empalado

Cosecha Roja.-

El 24 de diciembre a la tarde, Miguel Ángel Rojas atendió el teléfono de la remisería de Puerto Esperanza, en Misiones. Sin decir nada a sus compañeros, se subió al Peugeot 405 que alquilaba y se fue. No se supo más de él hasta el sábado, cuando un grupo de vecinos encontró su cadáver en una zona rural. Había sido torturado, empalado y castrado. Finalmente, lo asesinaron de cuatro disparos. La policía investiga una posible venganza narco.

Miguel Ángel tenía 23 años y vivía con su mujer y sus dos pequeños hijos, de dos y cuatro años, en Puerto Esperanza, un pequeño pueblo ubicado a poco más de 50 kilómetros de la triple frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil: una zona caliente de contrabando y narcotráfico. El joven trabajaba en la remisería de la terminal de ómnibus junto a sus dos hermanos, Javier y Juan Miguel.

La tarde del 24, a las 3.20, atendió una llamada y se fue sin decir nada. A nadie le llamó la atención: “en las fiestas hay mucho trabajo”, explicó a Cosecha Roja uno de los hermanos del joven.

Sobre lo que pasó después, hay versiones contradictorias. Uno de los compañeros de Miguel Ángel dijo que lo vio un rato más tarde en la remisería. Que estacionó su auto al final de la fila de remises, aparecieron dos hombres, se subieron al coche y partieron. Según Juan Miguel Rojas, su hermano, después de atender el llamado de las 3.20, nunca volvió a la remisería. La última vez que lo vieron fue en una estación de servicio, en la que cargó 50 pesos de nafta.

A la noche, los hermanos de Miguel Ángel fueron hasta la comisaría a hacer la denuncia e iniciaron la búsqueda con vecinos y compañeros de trabajo del joven. Durante doce días no tuvieron noticias.

El sábado, en una de las búsquedas habituales, miembros de una comunidad guaraní encontraron el Peugeot 405 abandonado en la zona rural de Mado, 15 kilómetros al sur de Puerto Esperanza. A unos 200 metros de ahí, en un charco de sangre estaba el cadáver de Miguel Ángel, desnudo y con signos de tortura.

Según los investigadores, los dos hombres encañonaron al remisero con un arma y lo obligaron a salirse de la ruta. Lo maniataron con los cordones de sus zapatillas y con su remera y lo ataron a un pino. Ahí, lo golpearon y le arrancaron tres dientes. Después lo desvistieron, lo empalaron y le cortaron los testículos. Esta última herida provocó una fuerte hemorragia pero no llegó a matarlo. Mientras se desangraba, los atacantes le pegaron cuatro tiros.

Por el momento, la investigación no tiene detenidos ni sospechosos. La causa recayó en un juzgado Civil de Puerto Iguazú –el de Instrucción está de feria- y la investigación la lleva adelante la policía local junto con la División Homicidios de la Unidad Regional de la capital provincial. Por el grado de ensañamiento de los asesinos, la principal hipótesis es una posible venganza narco.