marihuana camionetaCosecha Roja.-

Era el líder de una banda que parecía una versión de Breaking Bad filmada en La Salada. Miguel Ángel Ramírez es un ex policía Federal. Lo condenaron a 18 años por el secuestro de Cristian Schaerer, pero seguía libre porque la pena no está firme. Le decían Patrón, y a veces no tenía suerte: sus camiones cargados de marihuana se rompían, los vigías se quedaban sin crédito en el celular o pinchaban una rueda cerca de un control de Gendarmería. “La banda de los correntinos”, como la bautizó la policía, trasladaba cocaína y marihuana desde Paraguay hasta el Gran Buenos Aires. La investigación de la DDI de San Isidro y el Juzgado Federal de Campana terminó con la detención de doce integrantes. Los encontraron en una posada de Tigre. Nada de lujos: un lugar con camas marineras y un anafe para cocinar.

El punto de partida era la ciudad Paso de Los Libres. Ahí, Francisco “Kuki” Gomez, en su taller mecánico, preparaba los vehículos. Vivía con su familia en una casita al atrás del local. El Patrón le llevaba autos para armar el doble fondo y disimular la droga.

Lejos del imaginario que construyen las series de televisión y las presentaciones espectaculares para las cámaras, la “banda de los Correntinos” se movía en la precariedad. En una de las escuchas, Ramírez se queja de que el camión quedó varado por la lluvia. En los viajes, él iba algunos kilómetros adelante de los camiones. Si veía un control policial, avisaba para que el chofer cambiara de ruta:

-Yo estoy a treinta kilómetros – dijo en una de las conversaciones grabadas por la justicia-. Písale un poco más porque así conversamos allá adelante y el otro pibe nos está esperando y acá no hay nada y el control de adelante así que písale y vamos rápido aprovechamos la siesta.

-Listo- respondió el camionero.

-Dale (en idioma guaraní) deja que se termine nomas mándale cumbia.

-Listo.

-Che escúchame, en el Primer Puente esta Gendarmería y en el segundo Puente esta la Policía si es que llegaste en los dos puentes.

-Listo.

-En el primero entrá al pueblo y en el segundo sí porque ahí está parando cerca de la Ram viste en el puente y entra de vuelta para el centro nomas y yo te espero acá en la Ram.

No siempre las cosas salían bien. En una de las conversaciones, no pueden avisar del control porque los teléfonos se habían quedado sin crédito:

-Te espero después de la vía, no me contesta se quedó sin crédito el teléfono y no recibe llamadas.

-¿Y de Hugo no tenes?

-No de Hugo no tengo.

-Y como vamos a saber que hay adelante porque ahí estaba cerrado.

-Si ya sé.

-Y tu hermano dijo que nos iba avisar pues.

-Y sí pero se quedó sin crédito, cómo nos va avisar.

-Pero él se va a dar cuenta cuando pasa y te va avisar a vos.

(..)

-Y bueno yo le voy a mandar mensaje, mándale mensaje de ese, decile llámame, llámame, ponele espero tu llamada y te va a llamar.

En Paraguay, Ramírez solía pagar 850 pesos por kilo de marihuana. El precio se multiplicaba al llegar a Buenos Aires. El 18 de junio llevaban un cargamento que les había costado 660 mil pesos: eran 777 kilos de marihuana. La camioneta tuvo un desperfecto y pinchó una rueda en el kilómetro 751 de la Ruta Nacional 14, cerca de Gobernador Virasoro, Corrientes.

El chofer se asustó: decidió que lo mejor era huir. En la carrera se olvidó de llevarse el celular. Ramírez se enteró poco después.

– ¿Y no quedó uno al lado?

– No, no dejó a nadie, boludo.

– ¿Y cómo no va a dejar (a nadie) este mogólico?

-Y… no le da.

Más tarde, uno de los miembros de la banda empezó a recibir mensajes desde el celular del chofer. Algo le resultó sospechoso:

-Sabés que a mí me está mandando mensaje -dijo en una conversación- y me da un lugar específico que yo le vaya a levantar que no pasa nada, pero no es así pues no son ellos esos. Esos son los milicos.

-Dios mío Juan, que problema boludo.

-Vos decís que los papeles, nada boludo.

-No, no le di nada, la tarjeta nomas, la tarjeta azul vieja nomas.

-No, no pasa nada ahí.

-Humm.

-No, no pasa nada ahí.

-Fuuuuuuuu

-Andate para allá. Ahí me acaba de mandar recién un mensaje que me mandó ahí.

-Haaa. Bue, y para donde voy?

-Y toma el colectivo, tomá un remis y andá a la terminal y de ahí andá a Posadas, de ahí toma un colectivo. Ahí te voy a mandar lo que me mando a mí a vos.

Unos días después, la noticia apareció en los diarios locales: “Narcos abandonaron más de 777 kilos de marihuana en Gobernador Virasoro”.

La causa empezó el 28 de noviembre de 2013. Una denuncia recibida en la DDI de San Isidro decía que un camionero iba a salir desde Corrientes con marihuana para vender al norte del Conurbano. También contó que se cargaría en la madrugada en el barrio Cien Viviendas, que la ruta pasaba por Campana, que iría en un camión disimulado con mandioca y que los dueños irían cerca, en otra camioneta.

“Hay dos tipos de causas: las que surgen a partir de un llamado anónimo que denuncia la llegada desde el norte del país de un camión con droga y las que investigamos a partir de información puntual sobre una persona o un vehículo involucrada en el tráfico de drogas”, a Cosecha Roja el juez federal de Campana Adrián González Charvay.

Después de meses de investigación se realizaron varios operativos -el primero a comienzos de julio sobre la ruta 12- en los que la policía secuestró 250 mil dólares, 600 mil pesos, 341 kilos de marihuana, 2 escopetas, 2 pistolas 9 milímetros, un revólver calibre 357 y pistolas 380.

“Hicimos más de 25 allanamientos. La banda compraba en Paraguay y vendía en Buenos Aires, Pilar, Moreno, Merlo, La Matanza y Tigre en grandes cantidades, de a 200 o 300 kilos”, dijo a Cosecha Roja el comisario mayor Sergio Rodríguez, de la DDI de San Isidro.

El principal distribuidor de la banda era Catalino Cáceres, un paraguayo de 42 años. En su casa de Merlo la policía encontró un kilo de cocaína, 73 de marihuana y un arma Browning 9 milímetros.

Cuando llegaban a Buenos Aires se hospedaban en “Departamentos Campitelli”, un hotel de paso en el partido de Tigre. Es un hotel de paso, con camas marineras, anafe y un pequeño jardín. Ahí durmió Ramírez la noche del 3 de febrero. Desde el día anterior lo esperaba Juan Amado Benítez, otro de los líderes de la banda, para coordinar la entrega.

El último allanamiento se hizo en la habitación 17 del hotel. Unos minutos antes, allí se habían reunido Ramirez y Benítez con un hombre llamado Reynaldo. Para los investigadores se trataba del verdadero líder de la banda: el hombre que manejaba todo desde las sombras. La policía esperó que él saliera para hacer el allanamiento. En la habitación quedaban Ramírez y Reinaldo. Tenían doscientos setenta y seis mil cuarenta y dos pesos que acababan de cobrar. El día anterior, Ramirez se había quejado de que no tenía dinero para comprar el pasaje y volver a su provincia.

Del que no se supo más nada es de Reynaldo, el supuesto jefe. El informe policial dice que se “fue perseguido por personal policial, perdiéndoselo de vista en el partido de La Matanza”.