Por Sebastian Lalaurette | La Nación. Argentina

Foto: Télam.

Como hace casi 20 años, el asesinato de cuatro mujeres conmociona a la ciudad de La Plata. Pero a diferencia de aquella vez, en la que el odontólogo Ricardo Barreda ejecutó con metódica precisión a su suegra, su esposa y sus dos hijas con disparos de escopeta, ahora el asesino hizo una virtual cacería cuerpo a cuerpo: atacó a las cuatro mujeres a mansalva, con un palo y cuchillos. El crimen ocurrió anteanoche. Las víctimas fueron la dueña de casa, Susana de Bártoli, de 63 años; su hija Bárbara Santos, de 29; la hija de ésta, Micaela, de 11, y Marisol Pereyra, de 30, una amiga de Bárbara que circunstancialmente estaba en la casa de La Loma, un barrio residencial del casco urbano platense.

La principal hipótesis es que se trató de un crimen pasional. Por eso fue detenido el ex novio de Bárbara, Osvaldo Martínez, de 27 años. Hoy, el juez de garantías Federico Atencio resolverá si el sospechoso queda oficialmente en prisión.

El que se topó con el macabro panorama fue un vecino de la casa, tipo PH, situada en la calle 28 entre 41 y 42, no lejos del centro de esta ciudad. El hombre salió de su departa­mento minutos des­pués de las 7 y notó que la puerta del fondo del pasillo, donde vivía su vecina, estaba entreabierta. Las huellas ensangrentadas de zapatillas que salían de allí y llegaban hasta el cordón de la vereda indicaban que no había pasado nada bueno. La presencia de un palo de amasar pegoteado de sangre revelaba lo peor.

El hombre le avisó a su padre y llamaron al 911; la policía llegó para encontrarse con una escena horrenda. El cadáver de la niña estaba entre el baño y su habitación; el de su madre, en el living, a dos metros de la puerta de entrada, y los de Susana y Marisol, en la cocina. Junto al cadáver de la dueña de casa estaba su perro, un shiatsu al que sacaba a pasear todas las mañanas, las tardes y las noches.

Había sangre por todos lados y señales de lucha. Las armas homicidas: un par de cuchillos y un palo de amasar, todo tomado de la propia cocina, todo manchado de sangre.

Lo más llamativo es que los vecinos de los otros departamentos habían oído gritos y golpes contra las paredes durante la noche, pero nadie llamó a la policía: supusieron que otra vez había entrado una rata y que las mujeres la perseguían por toda la casa intentando matarla a golpes. Pero no: las que eran perseguidas y ultimadas una por una eran ellas.

Al fiscal del caso, Alvaro Garganta, no le fue difícil formular una hipótesis. Vecinos del lugar dijeron que el último novio de Bárbara, que practica artes marciales, dis­cutía frecuentemente con ella: es muy celoso, subrayaron. Esos celos podrían haber disparado la furia homicida, según fuentes del caso, que dijeron a LA NACION que por ahora ésa es la hipótesis fuerte.

No se constataron faltantes de dinero u objetos de valor, así que es improbable que se haya tratado de un homicidio en ocasión de robo, explicó un investigador; el modus operandi tampoco señala un crimen premeditado -agregó esa fuente-, dado que las armas habrían sido tomadas del propio departamento y no llevadas por el asesino. En conclusión, dijo, todo apunta a un crimen pasional y “no hay elementos para suponer la participación de dos o más personas” en el hecho.

Efectivamente, sólo una persona fue detenida: el ex novio de Bárbara Santos. Se llama Osvaldo Emir Martínez, tiene 27 años y fue arrestado en su casa de la cercana localidad de Melchor Romero durante un allanamiento ordenado por el fiscal Garganta. Martínez es empleado en la refinería de YPF en Berisso y en su tiempo libre practica karate-do.

“Mi novio conocía a Bárbara del barrio y siempre se cruzaban en el cíber”, dijo a LA NACION Laura, la novia de un vecino de la cuadra. “Hace poco, Bárbara, el que está detenido y la nena estaban sentados en la puerta, ahí donde está el cantero con las flores rojas. Pasó mi novio y la saludó y el detenido lo miró remal.”

Su novio es Diego, que confirma: “Me miró como diciendo «Nene, cerrá la boca». Ella se sintió incómoda. El es una de esas personas que ya con la mirada te intimidan. Es grandote, pero no gordo. Yo mido un metro noventa y siete y él es apenas más bajo que yo. Tiene la espalda ancha, tipo guardaespaldas. Hace dos o tres semanas me la encontré a Bárbara en el micro. Ahí me contó que el novio era muy celoso, que no la dejaba salir con las compañeras de trabajo ni con las amigas”.

El tremendo hecho rememoró aquel ocurrido en esta ciudad hace 19 años, cuando el odontó­logo Ricardo Barreda mató a sus dos hijas, su mujer y su suegra (de lo que se informa por separado); como entonces, ahora todo apunta a un crimen pasional.

Pero nada está dicho: la investi­gación recién empieza y resta conocer los resultados de múltiples peritajes, como la búsqueda de huellas digitales y la identificación de esas zapatillas que llevaron hasta la vereda la sangre de las víctimas.

También se se­cuestraron varios teléfonos celulares y se analizarán las últimas llamadas y mensajes de texto de esos aparatos. Y puede resultar clave la inspección del auto de Martínez, un Fiat Uno blanco que también fue secuestrado.

Según un informe de la ONG La Casa del Encuentro, en casi el 80% de los homicidios de mujeres cometidos en la Argentina el victimario es un conocido. En los primeros diez meses del año fueron asesinadas 237 mujeres, según ese relevamiento publicado ayer por Diario Popular .