QuijanoCosecha Roja.-

David Quijano se convirtió en trending topic como el #PolicíaHéroe porque contó en TV cómo ayudó a las nenas de 13, 12 y 4 años que escaparon de una casa en Monte Chingolo en la que estaban secuestradas. Alejandro Bordón lo vio en la tele y dijo: “ese es el policía que me arruinó la vida”. En 2010 ese mismo oficial lo golpeó, lo detuvo y colaboró en el armado de una causa en su contra por un asesinato que no cometió y por el que estuvo preso un año y ocho meses.

“Por culpa de este trasnochado pasamos los peores momentos de nuestras vidas y encima el crimen quedó impune”, dijo a Cosecha Roja Bordón. El policía que pidió la tenencia de las chicas y que las llevó a su casa para que se bañaran y comieran tiene una causa por “apremios ilegales”: el día que detuvo a Bordón no se identificó como policía y lo golpeó hasta el desmayo. El caso es similar al de Fernando Carrera, que estuvo preso por una causa armada por la policía.

Eran las 4:40 de la mañana del 5 de octubre de 2010. En Monte Chingolo habían asesinado -sin robarle nada- al chofer de la línea 524 Juan Alberto Núñez mientras iba caminando a buscar el colectivo. Bordón salió de su casa para ir a trabajar y como se le hacía tarde corrió el colectivo y se subió. Tenía puesto un buzo blanco. Segundos antes Quijano había escuchado el disparo, había salido de su casa y le había preguntado a unos pibes qué había pasado. “Fue uno con buzo blanco”, contó que le dijeron. Entonces lo vio a Alejandro y se subió al colectivo.

“Yo estaba sacando el boleto, todavía no había SUBE. Me apuntó con un arma y me empezó a golpear. Tiré el bolso de mis cosas de trabajo y le dije ‘llevate todo’, pensé que me estaban robando. No se identificó. Me puso las manos en la nuca, me hizo arrodillar, me pateó la cabeza y la cara, perdí un par de dientes y me desvanecí”, dijo Bordón. Estuvo dos meses preso en una comisaría, nueve en el penal de Sierra Chica y el resto en la Unidad de Tránsito de La Plata y la de Lomas de Zamora. Lo absolvieron el 4 de junio de 2012 por unanimidad en el juicio oral. Después abrió una causa contra Quijano por “apremios ilegales” que está actualmente en curso en Unidad Fiscal de Instrucción N°5 de Lomas de Zamora.

Bordón contó que mientras estaba en el suelo Quijano le pidió al colectivero que llamara al 911. Recién ahí se identificó: habló con la comisaría, dijo que era policía y que tenía al asesino. El policía dijo que el sospechoso había tratado de escapar ante la voz de alto y que tenía testigos. Durante el juicio, un testigo contó que escuchó los disparos a su derecha y que el acusado pasó por la izquierda, el dermotest -estudio que indica si hay pólvora en las manos de un sospechoso- dio negativo. Bordón dijo que también le adulteraron la prueba de los teléfonos.

En 2010 el caso provocó un paro de colectivos. Un delegado de la Unión de Tranviarios Automotor (UTA) dijo: “Hay más de 20 mil compañeros con sus familias en juego, los asaltos pasan y nosotros no estamos ajenos a esto”. El gobierno de la provincia anunció la instalación de “botones antipánico” en los colectivos que circularan a la noche. El paro se levantó cuando la Policía Bonaerense dijo que tenía el caso resuelto y al culpable detenido. “Lo mío se hizo político”, dijo Bordón.

“Como no podían decir que era un robo y yo no tenía antecedentes, dijeron que había sido un crimen pasional, que mi esposa era amante del colectivero y yo lo había matado”, contó Bordón. Para demostrarlo, denunció, pusieron el chip de Bordón en el celular de Núñez y copiaron todos los contactos. “Entonces la víctima tenía el contacto de mi mujer, pero también el de mi papá, mi mamá, mis compañeros de trabajo”, dijo. En el juicio se analizó el entrecruzamiento de llamados y “no existían”, contó sobre su absolución.

Ese mismo policía que colaboró con el armado de la causa fue el protagonista del caso de las tres chicas secuestradas que escaparon de una casa en Monte Chingolo la semana pasada y contó en la televisión:

Rompí con todo protocolo policial y judicial. Me llevé a las nenas a mi casa. Tenían miedo y esperaban órdenes. No sabían jugar. No conocían el agua caliente. La más chiquita decía que se había lavado el pelo con un shampoo de princesa.

En la casa de Monte Chingolo, a las tres nenas las maltrataban, las golpeaban y no les daban de comer. Vivían con ocho personas más -la pareja y seis hijos de Graciela- en una casa con techos de chapa, pisos de tierra, sin condiciones de higiene y repleta de estatuillas religiosas y altares. El viernes el fiscal Jorge Grieco confirmó que otra joven de 19 años también fue víctima y testigo del sometimiento que sufrieron las tres nenas rescatadas.