Tere es de Mar del Plata. Viajó a Tucumán para pasar la Nochebuena con su hermano, Miguel Reyes Pérez, de 24 años, separado, con una hija pequeña. El sábado 24, la familia paseaba por el centro comercial del barrio San Cayetano. Eran más o menos las cuatro de la tarde. Media cuadra antes de llegar a la plaza principal, en la calle López al 900, al costado de las vías, Miguel vio a un policía y salió corriendo.

Tres semanas antes, ese mismo agente, al que conocen como “Rambito” junto a otro, al que llaman “Figueroa”, lo habían querido detener. Miguel zafó pero el policía le advirtó: “Ahora andá pero en dónde te pille, te dejo en el cajón”.

En las semanas que siguientes “Rambito” y “Figueroa” “llamaron a la casa de los padres de Miguel pidiéndoles dinero a cambio de no “empapelar” a su hijo”, contó a Cosecha Roja una vecina de Doña Ana, la mamá de Miguel.

El policía lo corrió, lo alcanzó, lo tiró al piso y le pegó un tiro en la cabeza con su Itaka. Miguel no murió en el acto. La familia y otras personas que estaban allí lo rodearon y pelearon con la policía que luego disparó tiros al aire. Finalmente, lo pudieron sacar de allí. Ahora Miguel está en coma, internado en el Sanatorio Integral Luz Médica. Antes, mientras estaba sin conocimiento, la policía le hizo pruebas de parafina para ver si Miguel había disparado un arma. El test salió negativo.

“La realidad es que hay que dar a conocer esto porque nadie tiene derecho a fusilarte. Esto que pasó es terrible”, dijo a Cosecha Roja Carolina Hermoso, una amiga de la familia.

La policía no quiso tomar la denuncia en la comisaría por lo que la familia se presentó esta mañana en la Fiscalía de San Miguel de Tucumán.