El Tiempo.-
Mientras tres años atrás todos los ojos estaban puestos en Javier Velasco, el asesino de Rosa Elvira Cely –violada y torturada el 24 de mayo del 2012 en el parque Nacional–, otro homicida igual de aterrador ya rondaba silenciosamente los cerros orientales de Bogotá.
Esta semana se conoció el prontuario criminal de Fredy Armando Valencia Vargas, el hombre que aceptó haber asfixiado al menos a 16 mujeres hasta causarles la muerte, durante los últimos cuatro años, y luego haberlas sepultado en montañas de basura, a solo tres metros de distancia de un cambuche, elaborado con plástico y madera.
Su testimonio horrorizó al país no solo por la magnitud de lo cometido, sino porque todo sucedió en la calle 20 con avenida Circunvalar, es decir, a pocos metros de distancia de la entrada que conduce al santuario de Monserrate. Lo peor es que todavía hay mucho por contar. EL TIEMPO reconstruyó cada uno de los momentos que le dieron vida a este capítulo de violencia, el más aterrador de la historia reciente de la ciudad.
El macabro hallazgo
Hace dos semanas, una mujer, llevando de la mano a sus tres hijos y escoltada por un par de perros, ingresó por un camino de basura, entre los árboles, que la condujo hasta el cambuche de Valencia.
A pesar de la montaña de residuos que por años él mismo acumuló allí, le pidió quedarse, justo al lado suyo, sin ruido ni molestias. Aunque la idea no le gustó, más aún cuando llegó su esposo horas después, les permitió armar una vivienda improvisada casi que pegada a la suya, a cambio de un pago mínimo.
Pero así como ellos llegaron, también los problemas. La mujer casi que de inmediato intentó retirar parte de la basura, mientras los perros extrañamente olfateaban y rasguñaban entre la inmundicia, por lo que Valencia se molestó.
“No le gustaba lo que hacían. Entonces –contó uno de los investigadores de la Sijín de la Policía Metropolitana de Bogotá, que tiene a cargo el caso– los hizo correr cinco metros más a la derecha de su cambuche”.
Sin embargo, solo noches después, y por increíble que parezca, decidió confesarle al padre de los pequeños sobre los crímenes. “Le dijo que había matado mujeres; y él nos contó. Por eso, después ellos bajan, escarban y se encuentran con el primer cuerpo. Todos lo vimos”, contó una mujer que vive en la parte alta de los cerros, pero que prefirió no dar su nombre.
Y resultó ser cierto. El primero fue hallado el sábado; otros tres, el martes; cuatro más, el miércoles, uno el jueves y dos ayer.
En total, el equipo de peritos de la Policía halló los restos óseos de 11 personas, metidos en bolsas negras y envueltos entre tapetes o cobijas. La mayoría fueron enterradas con la cara hacia arriba.
De ellas –dice el propio Valencia– nunca supo su nombre. A muchas ni siquiera se lo preguntó.
Por años captó la atención de habitantes de calle adictas a los psicoactivos, especialmente al bazuco, bajo la misma modalidad, y terminó asesinándolas cuando se negaban a sostener relaciones sexuales.
Del estudiante del colegio Rafael Uribe Uribe (Tunjuelito), quien posteriormente alcanzó cuarto semestre de ingeniería industrial, queda poco. Su vida fue consumida por las drogas desde los 22 años;finalmente, eso fue lo que lo llevó a dejar su hogar.
Para determinar quiénes son sus víctimas, Medicina Legal creó un grupo integrado por médicos patólogos, especialistas, odontólogos y antropólogos forenses, psiquiatras y psicólogos, que trabajan simultáneamente. “Lo hacen desde el estudio de las evidencias, de los laboratorios y de las conductas. Todo en equipo. Los hallazgos se estudian en conjunto”, explicó Carlos Eduardo Valdés, director del instituto.
Sus crímenes
Por su parte, Valencia asegura recordar únicamente a la última de sus víctimas, quien habría muerto a finales de noviembre o principios de diciembre del año pasado. Le decían la ‘Chiqui’.
Era joven, de baja estatura, delgada y de ojos castaños, era conocida en el sector del ‘Bronx’, centro de Bogotá, pues, según él, robaba autopartes.
La historia con ella no duró más de tres horas. Aunque sus recuerdos son vagos, ha dicho que la encontró en una esquina, como a las 7 de la noche. Caminaron hasta llegar a su cambuche, donde estaba la ropa que le había prometido. Sin embargo, ella se habría negado a tener relaciones y la escena se tornó violenta.
Supuestamente, la mujer intentó llevarse su celular haciendo uso de un machete que guardaba celosamente en su cambuche.
Lo peor vino después. Hacia las 9:30 p. m., él la tomó del cuello hasta que dejó de respirar. El hoy sindicado es consciente de que, como lo hizo antes, abusó sexualmente de ella; luego la envolvió en bolsas y la enterró entre los residuos.
¿Quién es el asesino?
En Colombia no se escuchaba hablar de un caso de esta naturaleza desde hace al menos 15 años, cuando Luis Alfredo Garavito confesó haber asesinado a 172 niños y fue capturado.
Por eso el caso de Fredy Armando Valencia Vargas es aterrador.Conserva las mismas características de las historias de horror, cuyos protagonistas son asesinos en serie que fueron llevados a las pantallas posteriormente, en series o películas estadounidenses que retratan ese estado mental, o en textos como ‘Los monstruos en Colombia sí existen’, de autoría de Esteban Cruz Niño.
Puntualmente, sobre Valencia Vargas y su patrón delictivo, fuentes cercanas a él señalan que atacaba entre períodos de dos o tres meses y siempre les prometía a sus víctimas droga, baño y ropa.
Su papá, un taxista de oficio, no sabía de él desde hacía tres años. Sus vecinos lo recuerdan como un solitario, de pocos amigos; y sus allegados, como un hombre de carácter fuerte.
Lo curioso de su caso es que fue capaz de confesar que era un homicida, sin tener siquiera una sospecha de los demás que lo incriminara. Reveló su macabro secreto porque –dice– vivía atormentado y quería que su conciencia estuviera tranquila. “No soy un monstruo”, insistió el viernes ante los medios de comunicación.
En su albergue no había más que tres galones de agua y prendas femeninas entre sus cosas, que ya quedaron a disposición de las autoridades.
¿Qué es un homicida en serie?
Los asesinos en serie, es decir quienes matan a más de tres personas en un periodo largo de tiempo, lo hacen bajo condiciones y parámetros de conducta parecidas.
“La mayoría de los asesinos en serie colombianos sí tienen unas características similares. Son personas que están al límite de la pobreza, segregadas de la sociedad, que sobreviven o son indigentes”, explicó Esteban Cruz, profesor de la Universidad del Rosario e investigador del fenómeno del asesinato en serie.
Por lo general –agrega– son hombres que vienen de hogares disfuncionales o donde hubo maltrato, y sus víctimas son personas más vulnerables, como niños y mujeres pobres o en condición de abandono.
Este tipo de criminales han actuado de forma similar en el mundo y utilizan espacios abiertos para cometer los asesinatos. A veces dentro de las ciudades.
Para el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, en cualquier caso similar al de Valencia, cuando se habla de asesinos en serie, “se requiere que la comunidad conozca todos los aspectos para tomar acciones preventivas”, por lo que en los próximos días se conocería el informe completo de todas las víctimas.
Mientras tanto, personal de la Sijín de la Policía Metropolitana de Bogotá, en cabeza del coronel Javier Barrera, que vienen trabajando desde las primeras horas del día hasta la tarde, continuarán en el lote donde fueron hallados los restos óseos, hasta que terminen de sacar la basura y toquen tierra.
El ‘Monstruo de los Andes’
Pedro Alonso López, el ‘Monstruo de los Andes’, es calificado como el peor de los asesinos en serie que ha conocido el país. El hombre fue acusado de matar a 300 niñas y jóvenes, en Colombia, Ecuador y Perú. Fue capturado en 1980. Se salvó de varios atentados en la cárcel.
Luis Alfredo Garavito
Es considerado el mayor asesino en serie de niños en el mundo. Confesó haber asesinado 172 niños, entre los 6 y los 16 años. También abusó sexualmente de ellos. Cometió los crímenes durante seis años, entre 1992 y 1998, en 11 departamentos.
‘Monstruo de los cañaduzales’
Manuel Octavio Bermúdez es conocido como el ‘Monstruo de los cañaduzales’. Se hacía pasar como vendedor de helados, en parques infantiles. Les ofrecía trabajo a niños necesitados. En las plantaciones de caña de azúcar en el Valle, los drogaba y asesinaba
Foto: Vanguardia
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