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Silvina Tamous – Cosecha Roja.-

Entender los últimos 35 años de muerte y dolor en Colombia no es fácil. La mayoría de los extranjeros asocian a este país con la lucha contra el narcotráfico, pero mucho antes de que los traficantes y las drogas surgieran ya estaban los paramilitares, la guerrilla, los muertos, las masacres, los desplazados. Una historia compleja, incluso para los mismos colombianos, contada en Verdad Abierta. Si bien fue pensado como un contenedor de datos chequeados e información dura, guarda además el testimonio de las víctimas y sigue de cerca los pasos de la Justicia. Un medio que interpela al poder desde abajo y que se transformó en una especie de  comisión de paz y de verdad alternativa. Verdad Abierta trata de reconstruir por qué el conflicto colombiano tomó los visos de violencia y por qué afectó a esa cantidad de personas: más de 6 millones de desplazados, más de 200 mil víctimas directas y  43 mil desaparecidos. Y también busca fijar la memoria para que la historia no se repita. Pero más allá de su fuerte contenido político y de Derechos Humanos, representa el futuro en materia periodística. Una sitio de investigación, especializado, sin opinión y con los recursos periodísticos más modernos para ofrecer una narración única sobre la historia de un país. María Teresa Ronderos, la periodista que le dio vida al proyecto, analiza en diálogo con Cosecha Roja Verdad Abierta y parte de la historia de Colombia.

—¿Cómo surge Verdad Abierta?

—Yo tabajaba en Semana.com en como editora. En una conversación informal con la directora de la Fundación Ideas para la Paz empezamos a discutir cómo narrar el proyecto de Justicia Transicional en Colombia, por el cual unos 3 mil paramilitares desmovilizados estaban contándole a la Justicia todo lo que habían hecho, confesándose. Y empezó a salir en todos los medios, primero con mucho despliegue pero en forma desordenada. Nadie entendía nada. Hicimos incluso un estudio de la cobertura de las audiencias de los paramilitares y la gente no entendía nada. Entonces dijimos “por qué no creamos un sitio, donde pongamos toda la información de contexto, quiénes son esos jefes paramilitares, cuáles fueron los bloques, cómo funcionó”. La mayor cantidad posible de información para que los periodistas que trabajan a una velocidad enorme tengan un lugar de dónde sacar el contexto.

—Fue un sitio pensado para periodistas.

—Nos pareció una linda idea y con algunos académicos de la fundación y con periodistas de mi equipo de Semana.com empezamos a armar el portal, hasta que salió al aire. Lo lanzamos en octubre de 2008. Y ahí empezamos a progresar y a encontrar historias y nos dimos cuenta de que eso iba a ir más allá que un herramienta para periodistas. Empezamos a ver que los fiscales de estado nos llamaban, nos buscaban más. Y empezamos a descubrir, al hablar con las víctimas en las audiencias, que había miles de casos que no se conocían y muchos temas para investigar como el robo de tierras. El proyecto empezó a crecer, a abarcar más, y lo que empezó sólo con paramilitarismos se transformó en todo el conflicto armado. Empezamos a entender el efecto de la guerrilla con miras a lo que ya sabíamos que se iba a venir, que eran las negociaciones por el proceso de paz.

—Verdad Abierta es un poco la memoria de Colombia de los últimos 40 años.

—Sí, por lo menos del ’82 hacía acá.Tratamos de reconstruir por qué el conflicto colombiano tomó los visos de violencia, y por qué afectó a esa cantidad de personas: más de 6 millones de personas desplazadas, más de 200 mil víctimas directas, 43 mil desaparecidos. Tiene dimensiones nacionales e internacionales. Porque en las ciudades la gente no se termina de dar cuenta lo que nos pasó. El pico más brutal en términos de cifras de secuestros lo tuvimos en 2000, 2001 y lo que queremos aportar con Verdad Abierta es lo que hicimos mal, por qué dejamos que el conflicto llegara a esas dimensiones de daño social tan grande. Porque si entendemos eso realmente y repasamos a profundidad nuestra historia vamos a entender qué cosas estructurales hacen que haya un riesgo de que eso se recicle, como de hecho ha pasado. Ya hemos tenido momentos de paz como en el ’91, con toda una Constitución nueva por la que se firmó la paz con muchas guerrillas, y los paramilitares se desmovilizaron. Pero volvimos. Y reciclamos la guerra hasta llegar a los extremos de violencia de 2001, diez años después. Y ahora que gracias a una negociación con los paramilitares volvieron a bajar los índices de violencia se están armando otra vez cantidad de grupos, por ahora criminales, pero en muchos de los casos con cariz político. Entonces nos parece que Verdad Abierta es una especie de testigo diciendo “oigan esto puede volver a crecer”.

—Cuando un extranjero se encuentra con Verdad Abierta se vincula con una realidad colombiana que no existe en otro espacio. Y hay una manera de narrar esa realidad que incluye cifras, historias, una cronología de todo lo que ha sucedido. ¿Lo pensaron como un proyecto que iba a llegar tan lejos?

—Verdad Abierta ha sido un proyecto que siempre ha tenido una linda estrella, todo el que lo conoce lo quiere. Desde periodistas que nos mandan historias sin cobrarnos porque quieren hacer su aporte, hasta financiadores que quieren apoyarnos, muchos practicantes universitarios quieren participar. Somos un espacio chiquitito, donde mucho lo hacemos desde nuestras casas. Es un sitio que se fue volviendo más grande de lo que creíamos y se volvió así por nuestra relación con las víctimas. Es un medio que interpela al poder desde abajo y no hay muchos medios que hagan eso en Colombia.

—Si uno piensa en el futuro de los medios de comunicación con Internet y las redes sociales, Verdad Abierta abre un camino hacia el futuro.

—Una decisión que hemos tomado al principio y que la hemos sostenido es que Verdad Abierta no tenga opinión, que no tenga opinadores. Y no porque no me gusta, sino porque en el país hay mucho de eso. Hace falta información dura, verificada, con todas las fuentes, con los malos entre comillas y los buenos entre comillas para que las cosas se entiendan en su gran complejidad. Creo que eso es lo que lo ha hecho tan fuerte. Ha habido guerrilleros que han dicho que Verdad Abierta se ha convertido en un sitio muy valioso para su proceso de negociación de paz. Porque lo consultan, porque encuentran herramientas, porque ven que la historia no es como la ha pintado oficialmente el Estado.  Pero también gente desde la derecha y del Estado sienten que es un sitio que les ha dado información dura.  Por ejemplo los fiscales, los académicos,  no hay informe sobre la guerrilla que no cuente con una cita de Verdad Abierta. Porque es un proyecto donde nuestra lógica no es correr, no es sacar la historia primero. Es un medio especializadísimo, con gente que va acumulando información de una manera ordenada, sistematizando, usando periodismo de datos, multimedia, gráficos, mapas, todos los recursos modernos que brinda Internet. Y eso es lo que lo ha transformado en un sitio valioso, que no es masivo, no es enorme. No estoy compitiendo con la revista Semana, que es un poco la mamá de Verdad Abierta. Estamos con un equipo precioso de periodistas valiosísimos y súper rigurosos, con el objetivo de presentarle al país un sitio confiable.image

—No puedo dejar de comparar Verdad Abierta con lo que fue el Nunca Más en la Argentina, un sitio de donde parte la memoria, pero también la paz.

—Alguien de la revista Semana dijo “Yo lo veo como una comisión de paz, de la verdad, pero alternativa”. Y sí, es una suerte de comisión de la verdad y si se firma la paz en Colombia, es el papel de batalla. Yo creo que no hay medio en Colombia que pueda contar la historia sin Verdad Abierta. Tenemos además un centro de estadísticas súper completo que también es un referente muy grande.

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La maestra Ronderos

María Teresa Ronderos es colombiana. Se especializó en ciencia política y periodismo. Empezó su carrera en Argentina en el ’83, con la vuelta de la democracia. Actualmente trabaja como editora en la revista Semana de Colombia, es maestra de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y colaboradora en diversos medios internacionales. Dirigió los programas de televisión Testimonio y el noticiero Buenos días, Colombia, y realizó los documentales El juego del poder y Un medio para el ambiente. Fue editora política de El Tiempo, columnista de El Espectador, directora de la revista La Nota Económica y editora general de Semana.

Fue becaria de la Knight Fellowship en la Universidad de Stanford en 1997. Sus reportajes han sido galardonados con los premios Simón Bolívar y Rey de España a la mejor cobertura en Derechos Humanos. En el 2007 la Universidad de Columbia le otorgó el Premio María Moors Cabot por su “rica y diversa carrera y su dedicación al mejoramiento del periodismo en Colombia”. Es autora de los libros Punch, una experiencia en televisión (1992), Retratos del Poder (2202) y coautora de Cómo hacer periodismo (2002) y The Water Barons (2003).