GOLPE-A-LOS-URABEÑOSSemana.-

Todo parece indicar que la banda criminal de los ‘Urabeños’, comandada por Darío Úsuga, alias ‘Otoniel’, tomó el puerto de Cartagena como uno de sus puntos preferidos para la exportación de cargamentos de cocaína. El martes pasado la Policía antinarcóticos encontró durante una inspección a una serie de contenedores el que hasta ahora es el cargamento más grande incautado a esa organización: 3,8 toneladas de coca.

Lo que sorprendió a los uniformados de antinarcóticos es el ingenioso modo como estaba camuflada la droga, que tenía como destino final el puerto de Veracruz en México y, según las autoridades, iba destinado al cartel mexicano de Los Zetas.

La carga de los contenedores era “Glicerina UPS”, un producto de tipo farmacéutico líquido (la glicerina se almacena en bolsas de polipropileno de alta densidad para su transporte). Los narcos, aprovechando este sistema de envasado, que se conoce como “flexitank”, camuflaron la coca pretendiendo que no iba a ser detectada.

Sin embargo, uno de los oficiales antinarcóticos que realiza controles en el puerto sospechó que algo no estaba bien en la carga y la inspeccionó; halló el cargamento cuyo valor está estimado en cerca de 95 millones de dólares. No era la primera vez que la Policía decomisaba un cargamento de esa banda en la capital de Bolívar con destino a Centroamérica.

El 17 de diciembre del 2012 encontraron 1.500 kilos de cocaína en contenedores con destino a Honduras. Cinco días más tarde decomisaron otros 800 kilos de cocaína que iban a ser enviados a ese mismo país. El hombre detrás de estos envíos es ‘Otoniel’, un delincuente que se ha convertido en el más buscado en la actualidad por las autoridades antinarcóticos nacionales y extranjeras. Esta es su historia.

Hombre temido

“Ese hombre es un animal, es un peligro completo. Es peligrosísimo. Él mata por matar, a niños, al que sea, no le importa”. Esta frase fue pronunciada por uno de los capos más temidos que han existido en Colombia en los últimos años: Daniel ‘Loco’ Barrera. El narco, que fue capturado por la Policía en septiembre año pasado, está solicitado en extradición y es investigado por docenas de asesinatos.

Por ello no deja de sorprender que alguien que ascendió en el mundo criminal a sangre y fuego y que desafió a las autoridades durante años acepte temerle a alguien. Pero así es. Y eso refleja el talante de ‘Otoniel’. Aunque para la mayoría de los colombianos su nombre puede ser desconocido, es uno de los desafíos visibles que tienen las autoridades.

Hace exactamente un año el nombre de ‘Otoniel’ salió relativamente de su anonimato. La razón fue simple. Desde el 4 de enero del 2011 y durante varios días ordenó un paro armado que obligó a decenas de comerciantes, transportadores y habitantes de Urabá, y varias poblaciones de Córdoba y Magdalena, incluida Santa Marta, a cerrar sus negocios y quedarse encerrados en sus casas en plena temporada de vacaciones.

Esa determinación se debió a una retaliación debido a que en la madrugada del primero de enero un grupo de la Policía realizó una operación cerca de Acandí, Chocó, en donde estaba la plana mayor de los ‘Urabeños’. Como resultado de esa acción murió en el enfrentamiento el jefe de ese grupo, Juan de Dios Úsuga, ‘Giovanni’.

‘Otoniel’ se salvó de morir o ser arrestado porque salió una hora antes de la llegada de los comandos jungla. Asumió el liderazgo de la banda y para vengar la muerte de su hermano, quien era su mayor admiración, ordenó a sus hombres a paralizar, por medio de amenazas, varias poblaciones.

Aunque las autoridades retomaron el control y con los días regresó la normalidad, desde la época de los grandes carteles ningún capo se había atrevido a desafiar de tal forma al Estado. Ahora está al frente de una banda que, según los cálculos de las autoridades, tiene cerca de 1.800 hombres que se han expandido desde Urabá y hoy tiene presencia en Antioquia, Córdoba, Atlántico, Norte de Santander, el Valle y Nariño y se disputa otros territorios que han quedado tras la caída de grandes capos.

“Animal de monte”

‘Otoniel’ nació en Turbo, Antioquia, en 1970. A su 16 años ingresó con su hermano al EPL. En 1991, cuando esa guerrilla entregó las armas, él no se desmovilizó y, por el contrario, integró una disidencia y reactivó el frente ‘Bernardo Franco’. Sin mucho éxito y con 22 años optó, entonces, por entrar en los frentes de las FARC que actuaban por el Urabá antioqueño.

Para 1996, los continuos roces con sus comandantes lo llevaron a cambiar de bando y se enroló en las autodefensas campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), que por ese entonces surgían con fuerza bajo el mando de los hermanos Carlos y Vicente Castaño.

Se ganó la confianza de este último, quien lo encargó de parte del cobro de los dineros del narcotráfico y del manejo de algunas de las rutas privilegiadas, junto con Daniel Rendón, ‘Don Mario’.

Para el 2002, ‘Otoniel’ y ‘Don Mario’ fueron enviados con centenares de hombres a Meta para hacer parte del bloque Centauros que Vicente Castaño le vendió a Miguel Arroyave. Tras el asesinato de este y de Castaño en el 2004, producto de vendettas, ‘Otoniel’ y ‘Don Mario’ retornaron a Urabá una zona que consideraban segura y conocían muy bien.

Allí comenzaron la creación de una disidencia que bautizaron autodefensas ‘gaitanistas’, que fue el embrión de lo que hoy se conoce como ‘Urabeños’. Tras el arresto de ‘Don Mario’, en abril del 2009, la banda quedó en manos de los hermanos Úsuga.

El control de las principales rutas de salida de droga por el golfo de Urabá les permitió conseguir el músculo financiero necesario para iniciar una expansión, la cual aún continúa, aprovechando la captura, la extradición o la muerte de sus rivales en diferentes lugares del país.

Quienes los han perseguido y quienes conocen a ‘Otoniel’ coinciden en afirmar que capturarlo no será fácil. Nunca usa un celular. Jamás duerme dos noches en el mismo sitio. Se moviliza entre montañas y selvas a lomo de mula o caminando con un grupo de no más de cinco escoltas. No es mujeriego y casi nunca toma licor. Rara vez se le ve en una vereda y desde hace años no visita un pueblo, por pequeño que sea.

“Tiene lo peor de los todos los mundos delincuenciales. De los paras aprendió, y lo aplica, que el nivel de sevicia a la hora de ordenar matar le garantiza respeto y miedo. De los narcos, a hacer negocios de droga. De la guerrilla tiene la disciplina y aprendió desde joven a vivir en la selva sin necesitar nada. Es un puro animal de monte”, afirma un oficial antinarcóticos que lo ha perseguido durante dos años. El reto es dar con este hombre que desde la manigua maneja la única estructura delincuencial que aún persiste en el país.