Francisco Cuamea. Noroeste.com.

De niñas jugaban a las muñecas, de grandes, controlan células del crimen organizado.
Son las mujeres que van ascendiendo en la jerarquía del mundo criminal y de las que da cuenta Las jefas del narco, reciente libro coordinado por Arturo Santamaría Gómez y escrito por ocho estudiantes de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Fue la casa editorial Grijalbo, sello de Random House Mondadori, la que le apostó a esta creación sinaloense, que guarda el equilibrio entre la academia y el periodismo. En su primer tiraje, que apenas acaba de salir a la luz, se imprimieron 12 mil ejemplares, el segundo tiraje más alto para una primera salida.

Santamaría Gómez, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS, explica el valor de esta obra en dos vertientes. La primera es que se aborda el tema del narcotráfico desde una perspectiva de género y escrito la mitad de él por mujeres.  La segunda, que es un trabajo completo que pasa de la entrevista a profundidad y la crónica periodística al ensayo, sustentado en un rigor académico. Pero sobre todo, escrito por jóvenes investigadores y periodistas cuyas edades oscilan entre los 21 y 28 años.

“Es una perspectiva de género (la aproximación al tema)”, explica el también articulista de Noroeste. “Estamos hablando de mujeres metidas en la actividad a nivel de mando con mucha influencia, varias de ellas con muchas trayectoria, aunque jóvenes, y que la mayoría de ellas está libre, y hablan con una franqueza, una desnudez absoluta del tema de las relaciones con el poder político, de Estados Unidos, con la policía, de todo mundo”.

O como dice la Valentina R1: “Al fin hay más que ganar que lo que se pudiera perder”.

Mujeres de poder

El celular de Christian timbró. La voz le preguntaba si ella era ella, es decir, si era Christian la que estaba haciendo una investigación sobre mujeres en el narco. Ella dijo que sí.

“Pues entonces, queremos verte”, le dijeron.

“Es impresionante cómo se dan cuenta de todas las cosas”, expresa la joven de ojos verdes.

Cuenta que le dieron indicaciones y la recogieron en un determinado punto. Le vendaron los ojos para que no descubriera el trayecto a la guarida. La cita se repitió dos veces más y con nuevas protagonistas.
“Yo no supe a dónde me llevaron, muriéndome de miedo, con toda la adrenalina y sólo a escuchar, sin grabadora, sin absolutamente nada, y escuchando lo que ellas estaban diciendo: ‘nosotros somos mejores’, ‘yo antes era la chacuana (una tortuga fea) y ahora mírame, cómo soy'”, cuenta Christian Moreno Lizárraga, alumna de maestría de Santamaría Gómez.

Los resultados de las conversaciones de la joven investigadora con jefas del narco concluyeron en el artículo Mujeres de arranque, mujeres de poder. Las causas de su entrada a la criminalidad y su ascenso son variadas, lejos de todo cliché. Unas por herencia, otras por necesidad y otras por voluntad.

“Hay algo muy importante de que, a partir de que inicia esta guerra (y con sus dedos hace el gesto de entrecomillas) en contra del narcotráfico caen muchos hombres, la mayoría de las muertes en los primeros años de guerra son hombres, de ahí que cuando mueren los hombres te preguntas, ¿quién queda?”, dice.

“Y cuando te das cuenta, es que son las mujeres las que han tenido que tomar el mando porque el esposo ya murió, porque a su papá ya lo mataron, porque también necesita un empleo, porque en lugar de generar empleos han generado muertos, entonces no hay en qué trabajar”.

Noroeste: ¿Qué fue lo que más te impresionó?
Me impresionó que las mujeres no dejan de ser mamás, no dejan de ser ellas, siguen siendo protectoras, siguen siendo la mujer mexicana que protege al hijo, a la mamá, al papá, a la familia, pero también a tu grupo que está trabajando para ti.
En una parte de su texto, en la página 144, aparece lo irremediablemente cotidiano de la tragedia mexicana.

“Recuerdan ellas, las sicarias, que cuando eran niñas también jugaban a los trastecitos, a las monas”, describe, “los juegos eran sanos.
“Con sus cabellos sueltos, libres como ellas, salían a jugar a las escondidas, sin ocultarse de los policías, ni de los contras, sólo de sus amigos…. Hoy se esconden cuando se avientan un jale y se exhiben cuando todo está bajo control”.

Un impulso colectivo
En 1997, Arturo Santamaría Gómez escribió el libro El culto a las reinas en Sinaloa y el poder de la belleza que, aunque fue criticado en los círculos locales, llamó la atención en la Ciudad de México.
En particular, la obra del académico de la UAS incluía un capítulo sobre las reinas de belleza ligadas al narco.
Rafael Molina, periodista y amigo de Santamaría, le planteó presentar el libro a una editorial de mayor alcance. Era el año 2000.
El autor no se mostró muy convencido, pero Molina se movió y comenzó a contactar casas editoras.
“¡Ya ves, te dije!”, reclamó Molina a Santamaría cuando salió el libro de Miss Narco, del periodista sinaloense Javier Valdez.
Finalmente se convenció y aceptó iniciar la aventura que a la postre culminaría con Las jefas del narco. Y presentaron a Random House el proyecto colectivo que incluía textos de ocho jóvenes investigadores y periodistas, dos de Culiacán y el resto de Mazatlán, alumnos de licenciatura, maestría y doctorado de Santamaría.
En una reunión con los editores que se prolongó hasta por dos horas y sin ver, sin leer aún los textos, contrataron el trabajo y decidieron tirar 12 mil ejemplares.
“¿Qué les atrajo?, lo novedoso del enfoque, un libro de mujeres, de género, pero no sólo de amantes sino de jefas, que están libres y escrito la mitad de él por mujeres”, explica el también articulista de Noroeste.
Para Rafael Molina, quien también escribió el prólogo de la obra, lo interesante de Las jefas del narco es que expone un fenómeno que actualmente es vigente, que está ocurriendo.
“(Las mujeres) Ya pasan a otro plano, ya están en un nivel de organización incluso empresarial, no solamente son líderes de una célula, sino que son administradoras del negocio”, explica.
“No había una reflexión ni una mirada de autores sinaloenses, pero desde dentro, hay una amplia gama de libros sobre el tema, (con excepción de Javier Valdez) todos son de la Ciudad de México. A partir de Las jefas del narco se abre un nuevo paradigma”.