático o agua mezclada con sal, limón silvestre (en el VRAE) o lejía. Es frecuente encontrar estos productos en las pozas de maceración durante las intervenciones policiales.

El carbonato de sodio puede ser reemplazado por carbonato de calcio, cal, úrea o cemento. Este último se emplea en la zona del Putumayo, donde los laboratorios suelen ser colombianos.

Entonces, todos los insumos para la preparación de la PBC son fácilmente sustituibles. Además varios de ellos no son de uso controlado.

En el lavado de la PBC sucede lo mismo: El permanganato de potasio podría reemplazarse con el hipoclorito de sodio, pero hasta ahora los narcotraficantes han tenido todo el que necesitan. El carbonato de sodio puede reemplazarse por óxido de calcio, hidróxido de calcio, de amonio o carbonato de calcio.

En la tercera etapa, de cristalización, la acetona puede ser reemplazada por el acetato de etilo, tolueno, benceno, éter etílico, metil etil cetona o metil isobutil cetona. Pero en los hechos, hay tal abundancia de acetona que hasta ahora no se le ha encontrado sustitutos en los laboratorios capturados.

Y llegamos al último insumo, el único que no puede ser reemplazado: el ácido clorhídrico q.p. ¿Está ahí la solución?

Desafortunadamente, no. El ácido clorhídrico q.p. no es reemplazable, pero sí se lo puede obtener en laboratorios rústicos con relativa facilidad.

Desde mediados de los 90 se utiliza una fórmula colombiana denominada ‘método yogurt’. Para obtener dos litros de este ácido, por ejemplo, se vierte dos kilos de sal (cloruro de sodio) por uno de ácido sulfúrico (H2SO4) en un cilindro que se conecta por un alambique a otro que contiene un litro y medio de ácido muriático (ácido clorhídrico industrial al 28 o 33%) con agua.

El primer recipiente es expuesto al calor. Las moléculas de la sal y el ácido sulfúrico se rompen y se genera un gas hidrógeno de sodio, que al pasar por el alambique, que cuenta con un sistema de refrigeración, se condensa y llega al segundo recipiente en gotas de ácido clorhídrico potenciando el ácido clorhídrico industrial al 38 o 40 por ciento. Este pequeño laboratorio rústico es montado en las zonas de producción. Un litro cuesta entre 300 y 350 dólares.

A partir de 2010 se desarrolló en el Perú un segundo método de potencialización más moderno en el que se utiliza únicamente ácido clorhídrico industrial (ácido muriático) para elevar su potencia a 38 o 40 por ciento. El costo es igual al del método anterior.

El noviembre del año pasado, el departamento de investigaciones especiales de la división de Investigación y Control de Insumos Químicos de la Dirandro (DIE) desbarató un laboratorio en una chanchería de Villa el Salvador,  que abastecía a los productores de VRAE, Huallaga y Monzón. El ácido clorhídrico era envasado en botellas de agua mineral y llevado en vehículos de carga pesada.

De otro lado, los ‘cocineros de la droga’, esos recurseros químicos de la selva, han puesto en práctica dos procesos abreviados, uno mexicano y el otro colombiano, para convertir la pasta básica de cocaína a clorhidrato de cocaína en un solo paso.

El más sencillo y el que requiere menos insumos es el mexicano. La pasta básica de cocaína es disuelta con alcohol para ser lavada rápidamente y luego se mezcla con acetona y ácido clorhídrico químicamente puro, siguiendo las instrucciones de la fórmula tradicional de cristalización. Es el más utilizado.

En el método colombiano la pasta básica de cocaína se procesa con  ácido sulfúrico, agua, permanganato de potasio, gasolina (de 90 u 84 previamente lavada), metabisulfito de sodio, hidróxido de amonio, acetona y ácido clorhídrico químicamente puro. En diciembre pasado, durante una intervención en un gran laboratorio en Chilca se encontró media tonelada de cocaína que había sido obtenida mediante este método y una gran cantidad de insumos químicos que eran reciclados.

Entonces, la más bien deprimente conclusión es que, mientras el precio siga siendo altamente rentable (y no hay signos en sentido contrario), la interdicción de insumos no es una estrategia viable para debilitar sustantivamente el narcotráfico.

¿Significa eso que hay que abandonarla, por improductiva? No necesariamente. Las rutas de ingreso de insumos químicos al Huallaga, VRAE y Monzón son las mismas que siguen los traficantes para sacar la cocaína. Seguir el insumo lleva siempre a la droga y ésta al narcotraficante. Por eso, una competente investigación de su tráfico y comercio tiene un importante valor de inteligencia.

En resumen, las acciones de control, seguimiento o interdicción de insumos químicos no alcanzan a ser parte central de una estrategia exitosa contra el narcotráfico, pero en el ámbito de inteligencia han comprobado su utilidad.

 Foto y gráfico: IDL Reporteros.