Mundo Narco.-

Los delincuentes respondieron con una descarga de lanzagranadas y rifles de asalto AK-47, dejando inservible un vehículo de la policía federal.

Tres días de combates dejaron 22 miembros del cártel de los Zetas, dos policías y un soldado muertos, de acuerdo con datos militares. Además, 20 Zetas fueron arrestados y decenas más huyeron.

La batalla podría parecer una escena de la guerra en Afganistán, pero ocurrió a sólo 72 kilómetros al sur de la frontera con el estado de Texas, en Estados Unidos.

Y fue sólo uno de decenas de combates que se han registrado en el noreste de México en los últimos meses mientras soldados, infantes de marina y policías participan en una mortal cacería contra itinerantes escuadrones de los Zetas.

Formado en 1998 por 14 soldados retirados mexicanos, el cártel ha crecido hasta convertirse en un comando de más de 10,000 hombres armados que actúan desde Río Bravo, en la frontera con Texas, hasta lo más profundo de Centroamérica.

Su rápida expansión ha desplazado a bandas de narcotraficantes mexicanos más antiguas en muchas áreas, dándole a los Zetas una posición dominante en el multimillonario negocio del tráfico transfronterizo de drogas, así como también en la extorsión, el secuestro y en otras actividades criminales.

Pero son sus sangrientos ataques lo que les ha dado notoriedad y los ha hecho tan temidos.

Parte de sus miembros fueron arrestados por algunas de las peores atrocidades cometidas en la guerra contra las drogas en México, entre ellas el asesinato de cientos de personas cuyos cadáveres han sido encontrados en fosas comunes con una frecuencia alarmante.

Además, han sido culpados por la masacre de 72 trabajadores inmigrantes, en su mayoría centroamericanos, que se dirigían a Estados Unidos y del incendio de un casino que cobró 52 vidas.

En mayo, soldados mexicanos anunciaron la detención de Daniel Elizondo, alias “El Loco”, uno de los líderes de los Zetas y sospechoso de ser el autor de la masacre de 49 personas cuyos cadáveres fueron arrojados en una carretera a mediados de ese mes, decapitados y sin extremidades.

En el último mes, los Zetas han sido vinculados a la decapitación de 18 personas cerca de Guadalajara y de haber colgado de un puente a otras nueve en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo.

En ambos casos, el cártel dejó mensajes firmados en las escenas de los crímenes, asegurando que las víctimas eran traficantes rivales.

Agentes mexicanos y estadounidenses dicen que las tácticas paramilitares de los Zetas -basadas en operativos armados de pequeñas e itinerantes células- y la indiscriminada violencia son las fuerzas impulsoras detrás de una reciente escalada en la guerra contra las drogas que se desarrolla en México.

Este conflicto entre las fuerzas gubernamentales y los cárteles, y también entre los propios grupos, ha cobrado unas 55,000 vidas en los últimos cinco años, entre ellas más de 3,000 policías y soldados.

Los Zetas representan un desafío mayor para el Gobierno que los otros cárteles, debido a la intensidad de sus ataques contra las fuerzas de seguridad, su desprecio por la vida civil y la ferocidad de sus actos criminales que rompen los códigos tácitos de los narcotraficantes comunes.

Esta brutalidad ha convertido a una de sus principales áreas de operación, en el noreste de México, en una zona prohibida para muchos empresarios y turistas.

Policías y soldados mexicanos dicen que los Zetas son más parecidos a grupos insurgentes que a los cárteles tradicionales.

“Actúan como una guerrilla urbana”, dijo Florencio Santos, un militar retirado que actualmente es director de la policía del municipio de Guadalupe, una ciudad ubicada en las afueras de Monterrey.

“Hacen una llamada para que salga la policía, luego hacen un bloqueo en la calle en frente de la patrulla y abren fuego de frente y de lado”, agregó.

Los agentes antidrogas dicen que los objetivos de los Zetas también difieren de los del narcotráfico tradicional.

Mientras los antiguos cárteles se centran en las rutas de tráfico y en las áreas de productores de droga, ellos se mueven en cualquier pueblo o ciudad donde puedan llevar a cabo extorsiones y otros delitos.

“Han creado un nuevo modelo de crimen organizado y han llevado la violencia a nuevos niveles para tratar de acabar con los viejos cárteles”, dijo Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacionales de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por su sigla en inglés).

“Esto tiene desestabilizadas a muchas áreas de México”, añadió.

La unidad de investigación especializada en delincuencia organizada de México, la SIEDO, reveló en un informe que los Zetas ahora controlan un territorio mayor que el cártel de Sinaloa, la organización más antigua y con más dinero del narcotráfico, liderada por Joaquín “El Chapo” Guzmán.

El reporte, divulgado en enero, dice que mientras los sinaloenses operan en 16 de las 32 entidades federales de México, los Zetas están en 17.

Y también están introduciéndose en Estados Unidos.

Un gran jurado en Laredo, Texas, acusó en abril a cuatro sospechosos de pertenecer a los Zetas de conspiración para traficar drogas y asesinatos en pleno territorio estadounidense.

Los cargos siguen a otro juicio llevado a cabo en enero en Laredo en el que dos presuntos integrantes del cártel fueron encontrados culpables de posesión ilegal de armas y de homicidio.

Algunos sicarios de los Zetas están siendo procesados por fiscales mexicanos por estar presuntamente detrás de la muerte del agente de aduanas estadounidense Jaime Zapata, que se produjo en México en el 2011.

Zapata fue el primer agente estadounidense en ser asesinado en servicio en México desde la década de 1980.

El Gobierno estadounidense ofrece una recompensa de 5 millones de dólares por la captura del jefe de los Zetas, Heriberto Lazcano, de 37 años, alias “El Verdugo”, quien desertó del Ejército siendo muy joven y se pasó al mundo del crimen.

Zona de guerra

La región donde operan los Zetas en la frontera con Estados Unidos, pasó a ser la región más violenta del país.

En el estado de Nuevo León, donde se ubica la rica ciudad industrial de Monterrey y de pueblos como Vallecillo, se produjeron entre enero y mediados de mayo más de 685 asesinatos relacionados con el tráfico de estupefacientes, de acuerdo a estadísticas divulgadas en medios de comunicación.

Esto puso a Nuevo León por delante incluso del estado de Chihuahua, donde ocurrieron 560 asesinatos relacionados con choques entre bandas de narcotraficantes y cuya capital, Ciudad Juárez -dominada por el cártel de Juárez-, era la de más muertos por violencia en México.

Nuevo León parece una zona en estado de sitio. Los grafitis de los Zetas marcan el territorio del grupo y muchos pobladores, conscientes de que sus sicarios asesinan regularmente a personas acusadas de soplones, tienen demasiado miedo como para colaborar con la policía, que muchas veces es cómplice de los criminales.

Miembros de las distintas fuerzas de seguridad de Nuevo León dicen que sólo se trasladan en convoyes con al menos 30 soldados debido al peligro de ser emboscados por los narcotraficantes.

Santos, jefe de la policía de Guadalupe, sobrevivió a un ataque de ese tipo en septiembre gracias a que las balas no perforaron su vehículo blindado.

“Fue un momento de mucho miedo”, dijo Santos. “Pensé que las balas iban a entrar, pero aguanté la troca hasta que llegaron otros policías”, añadió.

Sin embargo, algunos de sus compañeros policías no tuvieron la misma suerte. El año pasado, los Zetas asesinaron a 13 de los 300 oficiales que vigilan las calles en Guadalupe y destruyeron 48 patrullas en ataques de ese mismo tipo.

Santos y la mayoría de sus oficiales ahora duermen dentro de los cuarteles para protegerse.

Los Zetas son ayudados por una red eficaz de espías. Los halcones, como se les denomina, suelen ser hombres jóvenes y mujeres a los que se les paga cerca de 600 dólares mensuales, según la policía de Guadalupe. En un país con un salario mínimo de alrededor 5 dólares por día, ese es un dinero que puede comprar mucho apoyo.

Cuando un reportero de Reuters acompañó recientemente a la policía de Guadalupe en un patrullaje, los oficiales escuchaban una frecuencia de radio utilizada por los mafiosos.

En los audios se oía a los halcones de los Zetas advirtiendo a sus superiores sobre un convoy de vehículos de la policía que entraba en un barrio pobre en las afueras de Monterrey.

Santos, el jefe policial, contó que él combatió a la guerrilla zapatista cuando se alzó en armas en el sureño estado de Chiapas en 1994 dentro de su lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Los Zetas, recalcó, son un enemigo más letal.

“Tienen mucho más entrenamiento y mejores armamentos de los que tenían los zapatistas”, sostuvo.

En dirección al norte

El líder supremo de los Zetas, Lazcano, nació en 1974 en el pueblo de Acatlán, en el estado de Hidalgo, según los registros locales.

Esta comunidad de granjas ganaderas y parcelas de maíz, situada a más de 960 kilómetros de la frontera entre México y Estados Unidos, ofrece pocas oportunidades a sus jóvenes. Muchos se dirigen al norte para entrar ilegalmente a Estados Unidos o se unen a las fuerzas armadas.

Cuando era niño, Lazcano se trasladó con su familia a la cercana ciudad de Pachuca, estableciéndose en el barrio de clase trabajadora de Tezontle, según la policía.

El enjambre de calles polvorientas y casas de bloques de cemento sin pintar se encuentra junto a una base militar, donde los registros muestran que Lazcano se alistó en la fuerza armada mexicana a los 17 años para ser soldado de infantería.

Lazcano siguió los pasos de los fundadores de los Zetas, muchos de los cuales provenían del centro y sur de México y sirvieron en divisiones militares -infantería, caballería motorizada, fuerzas especiales-, que con frecuencia reciben entrenamiento de Estados Unidos.

Un cable diplomático estadounidense publicado en el 2009 por WikiLeaks mostró que al menos uno de los Zetas, Rogelio López y quien fuera teniente de infantería, fue entrenado en Fort Bragg, Carolina del Norte.

Manuales estadounidenses de entrenamiento desclasificados usados por oficiales de Latinoamérica incluyen secciones sobre inteligencia de combate y el uso de informantes, ambos puntos fuertes del grupo narco más violento de México.

Lazcano desertó de la infantería en 1998 para unirse a los Zetas, liderados por el ex paracaidista Arturo Guzmán Decena.

En ese tiempo, la banda aún era devota a su misión original: actuar como cobradores de deudas y sicarios para el cártel del Golfo, en ese entonces uno de los grandes cárteles del país que trasladaba cientos de toneladas de cocaína, marihuana y heroína a Texas.

Los encargados de cumplir estas misiones adoptaron el nombre de Zeta a partir de una señal de radio que Guzmán había utilizado cuando era paracaidista. Guzmán se autobautizó como Z-1 y Lazcano se convirtió en Z-3.

Unos meses más tarde, después de que soldados mexicanos mataron a tiros a Z-1 y a su segundo al mando, Lazcano asumió el control a los 28 años y el grupo comenzó una rápida expansión como el brazo armado del cártel del Golfo que dirigía el capo Osiel Cárdenas, actualmente preso.

Propagaron el nombre de la banda en las calles e incluso lo promocionaron colgando mantas de los puentes:

“Grupo operativo Los Zetas te quiere a ti, militar o ex militar”, decía un mensaje.

“Ofrecemos buen sueldo, comida y atenciones a tu familia. Ya no sufras maltratos y no sufras hambre”, rezaba otro.

Reclutaban a jóvenes pobres, ex soldados, miembros de otras pandillas y hasta mercenarios extranjeros, incluyendo algunos que habían trabajado en las fuerzas especiales Kaibil de Guatemala, según el Ministerio de Seguridad del país centroamericano.

Los kaibiles, una fuerza de contrainsurgencia, están acusados de cometer atrocidades durante la guerra civil en ese país.

Mientras los Zetas crecían, también lo hacían sus ambiciones, lo que generó tensiones con el cártel del Golfo.

Las primeras grietas en la alianza aparecieron en el 2007, cuando los líderes del Golfo llegaron a un acuerdo de paz con el cártel de Sinaloa, una acción que fue vista por los Zetas como una traición, según el testimonio de Jesús Rejón, miembro fundador del grupo, o Z-7, tras su arresto en el 2011.

En el 2010, las tensiones se desbordaron hasta convertirse en un enfrentamiento abierto debido a que los Zetas comenzaron a atacar a miembros del cártel del Golfo donde los encontraran y a adjudicarse el territorio para sí mismos.

El cártel del Golfo, aliado con sus viejos rivales del cártel de Sinaloa respondieron a la afrenta, envolviendo a la región en la violencia.

Economía mafiosa

Es imposible determinar la participación de los Zetas en el mercado estadounidense de narcóticos, que según Naciones Unidas tiene un valor total cercano a los 60,000 millones de dólares anuales.

Pero está claro que su principal zona de influencia incluye algunas de las más codiciadas rutas de tráfico hacia Estados Unidos.

Más de 8,500 camiones cruzan diariamente a Texas desde la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, el doble de los que lo hacen desde Tijuana o Ciudad Juárez.

Para almacenar y mover las drogas, los Zetas han instalado células en Laredo, Dallas y Houston, según una audiencia realizada en enero en una corte federal de Estados Unidos, donde fueron condenados dos miembros de una de estas unidades por homicidio, crimen organizado y portación ilegal de armas.

La evidencia obtenida a través de grabaciones y declaraciones de testigos mostró que las células también transportan hacia México armas compradas en Estados Unidos y dinero en efectivo.

Fiscales federales de Estados Unidos en Texas dicen que hombres armados de los Zetas han llevado a cabo al menos ocho asesinatos en suelo estadounidense hasta la fecha.

El cártel también ha obtenido miles de millones de dólares al diversificar su accionar a extorsiones, secuestros, piratería de productos e incluso robo de crudo desde oleoductos del monopolio estatal mexicano, Pemex, señalaron agentes estadounidenses.

En un reporte reciente, Pemex indicó que había perdido 11.7 millones de barriles de crudo por robos entre el 2010 y el 2011 y señaló al cártel como el principal culpable.

Esa multiplicación de actividades criminales rompe con los hábitos de cárteles más antiguos dedicados al tráfico de drogas.

Y mientras los Zetas han hecho dinero con un portafolio de crímenes, las bandas que los imitan se han expandido, adoptando nombres tales como “La mano con ojos”.

En Guadalupe, el jefe de policía Santos dijo que el grupo recibe pagos a cambio de protección, un método conocido como “cuotas”, de taxistas, restaurantes y otros negocios locales.

“La mayoría paga por miedo de lo que los Zetas van a hacer”, afirmó.

Durante un reciente patrullaje, la policía fue llamada a la escena de un tiroteo y halló a un hombre dedicado a la venta de autos acribillado a balazos, en lo que habría sido una represalia por no pagar sus “cuotas” o “derecho de piso”.

Supuestamente, ése fue el caso de un casino que los Zetas incendiaron en agosto del año pasado a plena luz del día, donde murieron 52 personas.

El afán por el dinero obtenido mediante la extorsión ha promovido el avance del grupo criminal a lo largo de México, dijeron investigadores.

“Lo que quieren hacer es controlar el territorio y el espacio físico, donde simplemente pueden cooptar a otros negocios y recaudar sus ‘impuestos'”, aseguró Steven Dudley, del grupo de análisis InSight Crime, en Washington, Estados Unidos.

“Este modelo es fácilmente repetible”, apuntó.