Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-
– A mí no me da vergüenza preguntar, eh…
– Yo quiero aprender sobre el tema del aborto.
– Vine porque cuando una amiga me cuenta que le pegan yo no sé qué hacer y me pongo a llorar.
Una por una se presentaron las casi 30 mujeres que empezaron a cursar en la nueva Escuela Popular para la Formación en Género en el barrio Altos de San Lorenzo, en La Plata. El aula es una habitación con pizarrón adentro de la casa de La Pocha -una conocida militante de 61 años-. “En los barrios la pelea que da la mujer es cuerpo a cuerpo. Rompamos las estructuras del discurso de género, rompamos la estructura universitaria, construyamos una masa crítica diferente”, dijo a Cosecha Roja Mariana Gras, presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres (CNM).
En una de las mesas, María amamantó a su bebé. Al lado Estela se presentó: “vengo a saber lo que no sé”. Yamila contó que es de Brandsen y que tiene algo de experiencia en campañas contra la violencia machista. El hijo de una de ellas corría todo el tiempo, jugaba a dibujar en el pasto de afuera y entraba al aula a mostrárselo a la mamá. Florencia es estudiante de Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata y fue porque quiere aprender de la historia de vida de otras mujeres. A Zulma le interesa formar una red y Sonia quiere entender qué es la violencia de género.
– ¿Qué se les ocurre si les hablo de ‘escuela popular’?, preguntó la docente y anotó en el pizarrón cada una de las respuestas.
Así empezó formalmente la clase sobre género. Fue el primero de seis encuentros. En los que siguen charlarán sobre sexualidad, métodos anticonceptivos, recursos institucionales, aborto no punible, violencia contra las mujeres (tipos, modos, rutas, ciclos). El primer objetivo es armar un mapa de la problemática en la zona y un ‘recursero’ sobre qué herramientas existen y cómo se puede pedir ayuda. Ante una emergencia, el vecino está más cerca que cualquier policía, juez, organismo o número de teléfono. Para Gras, es importante romper con el “no te metás”.
“Esto lo tenemos que hacer desde los barrios”, dijo Susana “Pocha” Camiña durante la apertura. “Nosotras sabemos quiénes golpean, quiénes venden droga. Tenemos que empoderarnos”, alentó. A Pocha la conoce todo el barrio y nadie entra a la casa sin darle un beso. Es una anfitriona atenta: saluda a uno por uno, acomoda las sillas sobre la calle, da órdenes y cada tanto se sienta en lo que llama ‘mi trono’: una silla de playa naranja y blanca.
Pocha siempre tuvo las puertas abiertas. En los ‘70 cuando cantaba “La Plata, La Plata, ciudad de Eva Perón, ciudad de montoneros para la liberación”. En los ‘90 cuando se organizó con otras familias para cocinar para el barrio. En el 2000 cuando uno de sus siete hijos fue preso al penal de Magdalena y ella empezó a asistir a pibes en conflicto con la ley y recorrer cárceles. “Empecé siendo la madre de uno y terminé siendo la madre de todos. Hasta hoy se siguen pasando el teléfono entre los privados de la libertad y me llaman pidiendo ayuda”, contó a Cosecha Roja. La casa de Pocha vive, también, en 2015: “Esto es la década ganada: hay casi 200 personas que cursan acá el plan Fines y hoy estoy feliz con la apertura de la escuela de género. Cuesta que las mujeres se acerquen para decir que el marido las faja”, dijo.
Una mujer se acercó a la comisaría de Moreno para denunciar violencia. Le dijeron que no había médico legista, que no podían tomarle la denuncia, que fuera a la dependencia de General Rodríguez. Se tomó un colectivo y fue pero se murió en la puerta: tenía una filtración en el pulmón por los golpes que le había dado el marido esa mañana.
Meter los pies en el barro les permite a los integrantes del CNM conocer historias invisibilizadas. Ni bien el equipo de psicólogos y abogados se acerca, las mujeres piden ayuda. Hoy fueron tres. Pero ya van cientos que lo hacen en las más de 60 escuelas que abrieron en todo el país. Otras miles acuden al 144, una línea que da información, orientación, asesoramiento y contención para las mujeres en situación de violencia y que recibe 4 mil llamadas por mes.
El equipo se ocupa de los casos que llegan a los medios y también de los que no. El lunes Belén salió de su casa con la orden de restricción en la cartera. El ex la estaba esperando: la acuchilló en plena calle de Pilar, a la vista de los vecinos. “El riesgo de femicidio está ahí, es evidente. El ex de Belén había amenazado a la mamá el día anterior. Lo que caracteriza a la violencia de género es la impunidad: la Justicia debe evaluar riesgos y es importante que los hombres vean que se acciona”, dijo a Cosecha Roja Analí Ramos, coordinadora de la línea 144. El año pasado, según el registro de la Casa del Encuentro, hubo 277 femicidios: hace dos meses, cientos de miles de personas marcharon en todo el país bajo la consigna “Ni una menos”.
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El programa nacional de “Escuelas Populares para la Formación en Género” nació en el segundo cuatrimestre de 2013 y trabaja con universidades nacionales, municipios, gobiernos provinciales y organizaciones sociales. La idea es poner en diálogo a “los centros de producción de conocimiento, históricamente reservados” con la comunidad. “Es un espacio de participación para que los compañeros y compañeras nos juntemos, discutamos y fabriquemos herramientas para romper con las injusticias”, dijo la directora del Consejo.
– En los últimos 12 años se demostró que con la política se puede. Hay más de 100 mil personas en el programa Ellas Hacen, mujeres a las que antes alguien les había dicho que no servían para nada. ¿Hay alguien del programa acá?- preguntó Gras en voz alta.
– Yo – respondió una mujer.
– ¿Miento en lo que digo?
– No.
– ¿Cuántos te dijeron que no servía para nada?
– Muchos. Pero lo hice igual. Ahora aprendí a hacer placas y con eso le doy de comer a mis hijos. El otro día le puse cerámicos a mi baño. Algo sé.
En las Escuelas de Género las mujeres aprenden a ponerle nombre a lo que les pasa. “Yo no sabía que tenía derecho a decirle que no a mi marido”, le contó a Grass una mujer. Otra le relató una cena con su esposo. Él miraba la tele y gritaba “¡pero mirá ese puto!” y ella se animó a responderle porque había cursado, había aprendido, tenía argumentos:
– Hay que respetar la diversidad.
[Nota publicada el 3/8/2015]
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