* Por Diana Sacayán / Publicado en Revista El Teje en octubre de 2010
Pame era amiga de Daniela, La Rubí. Vivió con ella cinco años compartiendo el mismo terreno, ella la describe como una excelente persona y muy buena amiga. Junto a ella y a Lucí, otra compañera, nos reunimos para dar luz una vez más a un crimen de odio, que para los grandes medios pasó desapercibido.
Quizá noten similitudes en esta situación con otras notas que realicé y que refieren al mismo tema, pero es sumamente necesario desde esta redacción y desde mi compromiso como militante y activista seguir denunciando estas situaciones que se dan en el seno de una sociedad que parece haber crecido de espaldas en relación a la comunidad GLTTB. Esta también es la realidad y esta es también parte de esa sociedad.
Pamela no me esperaba. Hacía ya bastante tiempo que intentaba localizarla, pero nadie tenía su contacto. Mi visita es sorpresiva, en una tarde de invierno con un sol generoso. Nos besamos, ella estaba con Lucí otra compañera que conozco hace más de diez años. Nos sentamos en el tronco seco de un árbol devenido en banco en la puerta de su modesta casita, ubicada a orillas de un zanjón.
Pamela cuenta que a Daniela, La Rubí, le dispararon un tiro el día 18 de abril, que según supo permaneció tirada durante una hora y media en la vereda, que la policía la interrogaba en el mismo lugar, antes de solicitar la asistencia médica.
Según me enteré, dice Pamela: “La levantó un cliente en un Polo gris, le solicitó un servicio, ella aceptó, llegó el cliente, la llevó a su casa y cuando bajó le dijo: ‘Rubia, esto es para vos’. Y seguido le disparó a la altura de la ingle. Los vecinos fueron quienes llamaron a la ambulancia porque la policía lo único que hizo durante el tiempo que estuvo tirada en el suelo fue verduguearla, humillarla”.
Daniela fue trasladada al hospital Paroissien de La Matanza, estuvo internada un mes. Durante ese tiempo le hicieron tres intervenciones quirúrgicas. Aparentemente en el hospital le entró un virus intrahospitalario que complicó su situación, provocándole una fuerte infección. Padeció todo ese mes y el día 8 de mayo falleció a las 9:30 de la mañana. Se hizo cargo su hermana y la mae Carla, que es su referente espiritual en la religión afro brasilera umbandista.
La policía intervino y la causa está caratulada como homicidio.
Daniela no tuvo velorio porque la situación económica de sus compañeras no permitió contratar un servicio fúnebre. Ella se vino de jovencita en busca de un futuro mejor a Buenos Aires. Su única parienta era su hermana, que vive en la villa Santos Vega. De las cuestiones burocráticas y trámites se ocupó Carla y las demás compañeras travestis.
Pame cuenta que la situación en la zona es cada vez peor porque los derechos, tan vendidos en los medios de comunicación, son sólo para un sector. “Aquí sólo nos queda la sensación de inseguridad, aquí no existen los derechos, más si sos travesti y puta, estamos a la deriva. Estas situaciones ocurren y es como si nada hubiera pasado, nadie nos escucha, nadie nos atiende, para nosotras no existe el Estado, el Estado se ausentó desde que decidimos ser travestis.”
Llamativamente un día después del disparo a Daniela, un camión de mudanzas se acercó con dos personas armadas al lugar donde vivía. El lugar está cerca de la rotonda de San Justo, en La Matanza. Le pidieron a unos amigos que cuidaban la casa que se retiraran ya, porque iban a tener problemas.
Carla es Mae en la religión Umbanda. Conoció a Rubí en el año 2004, cuando fue a pedirle ayuda porque se habían metido en su casa a robarle. Desde allí nunca más se separaron y ella se convirtió en su guía espiritual y amiga.
Carla me esperaba más temprano, pero bueno, así son los horarios travestis. Cuando llegué me excusé mientras ella hablaba por la ventana. De inmediato abrió la puerta, tenía en las manos un retazo de tela blanca y sobre la mesa una overlock con la que, seguramente, en poco tiempo convertiría el paño en un traje para las ceremonias en las que agasajan y piden axe a los orixas, a los santos y a los exu.
—Contame cómo se conocieron con La Rubí.
—Ella vino hace siete años de Formosa y se quedó con nosotras a vivir un tiempo. Yo la conocí un día en que le habían robado. Vino a buscar protección en casa, ella se estaba recién travistiendo y eso le empezó a cerrar puertas y no le quedó otra que comenzar a prostituirse, al mismo tiempo que decidió ir a alquilar, hasta que se le dio la posibilidad de comprarse la casita donde vivía con otra compañera travesti, La Pamela. Siempre nos mantuvimos en contacto, siempre venía para acá. Fiestas, Navidad, Año nuevo, Día de la madre, cumpleaños, todo con nosotr*s. Ella tiene a su hermana, pero está en una situación muy difícil económicamente, vive en la Villa Palito, se aferraba a nosotr*s y mucho más aun después de que me convertí en su mae.
—¿Cómo te enteraste de lo ocurrido?
—Bueno, un día estábamos acá en casa y me llaman por teléfono para avisarme que le habían pegado un tiro. Me enteré a través de la Ibis, que es otra compañera travesti, compañera de ruta de ella. Me cuenta que estaba en la esquina de la casa de la Rubí trabajando y que ve un auto que se para en la puerta. La ve bajar a la Rubí, en un momento la Ibis siente un disparo y puede ver un auto gris con vidrios polarizados, escucha el disparo y el coche que arranca, cuando el coche arranca antes que doble en la esquina, el marido de la Ibis sale de la casa y logra ver el número de patente, que supongo que todo eso consta en la declaración que hicieron en la comisaría de San Justo. Bueno, la Ibis corre y cuando se acerca a la Rubí, todavía estaba viva y consciente. Rubí le cuenta que el hombre que manejaba el auto le preguntó cuánto cobraba la salida, ella le dijo 50. Él le dio 100 y ella contestó que no tenía cambio, entonces que fueron a la casa en busca de cambio, una vez que llegaron a la puerta, ella le dice: ‘Espera, que te doy el cambio y vamos’. Entonces, cuando está por entrar a su casa, el tipo le dice: ‘Ah, rubia, tomá, me mandaron esto para vos’. Y saca el arma por la ventanilla y le dispara un tiro que le dio en el estómago y ahí ella cae al piso. O sea, de esto yo no fui testigo, pero me lo contó la testigo, que también declaró en la causa.
La investigación quedó en manos de la UFI 5 de La Matanza, cuyo titular no respondió la consulta de El Teje. Carla asegura que el patrullero demoró cuarenta minutos en llegar y la ambulancia, una hora. Entonces, a ella la llevaron al hospital, y a los testigos a declarar a la comisaría de San Justo.
“Nosotr*s nos enteramos tres días después de lo ocurrido”, dice la Mae Carla. “La empezamos a buscar por todos los hospitales, cuando la localizamos en el Hospital Paroissien estaba en terapia intermedia, viva y nos avisaron que ya le iban a dar el alta. Pero Rubí comenzó a levantar fiebre, los médicos decidieron abrirla nuevamente, aparentemente el organismo rechazó el implante de intestino. Ellos decidieron desinfectarla y llevaron adelante un ano contra natura. Bueno, nos dicen que hay que esperar para que el intestino tenga tiempo de curarse, a los seis días comienza de nuevo con dolores y fiebre, entonces los médicos deciden abrirla de nuevo y cuando la abrieron por tercera vez estaba toda tomada de infección y los médicos en el parte dijeron que se le pegó un virus intrahospitalario y de esa operación ya no pudo zafar. Salió toda entubada. Yo en algunas cosas no pude intervenir, viste, por mi condición, no me podía hacer cargo cuando llaman a las nueve de la mañana y preguntan por los familiares de Gómez… Nos acercamos y nos dicen que había fallecido. Una hija de la religión mía se hizo cargo, hasta que apareciera la hermana. Para el hospital no era una NN, pero había que movilizarse hasta la comisaría para hacer una declaración jurada, decir que nos hací- amos cargo. De repente, si nosotras nos acompañamos tanto tiempo en la vida, o sea, en ese momento tampoco la íbamos a dejar tirada a la suerte de vaya a saber qué, viste. Ellas empezaron ahí a movilizarse para el entierro. Que tenga su cajón, y su velorio, todo como correspondía”, sigue la Mae. “Estuvimos dando vueltas como cinco días, ella falleció un lunes o martes, nos entregaron el cuerpo un sábado y el cuerpo fue directo del hospital Paroissien al cementerio. Una vez que el juez lo liberó de la autopsia, recién ahí pudimos tener el cuerpo y nosotr*s, a todo esto, seguíamos tratando de localizar a la hermana porque era la única parienta que tenía cerca. Así que nos metimos en la Villa Santos Vega a buscarla hasta que pudimos localizarla, para contarle y preguntarle qué quería hacer. Si querían localizar a la familia de Formosa, por ejemplo. La familia de allá tampoco se quiso hacer cargo, no pudieron viajar, ni sus hermanos, ni su madre. Nosotras le preguntamos si querían que le manden el cuerpo, pero ellos se negaron, no sé por qué motivo y la hermana de ella que está acá no estaba en condiciones de hacerlo. Entonces desde el templo llamamos a una reunión y juntamos entre tod*s sus herman*s de religión el dinero para el cajón, para su entierro. Pero también hubo miles de pros y de contras: supuestamente el miércoles entregaban el cuerpo, pero como hubo un error del forense, no nos quisieron entregar el cuerpo y pasaron todo para el jueves; pero tampoco el jueves lo entregaron, y pasaron para el sábado. Recién a las 11 nos entregaron el cuerpo. Nosotras acompañamos a su hermana al cementerio, pero no tuvo velorio, su hermana decidió que la sepulten directamente.”
El disparo fue en la Calle Mendoza al 3200, en San Justo.
Foto: Diego Lereah
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