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Cosecha Roja.-

El 90 por ciento del rendimiento del negocio del narcotráfico con Colombia se lo lleva Estados Unidos. Con el 10 por ciento que se queda en el país hubo una revolución social que “permitió que muchas familias puedan comer”. Así explicó el escritor colombiano Gustavo Forero la incidencia de la droga en su ciudad, Medellín. Para él la solución no es guerrear el narcotráfico ni eliminarlo sino legalizar toda la cadena productiva, dijo a Cosecha Roja en la cuarta edición del Festival Azabache.

Forero participó de la mesa debate Capitales, violencia y relato, donde se discutió cómo narrar las violencias urbanas y en la que también estuvieron Jorge Volpi de Ciudad de México (México), Bruno Arpaia de Nápoles (Italia), Javier Núñez de Rosario (Argentina), William Gordon de San Francisco (Estados Unidos) y Fernando del Río de Mar del Plata (Argentina).

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“Si digo Medellín les sabe a delito, a cocaína, a Pablo Escobar, esa es la ciudad que relata la televisión”, dijo el escritor y profesor en la Universidad de Antioquia.

Para Forero, en Colombia se desarrolló una literatura del crimen diferente a la novela negra de Latinoamérica producto de la anomia -la falta de confiabilidad en las leyes-. “En la literatura los conceptos rebalsan y se pone en tela de juicio las reglas: si hay cuatro poderes alternativos, ¿existe el Estado”, se preguntó. Los cuatro poderes son los paramilitares -que dominan el 60 por ciento del país-, las Fuerzas Armadas -que definen el destino de Colombia -, la delincuencia común y, por último, el narcotráfico. “De todo eso habla la generación de escritores contemporáneos”, remató.

Volpi, escritor mexicano de la generación literaria “del crack”, relató las consecuencias citadinas de cuando el ex presidente Felipe Calderón tomó la decisión política de declararle la guerra al narco en 2007. “Se pasó de la violencia soterrada a la violencia explícita y con el descabezamiento de los carteles empezó una guerra entre grupos para ver quién se hace cargo de las plazas”, contó. También dio cifras que muestran el fracaso de la política en contra de las drogas: “En el sexenio de Calderón van 100 mil muertos y el número de condenas es menor al centenar”, precisó.

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Bruno Arpaia nació en las tierras camorreras de Nápoles. Que le hayan matado a dos amigos concejales en la juventud y haber encontrado la cabeza cortada de un criminólogo en vivo son algunas de las escenas que configuraron su mirada como escritor de novela negra. Aún así, contó: “uno intenta huir de los tópicos”.

– Una vez me preguntaron por qué en mi novela no se descubren los culpables y les respondí que si en un delito en el que están involucrados los servicios secretos, los políticos y la Camorra aparecieran los responsables, sería ciencia ficción. Además, la vida está más hecha de derrotas que de victoria- dijo.

Javier Nuñez es rosarino, acaba de presentar su libro “La doble ausencia” y no puede creer que participa en una mesa junto a escritores que dan cuenta del narco en otros países del mundo. “Era impensable participar de una charla así unos años atrás, pero Rosario desde 2011 quedó ubicada como la ciudad de mayor tasa de homicidios del país: 22 cada 100 mil habitantes”, dijo. Los motivos, analizó, aún son imprecisos pero “están vinculados al boom sojero y a la burbuja inmobiliaria que abrieron espacios para el lavado de dinero”.

Igual que analiza Forero en Colombia, Núñez dice de Rosario: “cuanto más marginados hay, más fácil es que suceda: los búnkers de droga están manejados por pibes que laburan encerrados, ¿qué alternativa les estamos ofreciendo?”, se preguntó.

William Gordon es un novelista estadounidense hijo de un australiano y una rusa que habla perfecto español: a los seis años se murió su padre y tuvo que vivir en un barrio mexicano en Los Ángeles. De adolescente viajó por el mundo como mochilero y durmió en cementerios, contó a Cosecha Roja. Como si estuviera cantado que terminaría escribiendo novela negra. Pero eso fue muchos años después, cuando formó pareja con Isabel Allende. Para pensar la violencia hoy en Estados Unidos, dijo, es indispensable repasar su historia. El hombre blanco robando territorio, la importación de negros para someterlos a la esclavitud -”la cosa más horrible”-, cómo mataron a los indios como si fueran ratones, los 600 mil muertos de la Guerra Civil y las dos guerras mundiales. “Fue creciendo la rabia contra el hombre blanco: es natural que haya guerra y pleito. Detrás de las novelas que escribimos están las historias de estos hombres: uno siempre va a buscar justicia social y siempre va a ser insuficiente. Lo siento”, concluyó.

 

Fotos: Noelia Monópoli