David Espino para Cosecha Roja.-

Fondo negro a cuadro.
Entre sombras, aparece un hombre sentado de lado y agarrando algo, al parecer un volante de automóvil o el respaldo de un asiento. De la cara morena resalta, a pesar de lo oscuro, un bigote espeso y negro. Se alcanza a ver una camisa a rayas grises de manga larga, y un pantalón caqui de vestir. En el fondo, una transmisión ruidosa de radio de banda civil rompe el brevísimo silencio. “Aquí el detenido…” se adivina que se oye.
Voz en off que sale de la oscuridad. Al parecer, de quien graba la escena.
– ¿Cómo se llama?
–Yo soy… Ignacio de Jesús Valladares Salgado.
–Presidente electo de Teloloapan –completa la voz, golpeada esta vez.
–Presidente electo de Teloloapan –reafirma Ignacio de Jesús con la cabeza agachada.
–Ok…

Quince segundos han pasado desde que la cámara está grabando un video que aparecería días después en YouTube, que ha sido visto por más de cien mil usuarios (108 mil 968, para ser precisos desde la última vez que fue visto) y que fue repetido decenas de veces por todos los noticiarios de México, muchos más del extranjero y objeto de noticia en la prensa local y del exterior.

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–La razón por la que está aquí –le indican al alcalde que no atina mirar a su interlocutor– es porque queremos que nos… este, tener al pueblo tranquilo de Teloloapan, y todo eso está en sus manos. Entonces, hoy queremos que se comprometa, con nosotros, a poner… este, un director como quedamos. Explíqueme cómo quedamos.

Ignacio Valladares se mueve en el reducido espacio de su asiento. Una tenue luz entra del techo y le ilumina parte de la cara. Pudiera ser el quemacocos del vehículo en el que está. Dos bolígrafos resaltan de la bolsa de su camisa.
–Si –dice, mirando otra vez hacia abajo– por mi parte tengo el compromiso, con ustedes y con toda la ciudadanía, de poner un director de Seguridad Pública –cuando menciona esto regresa a ver hacia atrás, como dirigiéndose a alguien que lo escucha desde el asiento trasero– que sea una persona que sea ajena a los intereses de otras personas, que sea neutral y que se dedique a trabajar, al igual que yo lo pienso hacer, por el beneficio de toda la ciudadanía.
–Ok. ¿de dónde sería ese director?
–En…
–¿Cuál es la opción?
–En este momento desconozco quién pudiera ser pero sí hago el compromiso de que voy a buscar una persona que sea ajena a los intereses de cualquier grupo y de cualquier persona siempre atento a beneficiar y a cuidar la integridad física de los ciudadanos del municipio de Teloloapan.
–¿Usted hace ese compromiso con nosotros?
–Yo hago este compromiso el día de hoy con ustedes. Y sobre todo, hago el compromiso de que así como lo hice como diputado…
–Con nosotros, Familia Michoacana –lo interrumpe una voz que, en efecto, viene de atrás, de una persona que está sentada atrás de él.
–Con ustedes… Familia Michoacana… –dice entonces en voz baja Ignacio de Jesús.
–Familia Michoacana –le recalca fuerte el hombre de atrás y casi al mismo tiempo se lo recuerda el hombre que graba.
–¡Nosotros somos de la Familia!

Ignacio de Jesús regresa a ver a ambos lados, trata de no turbarse. Acaso de no mostrar que quienes dominan la situación son ellos. Continúa:
–… Porque así como lo hice como diputado, que atendí a la ciudadanía, realicé muchas obras, pues también mi intención… si Dios… si Dios nos presta vida –voltea a ver hacia atrás– es hacerlo ahora como presidente municipal.
–Usted tiene mucha amistad con los apás de nosotros, con los papás de nosotros –vuelve el hombre que graba–. Ha tenido amistad con ellos.
–Este… tengo una relación de amistad…
–Sí, y sabemos.
–Con quién exactamente –interviene el que está detrás.
–Pues desconozco su nombre –balbucea Ignacio de Jesús volteando a ver a ambos lados.
–Con nosotros, o sea… cómo le dicen –revira.
–¿Apodo? –completa el otro.
–Este… con el Pez –afirma al fin el alcalde e inclina la cabeza por un instante.
–Ok.
–Muy amigos –sigue diciendo el hombre de detrás.
–Este… pues no somos tan amigos pero…
–Igual, igual como nosotros pues, amigos –lo interrumpe, lo corrige la voz que viene de detrás de Ignacio de Jesús que no atina más que a asentar con la cabeza y mover a veces su brazo derecho.
–Por eso… –repone el hombre que graba, como para dejar la cosa más clara–. La razón de esto es que nosotros queremos tener tranquilo Teloloapan…
–Sí, señor –asienta el alcalde.
–Y mientras usted no se meta con algún grupo, nosotros lo vamos a tener controlado.
–Yo… este… tengo que decirles a ustedes…
–Ser neutral –lo interrumpe.
–…que no es mi intención –sigue el alcalde– meterme con nadie. Mi gran interés es tener la fiesta en paz, y… es, bueno… amo la vida y quiero la vida, como también… este… quiero la vida de mis seres queridos, ¿no? –lo dice entrecortado, regresando a ver a quien está a su espalda.
–Así es…
–Y, por supuesto, también…
–Pero a quién a… o sea –lo interrumpe la voz de atrás ahora más nítida, con un claro tono serrano.
–También respeto la vida de los demás –completa el enunciado Ignacio de Jesús.
–Ándele… pero aquí más que nada por la amistad que lleva con el señor Pez, con el patrón…
–Le estamos dando la atención –interviene para ayudar el que graba.
–Ajá…

El alcalde regresa a ver, un instante, sin brillo en los ojos, el lente de la cámara.
–Y aquí no va a pasar nada, porque somos amigos –lo tranquiliza el que está sentado detrás–. ¿Si o no somos amigos? ¿Usted con el señor Pez, nosotros… todos?
Ignacio de Jesús no hace más que mover la cabeza. Apenas un ruido le sale de la boca. Al fin repone:
–Somos amigos y este… yo espero este… pues que también gentes ajenas a ustedes me den la oportunidad de hacer las cosas como las tengo que hacer, porque… ustedes también saben que estamos enfrentados a otras situaciones, con otros grupos y que, pues yo me voy a mantener al margen de todo.
–Es lo que queremos que su policía se mantenga al margen –le reafirma quien sostiene la cámara–. Y es un compromiso que estamos haciendo orita…
–Sí… –dice el alcalde con la cabeza inclinada con naturalidad, por un instante, hacia adelante.
–…para que la fiesta esté en paz; y nosotros no nos metemos jamás con la policía. En cambio, si la policía, y quiero que sepa, si la policía vuelve a actuar en contra de nosotros, va arder Teloloapan.
–Yo lo que más anhelo es que Teloloapan tenga tranquilidad –responde Ignacio de Jesús directo a su interlocutor–. Y les quiero decir, y hago el… el… el compromiso…
–Teloloapan va a estar tranquilo siempre y cuando sígamos (sic) igual con la amistad que llevamos, tanto nosotros como usted –corta otra vez el hombre de atrás.
–Hago el compromiso –se repone Ignacio de Jesús, levanta el índice de la única mano que ha estado moviendo y regresa a ver, siempre, al de su espalda–, hago el compromiso de que, a todo el cuerpo policiaco de Teloloapan, en el momento en que yo ya asuma la responsabilidad y estén bajo mis órdenes, hago el compromiso de que los voy a invitar para que no se metan en problemas que les puedan generar a ellos dificultades mayores. Y que se dediquen a resguardar el orden.

El que graba lo interrumpe reacio, con tono de mando, le frena un “pero” en la boca y le hace bajar el índice:

–Y usted mismo, algún policía que vea usted que se está saliendo de la línea, usted tiene toda la obligación y el derecho de ponerlo en mal con el Ejército o con quien sea, con las autoridades competentes…
–Pero… –el alcalde intenta seguir– pero también es menester que yo les diga a ustedes de que a veces ni los propios hijos de nosotros… este… hacen lo que uno quiere que hagan, y entonces, si alguno, o algunos…
–Se descarrila… –le ponen la palabra.
–Se descarrilan, tendremos que actuar en consecuencia, para este, nosotros, este, pues despedirlos o ponerlos, en su defecto, a disposición de las autoridades competentes.
–¡Así mero! –festeja el de atrás.
–Correcto –repone el que graba–. ¿Usted tiene ese compromiso con nosotros, entonces?
–Sí, señor –responde el alcalde.
–Es todo.
Se van las leyendas amarillas del video, el alcalde regresa a ver otra vez, por un instante, el lente de la cámara, se mueve.
Corte.

La grabación del alcalde de Teloloapan (municipio de Guerrero situado al Norte del estado a unos 300 kilómetros de Acapulco) es sólo la aguja. El hilo que trae detrás es mucho más grande. En las pasadas campañas que culminaron el 1º de julio hubo levantones, secuestros y ejecuciones lo mismo de dirigentes partidistas, aspirantes a puestos de elección popular que de candidatos.
El 16 de marzo, hombres armados levantaron por más de 20 horas al dirigente del grupo perredista Unidad de Izquierda Guerrerense (UIG), Víctor Aguirre Alcaide, en Acapetlahuaya, municipio de la región Norte del estado. Sobre el episodio el mismo Aguirre habló de manera escueta.

–Me tenían en un cuarto en donde se escuchaba cómo estaban torturando a más personas… estuve retenido más de 20 horas; no es algo sencillo… gracias a dios estamos bien. Pero les voy a pedir que no le muevan, que ya no se publique –dijo cuando fue interrogado por reporteros un par de días después de su liberación.

Cuatro días después, el miércoles 20 de marzo, el dirigente del PRI en Coyuca de Catalán, Nabor Santiago Baltasar, y el ex alcalde Francisco Chávez Araujo fueron levantados en la carretera Arcelia-Teloloapan cuando inconformes por la definición de las candidaturas de su partido en aquella región decidieron venir a Chilpancingo a registrar su planilla a la alcaldía de ese municipio para competir en una elección interna.

Lo primero que se supo sobre el caso es que los priístas habían desaparecido en camino a la capital del estado; pero cuando por fin, días después, se conoció de ellos porque habían regresado a sus casas, no quisieron hablar de lo sucedido. Se supo, desde luego, que nunca llegaron a Chilpancingo donde registrarían su aspiración.

Antes, el 31 de enero, el aspirante a la alcaldía de Pungarabato por el PRI, Raynel Rodríguez Muñoz, fue levantado por un grupo armado. La información que se conoció hasta su liberación, cinco días después, es que Rodríguez había expresado su inconformidad por el proceso mediante el cual se seleccionó al candidato a presidente municipal en Pungarabato y anunció que impugnaría el proceso no sólo en las instancias de su partido sino en los tribunales electorales. Se supo que además de ser un prolífico empresario de la región, era un aspirante con amplias posibilidades de ganar la candidatura. Sin embargo, luego de que fue liberado, él mismo anunció en una conferencia de prensa dada a conocer por un diario de aquella ciudad, su retiro de la política.

“Doy gracias a dios por permitirme estar nuevamente con mi familia y mis amigos. También agradezco a todos los que se preocuparon por mi integridad física. Por el momento me retiro de la política y de toda actividad pública hasta dialogar con mi familia y dialogar sobre lo acontecido. Primero la amistad antes que la política”, fue lo último que dijo, según un diario de la región.

Y en la cadena de hechos ocurridos en el contexto de las campañas federales y locales el 5 de febrero un comando levantó a Virgilio Moreno Arcos, hermano del diputado federal Mario Moreno Arcos y precandidato del PRI a la alcaldía de Chilpancingo. Sobre esto no se conoció más información que los trascendidos; por ejemplo, que los hombres armados se llevaron de su casa a Virgilio y que horas después fue liberado. Tampoco se supo si los motivos de su retención fueron políticos o pidieron dinero para su liberación.

Un mes después de que Víctor Aguirre Alcaide y los ex dirigentes del PRD fueran levantados y liberados, un caso similar alertó a los políticos y a sus partidos. El 19 de abril, el candidato a diputado local del PRI en el distrito 21, Alejandro Trujillo Leguízamo, fue levantado junto con su secretario y su chofer en la entrada norte de Chilpancingo. Como ha ocurrido en todos estos casos, la información que se conoció fue por trascendidos y se llega a corroborar una vez que las víctimas son libradas.

Así fue como se conoció que junto con Trujillo iba el candidato del PRI a la alcaldía de Taxco, Salomón Majul González, pero que durante el plagio éste logró escapar. Los dos políticos venían a Chilpancingo a una reunión con el presidente de su partido, Cuauhtémoc Salgado Romero, y aunque no se supo el contexto de su liberación se conoció que ocurrió dos días después.

Los casos más extremos que han ocurrido en este entorno, son las ejecuciones del dirigente municipal del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en Atoyac, José Guadalupe Medina Acosta, la del coordinador del PRI en la región Norte, Horacio Barquín Ceballos y la del candidato a diputado local del PRD en Cruz Grande, Margarito Genchi Casiano.

El primero ocurrió en Cacalutla, el 16 de marzo a las 7:00 de la noche, cuando hombres armados llegaron a la pequeña tienda donde él despachaba y le dispararon con rifles AR-15, AK-47 y pistolas 9 milímetros. Medina, era además representante del PT en este municipio, y en el lugar donde lo mataron, en la orilla de la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo, quedaron más de 30 casquillos percutidos.
En el segundo caso, Barquín, que además era diputado suplente de Manuel Saidí Prats, fue asesinado en Taxco el 28 de abril. De acuerdo con la información que se conoció en ese momento, a las 6:00 de la tarde hombres armados llegaron hasta su casa, a cinco minutos de la ciudad, y le dispararon con armas de diferentes calibres.

La ejecución de Margarito Genchi fue la que conmocionó más. Fue el 11 de junio, menos de un mes antes de que se llevaran a cabo las votaciones. Poco antes de las 7:00 de la mañana, una camioneta se paró frente a su casa en el pueblo de Llano Grande. Margarito se preparaba para ordeñar sus vacas. Los hombres que bajaron fingieron que iban a comprar unos becerros, le preguntaron si tenía y por los precios. Le pidieron que se los mostrara. Margarito les dio la espalda y entonces le dispararon varios tiros calibre .9 milímetros y 38 en la espalda.