imageCosecha Roja.-

El domingo a la mañana tres niñas de 13, 12 y 4 años se escaparon de una casa en Monte Chingolo. Estaban encerradas y desnutridas y las golpeaban. La policía detuvo a Graciela Ledesma y Jorge Russo, y allanó la casa. Hoy el fiscal Jorge Grieco confirmó que otra joven de 19 años también fue víctima y testigo del sometimiento que sufrieron las tres chicas rescatadas.

La testigo se acercó a la fiscalía cuando vio el caso por la televisión y contó detalles lo que vivió en la casa de Lanús. “Las hacían dormir a la intemperie o en el suelo”, dijo ante los medios.

Grieco no descartó que haya más casos y aseguró que tiene “pruebas y testimonios de vecinos y personas allegadas al barrio”, según informó Télam.

El foco original del caso se había concentrado en el secuestro de casi 100 estatuillas de santos que los oficiales subían a una camioneta como si fueran ametralladoras. “Las religiones afro no tienen nada que ver con maltrato. Con la excusa de lo umbanda se tapan una serie de problemas de la sociedad argentina: la violencia de género, la familiar, la marginación”, dijo a Cosecha Roja Alejandro Frigerio, sociólogo y doctor en antropología. “En las religiones afro los chicos son absolutamente valiosos y la semilla del futuro”, agregó.

Hacía por lo menos un año que dos nenas de 12 y 13 años estaban encerradas en la casa de Graciela Ledesma y Jorge Russo, mai y pai de la religión umbanda, en Bouchard al 2000, Monte Chingolo. La de 4 hacía menos que había llegado y era hermana de la menor y prima de la mayor. Vivían con ocho personas más -la pareja y seis hijos de Graciela- en una casa con techos de chapa, pisos de tierra, sin condiciones de higiene y repleta de estatuillas religiosas y altares. Hombres robustos con calaveras en la mano, mujeres altas de pelo largo y lacio y collares de colores, caballos con cadenas doradas eran algunas. “A ningún periodista se le ocurre decir todo esto si lo que encuentran en la casa que allanan es una virgen”, dijo Frigerio.

En los rituales umbanda se hacen ofrenda para los chicos. Los orixas les reparten comida, regalos, golosinas, frutas. “Significa pasar prosperidad a las generaciones venideras”, contó Frigerio. En la casa de Lanús, las chicas no podían salir: la única puerta tenía un candado y las paredes de ladrillo de afuera tenían vidrio molido para que no pudieran trepar. “Eso llamaba la atención, las otras casas de la zona no lo tenían”, dijo a Cosecha Roja el fiscal a cargo de la causa Jorge Grieco. Las nenas contaron que les habían dicho que llegaría un dios y que iban a tener que beber aceite caliente. Según el sociólogo, ningún rito umbanda se parece a eso. “Se lo habrán dicho para asustarlas, como otros hablan del cuco”, dijo.

El domingo a las 7 de la mañana, mientras Graciela y Jorge dormían, las chicas lograron abrir la puerta, saltaron la reja, le hicieron piecito a la de 4 y corrieron por los pasillos de Monte Chingolo. Se metieron en lo de una vecina que las escuchó y las llevó a la comisaría 6ta de Lanús. Llegaron desnutridas, con bajo peso y lesiones visibles. “Estaban sobreadaptadas a las condiciones en las que vivían: tenían golpes, estaban lastimadas, no comían, no las bañaban”, dijo Grieco. “Utilizaban el poder vinculante y su estado de vulnerabilidad”, agregó. Frigerio opinó: “que los padres originales no tengan plata para criarlos y se los den a alguien no es tan raro en sectores populares. Tampoco es rara la desnutrición, que no vayan al colegio, que le peguen a los chicos o que haya violencia familiar”.

Raúl Quijano, policía del Comando Radioeléctrico, fue uno de los primeros en verlas. Contó que las escuchó y las llevó a su casa provisoriamente porque “no había lugar esa noche en los hogares”. Dijo a los medios que estaban asustadas, que esperaban órdenes para moverse y que las cosas que le contaron son “tan fuertes” que no quería repetirlas.

Ese mismo mediodía detuvieron a Russo, un changarín de 54 años. Recién a las seis de la tarde la encontraron a Ledesma, una mujer de 43 que dice en Facebook “no hago nada, loco” y que perdió un hijo hace casi tres años. No se resistieron al arresto y, según el fiscal, “se mostraron sorprendidos, desconocieron los hechos, dijeron que ellos habían sido buenos, que les habían ofrecido un hogar”. El lunes declararon en la fiscalía. Están acusados de lesiones graves, explotación sexual agravada, trata y reducción a la servidumbre agravada de las niñas.

Las niñas están bajo la tutela del Centro de Protección Zonal. “Están contenidas, atendidas por psiquiatras y médicos”. Pablo Navarro, titular de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la provincia de Buenos Aires dijo que fueron incorporadas al Programa de Hogares Convivenciales y que las hermanas están en un hogar, la prima en otro y que están “bajo tratamiento psicológico postraumático por la situación de violencia y maltrato que sufrieron”. También contó que estaban aterradas y que la menor “no conocía el agua caliente”. Según las chicas, fue su madre biológica la que las llevó en persona a lo de Graciela y Jorge. Aún no se sabe si las vendieron por dinero o por un trabajo. Si bien ya identificaron a la mujer, todavía no pudieron localizarla.

Personal de la Comisaría 6ta dijo a Cosecha Roja que durante el allanamiento se secuestraron todas las estatuillas, un CPU, un celular, libretas, anotadores y los documentos de las niñas. El fiscal buscará imágenes en la computadora que puedan servir para reconstruir los hechos. Además, encontraron a tres personas que fueron detenidas para identificarlas y luego liberadas. Eran dos de los hijos de Graciela y una amiga de la mujer.

La carátula de la causa es “trata de personas, abuso sexual agravado, lesiones graves y rebajar a servidumbre”. En los próximos días, y de acuerdo al parte médico, el fiscal escuchará el testimonio de las dos niñas más grandes bajo el sistema de Cámara Gesell. A la de 4 no se le tomará declaración porque consideraron que no es aconsejable.