familia gill

Análisis digital.-

El transcurso del tiempo siempre jugó en contra del esclarecimiento de la desaparición de estas personas en Crucecitas Séptima. La familia Gill fue vista por última vez el 13 de enero de 2002, y nunca más se supo de ellos. Las demoras sobre las decisiones tomadas en la investigación atentaron contra la posibilidad de hallar una esperanza para conocer qué sucedió. Un ejemplo es la última novedad surgida en torno al caso: el análisis de ADN realizado sobre unas muestras de sangre cotejadas con las de familiares de los Gill, arrojaron resultado negativo. El paso de los años perjudicó una prueba fundamental. Rubén José Gill, Mencho, de 56 años; Norma Margarita Gallego, de 26, y sus cuatro hijos, María Ofelia, de 12; Osvaldo José, de 9; Sofía Margarita, de 6, y Carlos Daniel, de 3, vivían y trabajaban en la estancia La Candelaria, del Departamento Nogoyá, propiedad de Alfonso Goette. Allí se realizó un estudio con luminol, que permitió levantar muestras de sangre, que luego se enviaron al laboratorio de la Universidad de Buenos Aires para ser analizadas. Pero la falta de fondos para pagar el estudio demoró todo otra vez. Recién el año pasado se enviaron muestras de material genético de familiares para cotejarlas con las levantadas en la estancia. Se sospechaba que, si la sangre correspondía a la de algún integrante de la familia Gill la desaparición podría tratarse de un hecho violento. Pero el tiempo afectó dichas muestras, y el resultado del análisis de ADN fue negativo. “No se puede determinar la pertenencia porque el paso del tiempo ha sido muy gravitante”, explicó el abogado querellante en la causa, Maximiliano Navarro.

El caso

El 13 de enero de 2002 los seis integrantes de la familia fueron vistos con certeza por última vez en el velorio de Máximo Vega, un conocido en la ciudad de Viale. A mediados de marzo, Otto Gill, hermano del Mencho, intentó comunicarse con ellos, pero no hubo respuesta. Luisa, otra hermana, viajó hasta Crucecitas Séptima. Allí el patrón Alfonso Goette le dijo que no sabía nada, y se radicó la exposición policial.
La causa fue caratulada al principio, por el juez de Instrucción Jorge Gallino, como Averiguación de paradero.

El primer allanamiento que ordenó fue 18 meses después, el 10 de julio de 2003. Otro fue sucesivamente postergado por “inclemencias climáticas”: del 29 de julio de 2003 se pasó al 5 de agosto, y se pospuso para el 13 del mismo mes.
“En el rastrillaje toda la gente del campo vio que no se hizo nada, que Alfonso Goette les carneó una vaquilla y les dio de comer a los policías y que los perros no participaron de la búsqueda”, relató Adelina Gallego.

Elvio Garzón fue el primer abogado de Otto Gill, quien tuvo varios altercados para poder constituirse como querellante. Los familiares afirmaron que no eran atendidos por el juez.

El dueño de una gomería, José Domingo Haller, apareció luego como nuevo testigo: dijo que vio a la familia cuando le llevó un Chevrolet Súper azul a reparar una rueda, y que allí le comentaron que viajaban a Corrientes. La procedencia del auto nunca se pudo establecer, y todos sabían que los Gill no tenían vehículo y siempre se manejaron en remís.

Otro dato relevante es que el celular de la familia, de la empresa de telefonía CTI, continuó activado hasta abril de 2003, 15 meses después de la desaparición.

Otro análisis de algunas pruebas levantadas en el lugar, además de las manchas de sangre, como insectos que serían de la fauna cadavérica, no arrojaron resultados auspiciosos, porque el tiempo transcurrido lo impidió, publicó Uno.