Por Redacción – CR.-

El periodista paraguayo Cándido Figueredo vive en Pedro Juan Caballero, departamento de Amambay, en la frontera con Brasil. Hace 16 años que es corresponsal del diario ABC Digital. Se especializó en cubrir temas de narcotráfico. Una guardia de seguridad lo acompaña las 24 horas desde hace más de una década.

La semana pasada la policía brasileña interceptó una llamada. La vida de Cándido corría peligro.

Desde Paraguay, alguien se había comunicado con un interno de la penitenciaría de la ciudad de Campo Grande, Brasil. La voz dijo:

-La Policía está todo el tiempo atrás de mí, desde que este periodista publicó lo de la pista no se puede trabajar más; está todo parado.

– ¿Es el mismo periodista de siempre?

– Sí.

– ¿Y qué se puede hacer?

– Si él viviera en mi zona, no viviría más de 6 días.

Hablaban de Cándido. Estaban molestos porque el periodista denunció en una nota publicada en septiembre de 2011 la existencia de pistas de aterrizaje clandestinas en las que operaba el capo prófugo Felipe “Barón” Escurra Rodríguez, jefe del cártel de Amambay.

Las pistas estaban en una estancia que pertenecería a un brasileño residente en São Paulo. Cándido estuvo ahí. Los vecinos del lugar le contaron que al menos dos avionetas descendían por semana con cargamentos de cocaína. Supo también que la organización contaba con la protección de agentes del puesto policial. Lo escribió todo en la nota.

A los cinco días de publicado el artículo un operativo antidrogas llegó hasta el lugar. El capataz y el hijo del administrador de la estancia fueron detenidos. Las pistas de aterrizaje, escondidas en el medio de un monte, se destruyeron.

A través de ellas se traficaba cocaína y marihuana hacia Bolivia y Brasil. Y ahora, que ya no existían, el hombre del otro lado del teléfono estaba furioso y tejía su plan.

– Si yo te digo que voy a matar a este desgraciado es porque lo voy a hacer; ahora estoy parado porque estoy sin dinero, pero ya tengo un muchacho que tiene a otros seis, con los que le va a seguir, porque ya no se puede trabajar por todo lo que publica en el diario.

La conversación fue escuchada por los Agentes de Actuación Especial de Represión al Crimen Organizado de Campo Grande, capital del Estado de Mato Grosso do Soul. Le avisaron a Cándido que estaba en peligro.

Cándido sabe de amenazas. De los riesgos del trabajo. De la vida siempre a la sombra de un guardia de seguridad. Vive solo con su mujer, porque su hija se mudó a Noruega. Y seguramente está cansado.

En el informe Los periodistas solos frente al tráfico ilegal, realizado por Reporteros Sin Fronteras en Paraguay en julio de 2011, Cándido Figueredo decía:

– Ejercer este oficio en este departamento es ser corresponsal en el infierno.

Según la investigación, este país estuvo durante mucho tiempo “entre los peor ubicados en la clasificación de la organización Transparency  International. Primer productor de marihuana del continente americano, también se convirtió en una ruta privilegiada del tráfico de cocaína proveniente de los  andes bolivianos hacia el cono  sur.  Si bien su nivel de inseguridad no se iguala al de  México,  Colombia o algunos  estados de Centroamérica, el país sufre de una corrupción tenaz, una impunidad judicial y una infiltración de la actividad mafiosa en los sectores políticos y económicos, lo que interpone grandes obstáculos a la emergencia de un contra-poder periodístico y ciudadano”.

Esta semana, a través de un comunicado de RSE se dio a conocer que el periodista planea dejar la región y su país por un tiempo. De todos modos, para la organización esto no exime a las autoridades, tanto paraguayas como brasileñas, de investigar el caso y los autores del plan de asesinato.

Los servicios de inteligencia brasileños trabajan para identificar quién era el hombre detrás de la voz interceptada.

 

Foto: archivo abcdigital.com