hospital SantojanniCosecha Roja.-

Un adolescente de 17 años murió esta madrugada en el hospital Santojanni. Llegó con una herida de bala después de una persecución policial por el supuesto robo de una camioneta Amarok. Los medios dijeron que los familiares subieron al quirófano del primer piso, intentaron “rescatarlo” y después atacaron a los movileros de C5N. Fuentes judiciales dijeron a Cosecha Roja que no fue tan así. “Estaban histéricos, desesperados, pero no tenemos registro de un intento de rescate”.

“Para nosotros, es cosa de todos los días”, dijo uno de los médicos. La diferencia es que ayer hubo cámaras de tv para filmarlo. En el hospital recibieron una alerta policial, pero los jóvenes llegaron antes de que saliera la ambulancia. La Policía Federal los detuvo en la puerta,  un segundo antes de que abandonaran al chico herido. Los dos acompañantes del adolescente quedaron detenidos y la policía secuestró el auto en el que viajaban y una pistola taurus 40. La Amarok había sido robada en Yatay al 2500.

Ayer, luego de que las cámaras de televisión fueran apedreadas, la policía valló el hospital. Hoy se habían retirado: la custodia quedó a cargo de los dos policias de la Metropolitana que trabajan allí todos lo días.

La entrada a la guardia y la de urgencias están una al lado de la otra. En la primera, hay 20 butacas para que esperen y para que algunos, que no tienen dónde, duerman. Después del mostrador hay un pasillo con cuatro puertas: dos son los consultorios donde los clínicos atienden pacientes con meningitis, cáncer terminal, enfermedades cardíacas, HIV. En la puerta un cartel escrito con lápiz dice “consultorio 1”. Detrás de la otras dos puertas hay gente internada “porque el hospital está colapsado”. Son cuartos de 2 por 1, con tres camillas y nada más.

La recepcionista de la guardia atiende detrás de un mostrador reforzado con plástico y se ocupa de derivar los casos a los médicos según la urgencia. Cuando los turnos demoran o las prioridades no son las del que espera, le golpean el mostrador con el puño. Y, si quieren, pasan: la puerta que da a los pasillos está rota, no tiene picaporte.  A veces directamente la insultan “Che, pendejita, atendeme, borreguita”, “¿y vos quién mierda sos?”. Una vez se acercó un tipo de 40 años con la madre enferma. “Dale, pendeja, atendé a mi mamá que se va a morir”, le dijo. “¿Qué síntomas tiene?”, preguntó la recepcionista. “Se siente mal”, respondió. Tuvo que intervenir la médica para frenar los gritos del hombre.

La recepcionista ya les conoce los tonos de voz a los médicos. Cuando se pone “fulero” les grita “¿qué pasa doc?”. Y si hace falta sale de la guardia, entra a urgencias y busca a alguno de los dos policías de la Metropolitana que deben cuidar el hospital. A veces los tiene que llamar porque los pacientes se pelean entre ellos por el orden de prioridad.

Hace cinco años le pegaron en la cabeza con un objeto contundente y le rompieron una costilla. Los médicos tuvieron que contarle qué pasó porque sólo recuerda que llegó un hombre con la nariz cortada, en cuero, y que ella tuvo que irse a buscar un cirujano para un nene con apendicitis aguda: “Podía hacer un estallido, era urgente”, contó. Cuando volvió, la esposa del hombre de la nariz rota le dio con algo en la cabeza.

El sociólogo Javier Auyero investigó la violencia en algunas zonas del Conurbano. “Las agresiones físicas a los médicos eran una preocupación constante en las unidades de pronta atención y en los hospitales locales”, dijo a Cosecha Roja.

“Varios médicos me contaron que cuando atendían a heridos de bala, tenían que hacer pactos implícitos (te curo y “luego” aviso a la policía) y negociaciones (con quienes venían a terminar el trabajo que habían comenzando en la calle). Está no era una preocupación individual sino que había dado origen a intentos de organización colectiva”, contó Auyero.

Hoy por la mañana llegó a la guardia una nena de tres años que se cayó de una altura de siete metros. Tenía politraumatismo de cráneo. Los médicos la ingresaron a la sala de shock y la madre se quedó afuera, sola. Atender a la niña ocupó a los pediatras y enfermeros. La guardia se quedó con menos médicos. Llegó un hombre con un nene de 5 años.

-Señor -le dijeron- para pediatra tenemos de 4 a 5 horas de demora.

-Espero igual -contestó- si voy a la obra social es lo mismo.

La recepcionista respiró aliviada. No siempre las respuestas son así. “Lo peor”, dice, “son los viernes y los sábados a la noche. O cuando hay un tiroteo y llegan los heridos de los dos bandos. Se siguen peleando acá adentro”.