Diego Leonardo González Rodríguez-. Jesús Lemus fue inculpado por un crimen que no cometió. Torturado por la policía para que mintiera sobre su inocencia. Fueron asesinados sus abogados defensores. Lo condenaron a veinte años de cárcel sin ninguna prueba en su contra. Purgó seis meses en el Área de Segregación de la Cárcel Federal de Puente Grande (Jalisco). Dialogó por tres años con la que llaman en México la ‘selección nacional del crimen’. Siendo un ‘Maldito’ escribió esas conversaciones en papel higiénico.
Jesús Lemus trabajó como periodista por más de veinte años, escribía para medios modestos y medios estatales. Decidió endeudarse para crear el diario El Tiempo, que circulaba en La Piedad, Michoacán, una “zona que es gobernada por el yunque, por la derecha, por el PAN (Partido de Acción Nacional) y por la iglesia y por todo lo que se le parezca a las fuerzas reaccionarias”, dice Lemus sin cambiar el tono de voz.
Sus problemas comenzaron cuando decidió investigar y denunciar todo lo que “oliera a Felipe Calderón”, ex Presidente de México, y cuando empezó a criticar las actuaciones de los partidos y grupos de amigos del ex mandatario, ubicados en niveles federales, locales y estatales.
Lemus piensa que la gota que derramó el vaso fue una nota sobre pederastia emitida por la Procuraduría de Justicia de Michoacán, donde eran señalados un Diputado local y un Diputado federal. La noticia fue publicada en su periódico el 24 de abril de 2008. 15 días después, fue detenido.
La detención
“La detención fue extraña”, dice. Salió de su casa como lo hacía todos los días para ir a trabajar. Recibió una llamada de su fuente policíaca ubicada en el límite, entre Guanajuato y Michoacán. El comandante le prometió información relevante del día, pero cuando llegó al lugar de encuentro se vio en medio de un operativo de detención.
El operativo lo hizo el comandante de la policía al que iba a entrevistar. Jesús Lemus recuerda la frase del uniformado: “bueno, no lo tomes contra mí, pero te están pidiendo en Guanajuato”. Después fue esposado, encapuchado y desaparecido por dos días.
En el momento de su detención, Lemus pensó estar frente a una muerte segura. Cuando vio a su fuente informativa pensó que era una broma, algo en su cabeza le dijo: “a lo mejor no me está pasando”. Cuando reaccionó, se preguntó: “de dónde sale la venganza, qué fue lo que hice, a quién afecté, a quién critiqué, a quién mencioné en mi periódico”. En esas preguntas aún sin resolver reposa la causa de lo que le tocó vivir.
“Yo hubiera aparecido muerto, estoy seguro”, dice. Pero, según él, lo salvó no haberse comunicado con su familia, ni con sus compañeros de trabajo. Quienes, preocupados por la desaparición, llamaron a Balbina Flores, corresponsal de Reporteros Sin Fronteras en México (RSF).
Justo a tiempo
Balbina Flores se enteró del caso después de que la editora del periódico El Tiempo la contactara el mismo día de la desaparición. “Porque él prácticamente estaba desaparecido”, dice la corresponsal de RSF.
Los allegados no sabían de su paradero, Balbina recabó la información básica, pidió detalles: a qué horas había salido de La Piedad, hacia dónde se había dirigido, los temas que estaba manejando, con quién iba a estar, con quién se iba a ver.
De ese modo dieron con la información de que él había sido detenido. “No teníamos información hasta ese momento del motivo, nada. Sólo sabíamos que había sido detenido por la Policía”, cuenta Flores. La denuncia hecha a tiempo por Reporteros Sin Fronteras fue lo que, cree Lemus, le salvó la vida.
Balbina Flores busca a sus colegas
El primer trabajo de Balbina en el caso fue hacer pública la detención ilegal de Jesús. Después se contactó con organizaciones, y legisladores que pudieran crear un canal directo con él y preguntar los motivos de la detención.
Acompañó a la editora a la Fiscalía de Periodistas de la Procuraduría General de República (PGR). Allí les tomaron declaración hasta la una de la madrugada, ella no tenía por qué haber declarado, pero lo hizo, era muy tarde, y la editora tenía temor de que les pudiera ocurrir algo. En su interrogatorio le preguntaron: qué había hecho, qué era lo que estaba haciendo, cuáles eran sus fuentes, si tenían vínculos con algún grupo. De esa forma presentaron la denuncia ante la Fiscalía.
El motivo de la detención dado por la policía fue que Jesús pertenecía a la Familia Michoacana y era acusado del delito de ‘Fomento al narcotráfico’.
“En ese momento nosotros preguntamos al Ministerio Público a qué se refería con ese delito”, dice Balbina. La respuesta fue: el fomento al narcotráfico es también cuando se es testigo de algún hecho luctuoso y no se denuncia ante la autoridad.
Quedaron boquiabiertos. Se decían que si eso era fomentar el narcotráfico cualquiera que transitara por una zona y se diera cuenta de un hecho de ese tipo podría ser acusado.
La tortura de declararse inocente
Antes de la tortura, a Lemus le presentaron un documento donde decía que él era parte de la célula de Osiel Cárdenas Guillen, ex líder del Cártel del Golfo. No lo firmó. “Después a los golpes, no sé a los cuantos golpes o cuantas cachetadas o sumergidas al agua, me presentan una segunda acta de incriminación y en esa yo me reconocía como para ser parte de los Zetas en esa región de mi Michoacán y Guanajuato”. De nuevo se reusó a firmar.
Continuaron los golpes, la paliza, la tortura psicológica y emocional. Le presentan la tercer acta donde se reconocía como parte del cártel de la Familia Michoacana. Tampoco la firmó. Terminó presentado ante un Ministerio Público sin haber firmado ninguna declaración de culpabilidad.
Ante el Ministerio Público se le acusó de narcotráfico y delincuencia organizada. Lo remitieron a la cárcel estatal de mediana seguridad de Puentecillas, Guanajuato.
Balbina Flores publicó que había un periodista preso, acusado de narcotráfico sin pruebas. “Los demás medios, los que mejor me trataron “no dijeron nada” y los otros dijeron que había caído un narco-periodista”, cuenta Lemus.
El proceso
La presión de Reporteros Sin fronteras incomodó al Gobierno de Guanajuato, lo cual hizo que la Procuraduría de Guanajuato le pidiera al juez que trasladara a Jesús Lemus a un penal federal, pero el juez no podía hacerlo de modo propio, tenía que haber un argumento. Entonces ordenó un estudio criminológico.“Se me hace con dos palabras: me preguntan mi edad y mi nombre y eso determina que yo soy un delincuente de máxima peligrosidad”, recuerda Lemus.
Después el notificador le dijo que el estudio arrojó como resultado que “podía crear un arma letal a partir de cualquier instrumento que se le proporcionara”. Como consecuencia, el juez ordenó su traslado para el día 27 de Mayo de 2011 a la Cárcel Federal de Puente Grande (Jalisco).
Cada prueba que podía desahogarse en una semana demoraba tres o cuatro meses y el proceso siguió dilatándose. Después los abogados de Jesús fueron ejecutados, acribillados en la carretera de La Piedad a Guanajuato.
Ante el siniestro, Lemus le pidió al juez que le designara un abogado. El juez le daba a escoger en una lista el abogado que quisiera, después de dos meses le respondía por mensajería que el escogido ya estaba ocupado. Desesperado, Jesús le pidió al juez que le designara un abogado, no importaba cual. La petición tardó ocho meses en ser resuelta.
Dura es la ley pero…
Jesús se encontraba en estado de indefensión, no había ni una prueba que lo acusara, sólo el testimonio del policía que lo detuvo. El uniformado acusó a Jesús de ser miembro de una célula del crimen organizado bajo el argumento de haberlo visto con mucha gente. De ese modo el periodista no podía defenderse. Pero tampoco recaía sobre él una acusación concreta.
La sentencia fue dictada el 26 de enero de 2011. Al juez le parecieron suficientes las pruebas presentadas por el Ministerio Público. Jesús aclara que el juez “ya tenía en su imaginación que yo era responsable de un delito de delincuencia organizada” por lo que “me sentencia a 20 años de prisión, me da 10 años por delincuencia organizada y otros 10 años por fomento al narcotráfico”.
De inmediato, el director del diario El Tiempo apeló la sentencia ante un Tribunal de Alzada y al mismo tiempo en un Tribunal Unitario, ambos de Guanajuato. Una jueza observó el caso y encontró que no había un sólo elemento para que Jesús Lemus estuviera detenido, entonces le dictó libertad el 12 de mayo de 2011. Cuatro meses después de la sentencia condenatoria.
“Esos cuatro meses para mí fueron años. Porque todos los días me dormía y me despertaba, intentaba comer, intentaba hacer alguna actividad, pero siempre pensando que tenía 20 años para vivirlos en la cárcel por algo que yo no había hecho”.
Abuso Estatal
Jesús se siente víctima del abuso estatal. No sabe si es un perseguido político o social, no sabe qué tipo de persecución sufre. Pero está seguro de haber sido víctima de una persecución estatal injustificada.
Pidió la reparación ante un Tribunal Federal de Michoacán y otros Tribunales locales, pero la demanda le fue denegada. Tiene que presentarla ante los mismos jueces que lo condenaron. No quiere hacerlo, por eso está armando el caso para presentarlo ante la Corte Interamericana. Aún tiene la esperanza de que le sea reparado el daño.
El Tiempo de La Piedad
En 2010, mientras purgaba su condena, fue demandado laboralmente por un grupo de trabajadores del periódico que él fundó, El Tiempo (La Piedad, Michoacán), que aún sobrevivía por el esfuerzo de su esposa y una editora. Los empleados se quedaron con la maquinaria del periódico. “Yo perdí lo que era mi periódico y perdí lo poco que tenía. Es esa la realidad”, dice Jesús, creyendo que los trabajadores fueron alentados por una autoridad de orden local.
Algunos medios de comunicación, al cubrir el caso del periodista aseguraron que Jesús Lemus era un ‘narco-periodista’. Él opina que esos medios “siguen sus intereses económicos”, porque el boletín lo envía La Procuraduría de Justicia de Guanajuato y ellos tenían que publicarlo.
“Tal vez no tenían que ser solidarios conmigo, pero yo pienso que sí debieron haber defendido un poco el derecho a la presunción de inocencia”, dice, increpando la falta de ética de algunos periodistas. El asunto lo incómoda, pero lo define con un aforismo: “el peor enemigo de los periodistas son los periodistas”.
La situación de la libertad de prensa en México cada vez es más limitada. “Porque o te limitan por las buenas o por las malas”.
Por las malas en México es: demandas, levantones, amenazas, o desaparición forzada. Y otra parte importante en el debilitamiento de la libertad de prensa es la “institucionalización de los chayotes”, es decir, la Ley Mordaza: el pago por la no publicación de investigaciones incómodas. Jesús cree que cada vez son menos los medios que ejercen una libertad de expresión crítica, pero sobre todo responsable.
Área de segregación
Jesús ingresó al penal de Puente Grande, Jalisco, el 27 de mayo de 2011. Tenía 41 años. Fue recluido en el área de segregación o Centro de Observación y Clasificación (C.O.C).
En el área C.O.C le asignaron una celda donde vivió desnudo por seis meses, sin nada a su alcance porque era considerado un reo ‘peligroso’: podía crear un arma a partir de cualquier cosa que le fuera proporcionada.
Lo único que le daban era papel higiénico. Un día, mientras se encontraba en los cubículos de psicología o trabajo social, consiguió con ayuda de un profesional -no recuerda bien cual- una puntilla de grafito. La persona le dijo: “tenga para que se entretenga y haga gatos en la pared y luego los borra”. En ese momento empezó a escribir su libro sobre Los Malditos.
Papel: Ser o no ser
Jesús no tuvo problema en utilizar sus dedos para asearse. Sabía que el papel higiénico lo necesitaba para hacer sus apuntes. “Los escribía y los sacaba a través de mi esposa, cuando iba a la visita se los daba los papelitos”. Ella los sacaba dentro de sus zapatos.
Tuvo miedo de poner en riesgo a su familia en los momentos que le pasaba el papel higiénico. Pero, creía, era el precio que había que pagar. Ella sabía que la revisión en la cárcel era a la entrada y no a la salida. La lógica en Puente Grande es que no hay nada de interés que pueda emerger de allí.
Terapia de reeducación
Los guardias practicaban deportes junto con los reos desnudos del Centro de Observación y Clasificación. Jesús recuerda la anécdota de su primera noche como deportista dentro del penal de Puente Grande, Jalisco.
– Usted se prepara porque va salir a deporte en la noche –le ordenó el comandante de turno.
“¡Qué a toda madre, vamos a jugar basquetbol!”, pensó Lemus. Lo sacaron desnudo de la celda.
– Nada más trata de darle dos vueltas a la cancha de basquetbol– le dijo el guardia sujetando una manguera. Lemus sintió el golpe en la espalda, el chorro de agua fría y después rodó dos veces sin voluntad sobre la cancha.
En su libro, Jesús cuenta que “la reeducación consistía en lograr por todos los medios el quebrantamiento de la voluntad, la dignidad y la esperanza, utilizando como herramientas la humillación, la vejación y los golpes”.
La terapia de reeducación se le aplicaba con base al Protocolo de Estambul, para no cometer tortura o algo semejante. Entonces “me sacaban a pasear”, ironiza Jesús. Por esas torturas, ahora sufre de fobias. No dice cuales porque siente vergüenza.
La idea de Los Malditos
La ideal de Los Malditos surgió de las conversaciones. ‘El Gato’, mencionado entre los capítulos del libro, le decía: “órale pinche reportero ahí te da para que escribas un libro”. Entonces cada vez que dialogaban era bajo el supuesto de hacer el libro.
Lemus cree que los protagonistas de su crónica no saben de la publicación, porque están incomunicados dentro de la cárcel y además están pagando condenas altísimas.
Cuando Jesús platicó con algunos reos sobre la autorización de la publicación, ellos dudaban. Pensaban que no tenía la capacidad para retener las conversaciones, y que tardaría 40 años en salir de prisión.
El día que entró, un policía lo anunció diciendo: “ahí llega el reportero”. Y así lo conocieron en todo el penal. Le decían ‘El Reportero’.
Jesús dice que mucho de lo plasmado en Los Malditos fue propiciado por ‘El Gato’, que era de alguna forma su cómplice, y recuerda que para no aburrirse buscaban temas a veces sin importancia, conversaban de tonterías: alguna canción, el clima. “Pero había veces que dentro de esas pláticas ya iba saliendo algo que yo consideraba que era de importancia para mí y lo plasmaba, lo agarraba y decía: esto está bueno para un día sacarlo y anotarlo”. Así iba hilvanando las crónicas.
¿Quiénes son los malditos?
“Los presos somos los malditos, porque nos tratan como malditos”.
La periodista Marta Durán alaga el trabajo de Jesús y sabe que él está “vivo y cuerdo por el periodismo”, porque aprovechó el penal para hablar con “los villanos” y ellos le contaron su vida y su desgracia. “Porque si nosotros como periodistas entramos a la cárcel no nos van a contar lo que le contaron a Lemus”, dice.
Nadie me quiere dar trabajo
“El miedo es inherente al hombre y tengo miedo. Cómo no. Porque tengo cosas importantes que puedo perder: la vida, la familia que es lo más importante”, dice Lemus.
Más que miedo, Jesús está desilusionado. “He metido solicitud de empleos como no te imaginas. A todo lo que se mueva en prensa escrita le voy y le tiro. Y todos me dicen “después”. ¡Después! sabes por qué, porque vengo de la cárcel, porque estoy estigmatizado y porque no voy a encontrar trabajo en ningún periódico, ¡nunca!”. Dice que por eso se puso a escribir.
Agresiones a periodistas
Las agresiones más utilizadas para obstruir y violentar el ejercicio periodístico y la libertad de prensa en México, según Antonio Martínez, Oficial de Comunicaciones de Artículo 19, organización defensora por la libertad de expresión, son: agresión física y material, representa el 47.34 % del total de los casos; intimidación es el 15%; amenazas el 14%; privación ilegal de la libertad 5%; detención ilegal 4%. Le siguen los asesinatos, ataques cibernéticos, las desapariciones y las acciones legales. El desplazamiento forzado es una nueva tendencia.
Balbina Flores, de RSF, enuncia tres cifras trágicas del sexenio del ex Presidente Felipe Calderón: más de 60 periodistas asesinados, 16 periodistas desaparecidos, 40 ataques a instalaciones a medios de comunicación. Y opina sobre el estado de la libertad de expresión en México. “Parecería contradictorio, pero desde luego que sí la hay, pero hay una libertad de expresión acotada, bastante vulnerable y no logra recuperarse de un sexenio que fue tremendamente sangriento”.
En México, la violencia en contra de periodistas en 2013 ha aumentado un 46% respecto al mismo periodo del año anterior. En los primeros seis meses de 2012 se cometieron 103 agresiones y de enero a junio de este año, 151.
La vida después de la cárcel
Dos años han pasado desde que recobró la libertad. Dos años en los que no ejerce el periodismo y “cuando ya no eres periodista, cuando ya no escribes te vuelves más susceptible del miedo, más frágil y eres más vulnerable”, dice.
Jesús ya recibió llamadas extrañas al número telefónico de su domicilio. Por esa razón, RSF le sugirió que se trasladara de La Piedad a una zona donde él y su familia puedan estar seguros.
Antonio Martínez, de Artículo 19, dice: “el tema más importante con Jesús Lemus ahorita es que el libro que acaba de publicar representa para él una amenaza”.
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