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“¡Me van a llevar muerto, soy peronista!”, les gritó Ricardo Leventi a los hombres que le pegaban culetazos con las armas y le exigían que se rindiera el 15 de marzo de 1976 en las calles de Mar del Plata. Cuando logró zafarse de los agresores y salir corriendo, comenzaron los tiros: dos disparos le rozaron la cabeza y un tercero la oreja. Creyeron que estaba muerto. “Déjalo, déjalo, este no va más”, dijeron los atacantes y se subieron a su Ford Falcon azul con detalles en blanco.´Después de escapar, se fue a vivir a Suecia. “La CNU mandaba en Mar del Plata. Demarchi era fiscal de la Nación. Si yo me quedaba en Mar del Plata era hombre muerto”, contó en el juicio.

Leventi declaró por videoconferencia en la causa por los crímenes cometidos, en 1975, por la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), que lideraban Ernesto Piantoni y el exfiscal Gustavo Demarchi. En el banquillo de los acusados hay nueve civiles y un militar retirado, según publicó el sitio Fiscales.

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Ricardo Leventi había nacido en Córdoba, estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad de Mar del Plata y trabajaba como docente en el Colegio Comercial. Fue testigo de primera mano del avance del grupo para-policial CNU durante la intervención de Josué Castuogno en la universidad provincial. “Se paraban al lado de los policías y lanzaban gases lacrimógenos para desalojarnos”, contó el testigo durante el juicio.

Desde el desplazamiento del rector Aurelio, las facultades se llenaron de hombres armados que controlaban el ingreso y la salida. Pertenecían a la CNU, una organización que en ese momento respondía a Ernesto Piantoni, un dirigente justicialista y hombre cercano a López Rega, y al fiscal de Nación Gustavo Demarchi. El 20 de marzo de 1975, Piantoni fue asesinado mientras manejaba su Citroën CV3: la organización acusó a los grupos de la izquierda peronista y esa misma noche mientras velaban su cuerpo, juró venganza.

Ricardo vio a los hombres que salían del sepelio en la sala Sampietro con armas largas en la manos,  minutos antes del asesinato de cinco militantes sociales. Ricardo reconoció a tres acusados: Corres, Gómez y Demarchi, quien no portaba armas pero los dirigía.

Fue esa noche que una patota entró a la casa de Guillermo Videla, un adolescente de 16 años que estaba reunido con Enrique Elizagaray, el principal referente de la Juventud Universitaria Peronista en Mar del Plata. Enrique intentó escaparse por los techos pero fue acribillado. En cambio, a Guillermo, a su hermano Jorge Lisandro y su padre Jorge Enrique Videla los subieron al auto, les disparon y arrojaron los cuerpos en el paraje Montemar.

El turno de Ricardo llegó casi un año después, el 15 de marzo de 1976. Salió del Colegio Comercial a media mañana para ir a jugar al voley con su compañero Guillermo Nisenbaum. Un Ford Falcon con cuatro personas armadas los cruzó. El cuerpo robusto de Ricardo resistió los disparos: un patrullero lo llevó al Hospital Mar del Plata, donde pararon la hemorragia.

Cuando fue hacer la denuncia en la comisaría segunda, donde su suegro tenía vínculos con el comisario, le tomaron declaración y reconoció a uno de sus cuatro agresores. El comisario hizo salir a las personas y lo habló a él solo:

– Cordobés te largo ya. Tu suegro está esperándote, y te va a subir a un colectivo. Te vas ya porque sos boleta.

“Ahí se terminó mi vida de Mar del Plata, el vóley,las Ciencias Económicas, mi pareja” contó en el juicio. Al irse de la ciudad, estuvo tres años escondido en una fábrica. El 15 de marzo de 1979 una patota preguntó por el cordobés. Él logró escapar y partió hacia el exilio en Suecia, donde rearmó su vida.