Matías Máximo – Cosecha Roja.-
Cuando Héctor Hugo Montenegro llegó a la Escollera Sur, tenía en una mano un ramo de flores y en la otra a Nacho, su hijo de 11 años. A pesar de la niebla marplatense -que junto al mar es más intensa-, decidió acercarse al mismo lugar donde hace poco más de un año tiró las cenizas de Roxana, su esposa, para homenajearla en el día de su cumpleaños. Apenas pasado el mediodía, Hugo y Nacho fueron hasta el Cristo, bajaron por las escaleras que conectan la zona cementada con el espigón de piedras, y ahí una ola los volteó. En la lucha para que primero se salvara su hijo, Hugo se lo subió a los hombros y lo empujó arriba hasta que unos pescadores lo alzaron, pero él no pudo salir vivo: en el forcejeo con el agua, primero se golpeó la cabeza y quedó inconsciente, después se ahogó y su cuerpo tuvo que esperar a las Fuerzas de la Prefectura para salir del mar.
“Se lo llevó ella para seguir juntos en el más allá”, dijo una enfermera que conocía a Roxana, que trabajó en el área de Neonatología del Hospital Materno Infantil hasta el día de su muerte. Para algunos lo más trágico del caso es la situación que le toca vivir a Nacho, que con 11 años perdió primero a su mamá y después a su padre.
“Nacho recién se estaba recuperando del trauma que le causó la muerte de su madre, a la que encontró muerta de forma inesperada en un sillón cuando entró a su casa después de un ensayo”, cuenta su profesora de folklore, y agrega “es un chico muy cariñoso, y Hugo también lo era, siempre ayudaba en los eventos y lo vamos a extrañar mucho, estamos muy apenados.”
Hugo vivía hacía más de diez años en Mar del Plata, ciudad donde trabajó como policía hasta que en un tiroteo lo hirieron por la espalda y fue retirado por las secuelas psicológicas. Hacía pocos años se había jubilado (tenía 55) y pasaba sus días tranquilo, dedicado a las changas que hacía con su camioneta. Sus restos son velados por sus familiares en Merlo, provincia de Buenos Aires, lejos del mar que se llevó su vida y las cenizas de su mujer.
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