violencia de género dibujoCosecha Roja.-

Estoy dolorido, sin dientes, golpeado y con una fractura en la cabeza. Me acaban de dar el alta del hospital. Estuve tres días internado. Me pegaron el domingo a la madrugada mi suegro y tres policías en la puerta de mi casa. Estoy muy triste por todo esto. Al final, el malo de la película terminé siendo yo pero el que no tiene dientes y tiene la cara arruinada también soy yo.

Lucas interrumpe el relato porque el llanto lo ahoga. Contó a Cosecha Roja que tiene 27 años, es de San Rafael, Mendoza, tiene dos hijos y una novia que, tras la golpiza, lo acusó en los medios y en las redes sociales de ser un golpeador.

Lucas es golpeador y está enfermo de adicción. Repito: está ENFERMO. No hice denuncias anteriores para no llegar a estas instancias. Hablé más de una vez con su mamá y su tía y nunca me dieron solución. Me dejaron sola y yo, sola, no lo puedo sacar (de la droga).

Eso escribió Ana en el muro de su Facebook. Ana y Lucas son novios hace 9 meses y viven juntos hace 5. Él tiene dos hijos. Ella también tiene una hija. Ambos son de noviazgos anteriores.

La violencia de género y la brutalidad policial no están unidas por un hilo invisible: son parte de lo mismo. En Mendoza, entre 2008 y 2012 hubo 52 femicidios. El domingo en San Rafael la policía detuvo a un hombre por matar a una mujer de un golpe en la cabeza. La APDH dijo a Cosecha Roja que “reciben constantemente denuncias por violencia policial”. ¿Para qué sirve golpear al golpeador? ¿Se festeja la paliza al que se la propinó a una mujer?

“Responder a la violencia con más violencia no es el camino. En general el golpeador tiene manejos para terminar quedando como la víctima y que no se hable del hecho que él produjo. El límite tiene que ser que lo metan preso”, dijo a Cosecha Roja Fabiana Tuñez, directora ejecutiva de La Casa del Encuentro.

Tuve problemas de joven, pero hace mucho tiempo que trabajo y trato de tener una vida normal. Soy un pibe que labura, soy cocinero en un restaurante. Han dicho tantas cosas de mí: que estaba drogado, que estaba alcoholizado, que era golpeador. Es mentira. Como cualquier pareja tuvimos discusiones, soy una persona de carácter fuerte pero nunca violenta. Mis amigos saben que es así. Yo a ella le brindé todo después de que su pareja anterior -que era un hombre grande- la dejó en la calle. Alquilé una casa, conseguí muebles, laburé mucho para que esto funcionara.

Ana relató al diario San Rafael lo que pasó esa noche, cuando fueron al boliche “Mona”.

Él se puso muy denso. Me hablaba muy exaltado, los chicos se dieron cuenta. Fui al baño y cuando salgo me dice un par de cosas y me tironea. La chica de seguridad lo retuvo. Yo me fui a la estación de servicio donde trabaja mi papá.

Lucas ya había sido amenazado por su suegro.

Él trabaja desde hace muchos años en la bomba donde la policía echa nafta. Siempre se jactaba de que es amigo de la policía. Más de una vez me había dicho que me tenían vigilado, que me iban a hacer cagar, que la policía me seguía, que tuviera cuidado.

Esa noche, después de ir a la estación, el papá de Ana la llevó a la casa que compartía con Lucas.

Cuando ya estábamos ahí llegó Lucas muy alterado. Mi papá trató de tranquilizarlo. Forcejeamos y él nos separó, pero Lucas lo insultó, lo empujó y cerró el portón. Trató de subirme por la escalera a la fuerza y llamamos a la policía. Cuando llegaron los oficiales, Lucas se quedó con ellos y nosotros nos fuimos a hacer la denuncia.

Fue en la casa donde vivían juntos.

No sé por qué se enojó. Yo había salido de trabajar el sábado a las 2 de la mañana y fuimos a un bar. Ahí fue que se enojó y se fue. Cuando llegué a mi casa estaba mi suegro, empezamos a discutir, yo lo eché, él se metió en el auto, sacó un cuchillo y un rebenque, me dijo “te voy a hacer cagar” y llamó a la policía.

En ese momento, contó Lucas, llegaron dos móviles policiales. Después uno se fue y quedaron tres oficiales que lo golpearon.

Mi suegro me dio con un rebenque y un cuchillo. Creo que ellos me pegaron con un palo, no me pegaron con el bastón reglamentario, me quisieron quebrar un brazo. Después me dejaron tirado en el piso y me dijeron: “si sos inteligente, metete para adentro y quedate callado”. Entré a mi casa como pude, me lavé y traté de llegar a lo de mi mamá, arrastrándome, le grité desde la puerta que me ayudara. Tenía mucho miedo de morirme. Después me acuerdo que llegó la ambulancia. Lo siguiente, es que me desperté en el hospital.

Ana escribió en el muro:

Me perdiste…y yo a vos. Estoy con mucha tristeza al igual que toda mi familia. Gracias a todos los que me han escrito y se han acercado. Este es el último mensaje que voy a escribir del tema. Si la gente me cree o no no me interesa porque esto va para vos, para que en tu cabeza reflexiones. Mil gracias por el apoyo a los que nos conocen y saben cómo somos.

Lucas, que en ningún momento paró de llorar, dijo:

Tengo que esperar a ver cómo sale todo. La fractura en mi cabeza se va a curar sola, lo de las dientes tengo que esperar a ver qué pasa. No sé cómo hablar con mis hijos. La de 4 está en shock y tuvo que ir al psicólogo, le preguntaba a la mamá si su papá se iba a morir. Recibí cientos de mensajes de amigos de Mendoza y de Buenos Aires. Quiero vivir tranquilo y sin miedo y poder seguir mi vida normal.

Ilustración: Kitsch / Infojus Noticias