1458578_271256076381361_246144353_nCosecha Roja.-

“Al cien, plebes”, saluda el Mini Lic, Dámaso López, en el muro de Facebook, a sus más de 6 mil amigos. “Buen día, plebes, estoy comiendo panqueques”, escribe y a casi trescientas personas les gusta eso. El resto son imágenes de armas doradas, platos de comida, dólares y culos “de hembras”. Dice que es empresario y se vende como el sucesor de El Chapo Guzmán.

“Los grupos del crimen organizado aprendieron tempranamente a utilizar la web como boletín de difusión y como espacio para amenazar a adversarios y a autoridades”, dijo a Cosecha Roja la antropóloga Rossana Reguillo. Las fotos de degollados, los videos de bolsas negras con muertos adentro y las cabezas desangrándose son parte de las disputas de poder. Las redes ya no sólo se usan para amenazar y dejar mensajes, la nueva generación busca otra cosa: transmitir glamour, demostrar riqueza. Según Ingrid Sarchman, licenciada en Comunicación Social, “la identidad se construye mostrándose”.“Los narcojuniors usan las redes para alardear de sus riquezas y posiciones. Lamentablemente no son falsos la gran mayoría de los perfiles. Eso es terrible y preocupante”, dijo Reguillo.

El Chino Ántrax (José Rodrigo Aréchiga Gamboa) no tiene cara: se auto blurea en las fotos. Muestra chupines azules, casas estrambóticas y Ferraris con ametralladoras talladas a pedido. “Es una Gucci, ¿no?”, pregunta una de sus más de 20 mil fans. “Sr. yo te admiro y kisiera ser como tú, saludos y fierro”, le escribe otro. Los dos pertenecen al Cártel de Sinaloa. El de Michoacán no se queda atrás y también tiene narcojuniors para sus voyeurs: el Broly Banderas es el potro de Los Caballeros Templarios. Se dice hermoso, se siente hermoso: sube fotos de distintas partes de su cuerpo. “Ustedes tendrán el arco de Cupido, pero yo tengo las flechas”, escribe. Y las chicas mueren por él.

Los hijos de los capos narcos vivieron su adolescencia en las redes sociales. Antes había algo de la identidad criminal que “aparecía velada, oculta”. Ahora “es como si se hubieran caído las barreras morales: se suben cosas a la web sin pensar en las consecuencias”, dijo Sarchman. Facebook explicita en su política de “derechos y responsabilidades” que no se puede publicar contenido que resulte “hiriente, intimidatorio o pornográfico; o que incite a la violencia; o que contenga desnudos o violencia gráfica o injustificada”. Según Sarchman aún existen vacíos legales, las demandas en la red social no suelen llegar al ámbito penal y se resuelven internamente. Para bajar una foto hay que denunciar: es un click que inicia un procedimiento. Pero en los perfiles de los narcojuniors no se denuncian, se festejan.

Serafín es el hijo de Ismael “el Mayo” Zambada, el único líder vivo y libre del Cártel de Sinaloa. El padre es el narco más buscado después de la caída de El Chapo Guzmán y hace 50 años que se esconde como el mejor. El hijo está preso pero su perfil de Facebook con 17 mil seguidores no. Él -o su fake- dice estar en el mundial de Brasil calzado fumando marihuana. Sube videos de los partidos, insulta a Leo Messi y se ríe de los que dicen que está en la cárcel. El día del padre subió una imagen de velas de dólares. Es decir: una pila de billetes, un cebo, una llama y un mensaje: “No te compré regalo apa pero espero ke con esto te alcance pa comprar una coca bien fria, lo amo viejo y siempre esta en mi corazon”.

El “fake” no es una figura nueva que haya nacido con las redes sociales, el imitador siempre existió. Pero ahora el trámite es más fácil: triple www, crear usuario, introducir contraseña, subir foto, aceptar. “Construir una identidad falsa funciona como un homenaje”, dijo Sarchman. Es admiración, es una forma de acercarse al ídolo. “Para algunas y algunos adoptar un perfil “falso” en el que se haga alarde de lo narco tiene que ver con la crisis de identidad y pertenencia que se experimenta en México”, dijo Reguillo.

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Cuando El Chapo fue preso, la gente salió de las redes a la calle para pedir su liberación. “Chapo: hazme un hijo”, decían los carteles y el hashtag fue #ILoveChapo. Fue trending topic.

Servando Gómez La Tuta -el único líder aparente del Cartel de los Caballeros Templarios- camina por la plaza de Tumbiscatio, Michoacán con una gorrita azul y el arma plateada en la cintura. Los vecinos lo rodean y lo saludan. Una niña le dan un beso en la mano. Suben el video a YouTube y causa furor en las redes:

De esa generación aprendieron los narcojuniors, que buscan imitar el vínculo con la gente, pero en las redes. “Buen día plebes”, saludan. Y les comparten su mundo donde hay mujeres voluptuosas, autos lujosos, fajos de dólares, líneas de cocaína, botellas de whisky y tigres de mascota. Cada post tiene cientos de likes, compartidos y comentarios: “Por pura foto me tiene usted enamorada”, “tan shulo mi shulo un beso gigante”.

En los perfiles -verdaderos o no- se mezclan fotos reales y falsas. La pila de dólares del perfil de Serafín Zambada, es una imagen de Associated Press.

“El culto al narcotráfico es más que una moda: se ha ido instalando lenta pero crecientemente en la sociedad mexicana”, dijo Reguillo. Y contó: “En internet se refleja lo que acontece en el día a día. La cultura narco tienen una importancia central en los imaginarios: el consumo suntuario, el poder sin límites y el desprecio a la vida”. Los narcojuniors crean su identidad en la cultura digital y forman parte de un fenómeno más grande. “Siempre existió el afán de mostrarse, de exhibir lo felices que somos, pero hoy están las herramientas al alcance de la mano”, dijo Sarchman.

 

Foto en el perfil de Serafín Zambada:

Foto en el perfil de Serafín Zambada

 

Foto de Associated Press:
Foto de Associated Press