Por Melisa Marturano

Julieta Mena tenía 22 años y estaba embarazada de dos meses y medio. Nunca le había contado a nadie que su pareja, Marcos Andrés Mansilla, la sometía y la maltrataba. La madrugada del 11 de octubre de 2015, el hombre la mató a golpes en el baño de su casa de la calle Pasco 289, en Ramos Mejía.

Hoy, comenzó el juicio oral y público para juzgar el femicidio de Julieta el Tribunal Criminal N° 5 de La Matanza. La cantidad y la contundencia de las pruebas que el fiscal Carlos Arribas recolectó durante la instrucción y su colega Carlos Luppino exhibió durante el debate cerraron la jornada con la declaración de culpabilidad de Mansilla. Ahora, sólo resta saber bajo qué carátula y por cuántos años los jueces lo condenarán.

La fiscalía pidió la pena máxima de 35 años por considerarlo autor penalmente responsable de homicidio agravado por el vínculo y por la condición de mujer de Julieta, en concurso real por provocación del aborto del bebé que esperaba. La incógnita se develará el martes 11 de abril, a las 14, justo cuando se cumplirá un año y medio del femicidio de Mena.

“Los fiscales tuvieron un rol excelente durante la instrucción y el juicio. Si no fuera por ellos, mi situación sería muy distinta porque yo sólo puedo participar como testigo”, contó a Cosecha Roja Marcela Morera, la mamá de Julieta. Para Marcela fue una jornada “muy difícil”. “Es duro verle la cara al asesino de tu hija y a quien la hizo abortar. Pero todos los testimonios fueron contundentes y no dejaron lugar a dudas de que él es el culpable”, dijo la mamá. Hoy declaró junto a dos amigas de Julieta, una tía de Mansilla, compañeros de trabajo de ambos y el perito oficial que realizó la autopsia a la joven.

La declaración del forense puso en evidencia que Mansilla abusó de su superioridad física durante el crimen y que la brutalidad de los golpes, que le provocaron el estallido del hígado y los riñones, se concentraron en la zona vaginal y abdominal de Julieta: tenía la clara intención de provocarle la pérdida del embarazo.

La fiscalía ya había descubierto algunos indicios en el teléfono celular de Julieta. Con distintos mensajes de texto, Mansilla la inducía a que abortara. “Mirá, si no te querés hacer cargo, no lo hagas. Yo voy a tener a mi hijo y a criarlo sola”, le escribió ella en una ocasión. No alcanzó: esa madrugada él la golpeó hasta matarla. Hoy, al finalizar la lectura de los alegatos, los jueces le dieron la oportunidad de hablar. No pidió perdón, sólo se limitó a reiterar su inocencia y a exigir continuar detenido en la Unidad Penal 34, de Melchor Romero.

“Muchas veces nos quejamos de la Justicia, pero esta vez tenemos que reconocer que su rol ha sido impecable. Nos fuimos muy conformes desde la perspectiva de género porque de los testimonios surgió claramente que la violencia que ejerció Mansilla sobre Julieta tenía que ver con su condición de mujer y las preguntas del Tribunal fueron muy claras en ese sentido”, dijo Matías Bernal, el abogado que acompañó a la familia de Mena durante el debate, en representación del refugio para mujeres víctimas de violencia de género Uguet Mondaca, al que Marcela amadrina desde el femicidio de su hija.

Transformar el dolor en acción fue la respuesta que Marcela encontró para mitigar la ausencia. Tanto desde el refugio como desde la Mesa de Trabajo con Familiares de Víctimas de Femicidio que funciona en el marco del Consejo Nacional de las Mujeres, Morera decidió visibilizar y acompañar a las mujeres que atraviesan lo mismo que Julieta. “Esa es la tarea. Yo abracé esta causa desde el primer momento porque, si no lo hiciera, me tiraría en una cama y me dejaría morir. Pero así puedo seguir viviendo y resignificar mi dolor. En cada chica veo a Julieta y le hablo como le hablaba a ella. Por eso, ahí estamos”.