La Opinión.-
Grupos mexicanos del narcotráfico han puesto sus ojos en algunos países de África Occidental, cuya posición geográfica los convierte en puntos medios entre Europa y Sudamérica, reporta la revista alemana Der Spiegel.
Guinea-Bisáu, por ejemplo, es una escala para vuelos comerciales de alcances medianos; sin embargo, el Cártel de Sinaloa, de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, ha comenzado a mandar cargamentos de droga por medio de estas aeronaves, agrega.
La investigación, firmada por Alexander Smoltczyk, detalla cómo las autoridades de Guinea-Bisáu se han visto rebasadas frente a este fenómeno. Los altos índices de corrupción y el apoyo del ejército “han propiciado la creación de un narcoestado, donde la policía representa la justicia, pero no el poder”.
“La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito sospecha que los Boeing 727 ya están llegando a las costas de África Occidental con cargamentos de más de diez toneladas de drogas”, dice el medio alemán.
La falta de infraestructura y de vigilancia aérea hacen que los aviones pasen inadvertidos por el Osvaldo Vieira International Airport, agrega.
Con algunos testimonios, el reportero también documenta el estilo de vida que mantienen los habitantes y la forma como el trasiego de cocaína le ha brindado una forma de sustento.
“Para ser un narcoestado, Guinea-Bisáu parece más bien pacífico, e incluso soñoliento en ocasiones. Aquí no hay drogadictos ni traidores decapitados a un lado de la ruta. El comercio cotidiano de la droga se realiza virtualmente sin violencia”, dice el reportero.
Según el texto de la revista alemana, después de que la cocaína llega a Guinea-Bissau, ésta es transportada fuera del país en múltiples rutas donde personas y armas son también contrabandeadas.
Primero, explica Alexander, los venezolanos (principales operadores en esa zona) tienen botes que utilizan para viajar hasta Cabo Verde e incluso hasta la costa de Islas Canarias. Los pescadores suelen ser ocasionalmente forzados a llevar cajas también, pues es fácil presionarlos cuando sus familias están solas en tierra.
La ruta terrestre en el norte pasa por Senegal, Mauritania, Sahara del este y llega a Marruecos. Esta zona, de acuerdo con el texto, está llena de situaciones de riesgo que le dan pesadillas a cualquier agencia de inteligencia del oeste como tribus tuareg y demás contrabandistas; grupos de islamistas o tratantes de blancas. Pero con el dinero suficiente es posible establecer una ruta de tránsito viable, que están bien acondicionadas, ya que antes servían para el intercambio de esclavos.
La tercera ruta son los “tragadores”. Nigerianos que por 800 euros están dispuestos a tragar cápsulas que contienen droga y que viajan a Lisboa o a Cabo Verde en vuelos comerciales.
El kilo de cocaína en Bisáu cuesta aproximadamente 12 mil euros. En Europa se puede conseguir esta cantidad por 30 mil. Pese a que podría ser fácil capturar a los presuntos delincuentes, el cuerpo policíaco no ha podido hacer nada al respecto.
En julio de 2008, un vuelo comercial se vio obligado a aterrizar de emergencia, debido a fallas en el sistema hidráulico. No obstante, cuando la policía intentó registrar la nave se presentó un grupo de soldados que lo impidió.
Con base en testimonios de la policía local, Smoltczyk relata que los soldados rodearon la aeronave impidiendo que alguien pudiera abordarla o registrar el su cargamento.
“Ninguna huella de la carga ni de la tripulación pudo ser encontrada jamás (…) Según la policía española, a bordo de la nave había media tonelada de cocaína y tres venezolanos, entre ellos Carmelo Vásquez Guerra, supuesto colaborado de Joaquín Guzmán Loera, líder del Cártel de Sinaloa.
Pero el tráfico no sólo tiene lugar en ese país, el consumo de drogas ha crecido entre militares, funcionarios, políticos y demás personas adineradas.
Michael Daniels, un sacerdote franciscano ha visto a todos, y es uno de los pocos extranjeros lo suficientemente valientes como para hablar abiertamente.
“La gente en Bissau son demasiado pobres para pagar la cocaína o crack,” dice. Los líderes militares están convencidos de que Guinea-Bisáu es sólo un país de tránsito para las drogas. Ellos ven el contrabando como una forma inteligente de obtener una participación en el comercio mundial, narra.
Se especula que algunos incluso lo ven como una forma sutil de vengarse de las antiguas potencias coloniales, como Portugal. “Pero el mercado ha surgido entre los ricos”, dice el hermano Michael. Los hijos de la élite gobernante hace tiempo que han aprendido a inhalar un raya de “coca”, explica, y esto se está convirtiendo en una generación de adictos.
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