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Las noticias de ayer se escandalizaron con elementos secuestrados durante una requisa en el Centro Universitario Devoto (CUD). Se trató de un procedimiento de dudosa legalidad, sin orden de allanamiento, sobre un espacio universitario, que no contó con testigos ni presencia de estudiantes, docentes o autoridades de la Universidad. Las notas publicadas en Infobae, Clarín y La Nación apuntan al “salón de Filosofía y Letras”. La mención a nuestra Facultad -que los periodistas reproducen de fuentes penitenciarias- no es casual. Somos la unidad académica que más actividades tiene en el CUD, lo cual supone también la mayor cantidad de movimiento de personas que “bajan”, de todos los módulos y pabellones del penal. En las fotos filtradas por el Servicio Penitenciario Federal pueden verse mesas de plástico con el preciado botín; escaso, por cierto, comparado con lo que puede encontrarse en cualquier pabellón o el locker de algún guardiacárcel. Entre las cosas que muestran como prueba hay pendrives autorizados que usamos para guardar los trabajos producidos en los talleres y cámaras estenopeicas que construimos con cajas de botellas de vino (“bebidas alcohólicas”, decía las notas) y similares.

El procedimiento se realizó en el preludio de una medida de fuerza que estaban organizando los estudiantes universitarios frente a las arbitrariedad en las “calificaciones” (los presos son puntuados por conducta y concepto, de acuerdo a las actividades que realizan) hechas por el Servicio la semana pasada. Pero el hecho no es ajeno al contexto más amplio de exposición y operaciones (mediáticas y de las otras), en las que puede leerse una disputa feroz por el control del negocio de la cárcel, en varios niveles o escalas. El que vemos acá es el chiquitaje: drogas, celulares y modems ingresados y vendidos, como todo el mundo sabe, por los agentes penitenciarios. (Sin ir más lejos, la semana pasada, encontraron un kilo de marihuana escondido en la ropa de un guardiacárcel.) El negocio grande está en la repartija del presupuesto destinado a los servicios penitenciarios e instituciones vinculadas a la ejecución de a pena, la construcción de nuevas cárceles y la mudanza de Devoto para realizar un megaemprendimiento inmobiliario en la zona. Mientras tanto, entorpecen el funcionamiento del Programa UBAXXII e intentan desacreditar nuestro trabajo. La mesa está servida. Los platos rotos también se pagan adentro.