La génesis

La decisión de renunciar al 13 y al 18 no es tan nueva. El mundo del fútbol comenzó a valorarla –por iniciativa propia y bajo absoluta discreción– hace al menos cuatro años. Después de recibir algunas quejas de jugadores que portaban esos números, la medida se discutió en juntas de presidentes de cada una de las categorías y se aprobó como una sugerencia, para que fueran los equipos los que en última instancia tomaran la decisión.

En lo que podría interpretarse como un síntoma de la expansión del fenómeno de las maras, el paso de los años no ha hecho sino incrementar el número de equipos que prescinde de esos números.

“Es para proteger a los jugadores”, dice Osvaldo Pinto, presidente de la Segunda División y del Santa Tecla F.C. Todos los representantes de equipos consultados coinciden en definir la iniciativa como una apuesta por la prevención, para prevenir agresiones. “El tema de las maras se ha desbordado –detalla Pinto–, al gobierno central se le salió de las manos, y lo que hemos hecho como liga es prevenir, para que a nuestros jugadores no les pase nada”.

La concesión afecta de forma transversal a todo el fútbol salvadoreño, pero basta analizar las nóminas oficiales que los equipos enviaron este año a la Fesfut para concluir que la prudencia –o el miedo, según se mire– se ha extendido más en las categorías inferiores. Resulta significativo, sin embargo, que en la Primera División solo cinco equipos estén utilizando los números 13 y 18: Águila, Universidad de El Salvador, FAS, Once Municipal y Alianza.

Fragmento de la nómina actual de Luis Ángel Firpo, nueve veces campeón del fútbol salvadoreño.
“Es una decisión del fútbol en general”, acota Pinto, “aunque cada presidente es libre de hacer lo que quiera con su equipo”. Lo decidido, eso sí, no parece tener marcha atrás. Para la presente edición del Torneo de Apertura, la Segunda incluso optó por zanjar el asunto y sustituir el 13 y el 18 por el 51 y el 52, respectivamente.

Un sondeo entre dirigentes de distintos equipos confirma las causas y permite conocer detalles del porqué de un cambio así. “Para un jugador es un peligro ir con esos números en la espalda cuando viene desde Soyapango o zonas así”, dice Orsy Tejada, presidente del Brasilia, de Suchitoto (Cuscatlán). “Nosotros para esta temporada dejamos de usarlos, después de escuchar a otros equipos que tenían ese problema”, dice Hernán Vargas, representante del ADI de Intipucá (La Unión). “Nuestro portero aún juega con el 13 en la espalda, pero estamos valorando quitar ese número porque algunos jugadores viven en otros lugares y los pueden atacar”, dice Elba Josefina Peña, presidenta de La Asunción, de Anamorós (La Unión). “Muertes por esta causa no ha habido aún, pero sí golpes, improperios, agresiones verbales, piedras, etcétera”, dice Pinto.

¿Por qué 13, por qué 18?

El Barrio 18 o la 18 (conocida erróneamente también como Mara 18) es el nombre hispano de la 18th Street Gang, una pandilla creada en la década de los sesenta en la ciudad de Los Ángeles. Formada originalmente por migrantes mexicanos, distintos investigadores le atribuyen el hecho de haber sido la primera pandilla de origen latinoamericano que se abrió a personas de origen distinto. En la actualidad en El Salvador se encuentra dividida en dos facciones llamadas Sureños y Revolucionarios que, si bien mantienen entre sí una rivalidad a muerte, ninguna ha renunciado al 18 como seña de identidad.

Los orígenes de la pandilla rival, la MS-13, son más recientes. Surge también en Los Ángeles, pero bien entrada ya la década de los setenta, y también en el área de Rampart, el mismo sector en el que nació la 18. Algunos investigadores consideran que la Mara Salvatrucha es una escisión del Barrio 18, singularizada porque en sus inicios el grueso de sus integrantes eran migrantes salvadoreños.

Tanto la MS-13 como el Barrio 18 son pandillas sureñas, es decir, están bajo el paraguas de una misma estructura criminal superior llamada la Mexican Mafia o la eMe. El número aglutinador de identidad de la eMe es el 13 –la letra M es la decimotercera del alfabeto–, y por esa razón todas las pandillas sureñas se identifican con ese número. Contrario a la creencia popular, el 13 las une; no las divide. Cientos de pandilleros de la 18 tienen el 13 tatuado sin que ello suponga problema alguno.

El 18, por el contrario, es un número prohibido y denostado entre los integrantes de la Mara Salvatrucha, por ser de uso exclusivo de la pandilla rival, que lo adoptó porque en sus orígenes comenzó a hacerse fuerte en algunos sectores de la calle 18 de Los Ángeles.

La simbología en torno a estos dos números se gestó, pues, en Los Ángeles, a miles de kilómetros de El Salvador. Centroamérica la importó y la radicalizó. Y el fútbol salvadoreño está pagando hoy un peaje.

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