Por María José Bogado, Camila Petrone,Alicia Castillo, Tania Kippes y Larisa Zerbino*

“Cuando estuve detenido en una cárcel de la Provincia de Buenos Aires terminé el secundario y después en Marcos Paz, en un encierro de 23 horas, empecé a leer, a interiorizarme en el programa UBA XXII en cárceles”.

A Claudio se le quiebra la voz cuando habla de su experiencia en contexto de encierro. Atrás se escucha ruido de gente que va y viene, son sus compañeros y compañeras de la Cooperativa Textil “Hombres y Mujeres Libres”.

En estos días de lucha de los docentes por un salario digno, dónde se pone en pugna la calidad de la educación pública, la historia de Claudio nos remonta a la de muchos privados de libertad y docentes en contexto de encierro, que día tras día se encuentran alrededor de un pizarrón.

La educación pública también es la de los docentes y alumnos en contexto de encierro. Es, quizás, la menos conocida: la Educación en Contextos de Encierro que alcanza a varones, mujeres, adolescentes que se encuentran privados de libertad; a los niños que viven con sus madres presas y a quienes transitan dispositivos de internación en comunidades terapéuticas y centros socioeducativos.

La particularidad de la educación en contextos de encierro viene dada por el complejo contexto en que se desarrolla. Una institución dentro de otra, en constante tensión por sus lógicas opuestas, una promueve la libertad y el desarrollo integral de las personas y otra que privilegia la seguridad, el control y el castigo. Estudiantes que en muchos casos se encuentran por primera vez con el sistema educativo porque las condiciones de vida previas eran de total exclusión y marginalidad. Nuevamente la escuela aquí estimulando la creatividad de docentes y estudiantes para poder crear espacios de aprendizaje en este ambiente, por momentos hostil.

“En Marcos Paz, terminé el CBC y cuando lo terminé el Servicio me decía que no autorizaban mi traslado a Devoto para seguir estudiando, presenté un habeas corpus colectivo junto con otros compañeros en función del derecho de la educación como base de la resocialización”, sigue Claudio.

“Ganamos el habeas corpus, pero no el traslado, así que todos los días, los cinco días de la semana me trasladaban a Devoto junto con mis compañeros para estudiar. En esos camiones de traslado, nos dimos cuenta que empezó nuestra militancia.”

La educación pública intramuros ofrece los mismos niveles educativos que en la educación extramuro: nivel inicial, primario y secundario para adultos y en algunas unidades, mediante convenios con universidades públicas, carreras de formación terciaria y universitaria. Además promueve la educación física y artística a través de programas como “Horizontes de inclusión”, los CAJ (Centro de Actividades Juveniles) en contextos de encierro, la formación en oficios y el funcionamiento de bibliotecas dentro del programa “Bibliotecas abiertas” que en algunas unidades son administradas conjuntamente entre bibliotecarios e internos voluntarios.

Los docentes de contextos de encierro son actores claves, cronistas de una cotidianidad desconocida fuera de los muros y su intervención es clave para la construcción de nuevas identidades, de pertenencia y de lazos sociales intra y exta muros. La educación en contextos de encierro es fundamental para el proceso de nueva socialización de las personas al recuperar la libertad porque la posibilidad de ser estudiante en la cárcel les da a las personas otro lugar, otra percepción de sí mismos y sus potencialidades.

¿Por qué hablamos de educación en contextos de encierro cuando hablamos de educación pública? Porque, como dice Claudio, es una pieza clave en la resocialización y reintegración de las personas privadas de libertad y porque la educación en contextos de encierro no sería posible de otro modo.

Claudio toma aire y prosigue : “Nos trasladaron un año entero a Devoto todos los días, pasamos frío, nos sacaban de madrugada de los pabellones y nos reingresaban también de madrugada, dormíamos en el piso del camión. En esos viajes nos dimos cuenta por qué la gente que duerme en la calle pone cartón en el piso, era lo único que aislaba del frío.”

La educación es lo que brinda al sujeto la posibilidad de recuperar y/o proyectar una realidad diferente, con expectativas laborales y sociales en general. Conocer, saber y aprender permite tomar las riendas del propio futuro, sin caer en la falsa idea de que, al estar una persona en conflicto con el sistema penal, inevitablemente siempre se encontrará cargando con el estigma de la vulnerabilidad o la marginalidad.

“La educación transforma y es poder plantarse de otra forma. La educación es fundamental en todo contexto. Hoy estoy libre y me sigo cruzando con mis profesores. Es muy gratificante” dice, y se le vuelve a quebrar la voz.

La educación pública es la que nos permite atravesar muros y celdas y llegar hasta aquellas personas a las que frecuentemente nadie escucha. Allí donde para algunos se encuentra resguardado todo aquello que no quieren ver, es dónde la educación pública llega para construir puentes y volver libres -aunque sea en su mente- a quienes el mismo Estado quitó la libertad.

Negar el acceso a la educación, es negar uno de los derechos más importantes, porque es es necesidad, es herramienta, es dignidad. Un Estado debe (está obligado) a brindar la mejor calidad educacional con carácter público. La educación pública es un derecho; un derecho de todos y para todos, y debe ser garantizado sin criterios discriminatorios, es la que nos iguala y es la herramienta para el desarrollo en una sociedad en el marco del respeto mutuo.

Darle a quienes se encuentran encerrados la posibilidad de aprender, darle a conocer sus derechos y fomentar sus ideas quizás sea lo único que permita volar, crear, soñar y tener proyectos para un futuro libre.

Ya al finalizar, me despedí de Claudio hasta una nueva charla, pero una frase me perforó la memoria y resuenan en mí las palabras con tanta fuerza que no puedo dejar de escribirla, “cuando salí hice un giro de ciento ochenta grados en mi vida, pero se me hizo difícil porque lo único que me importaba era poder darle de comer a mi hijo. Ahora estoy pensando en volver a estudiar, en retomar. Tengo más de la mitad de la carrera de abogacía hecha y quiero romper con la perpetuidad de que nadie en mi familia tuvo acceso a la educación”.

Por estas historias desde Asociación Pensamiento Penal apoyamos la educación pública, también en contextos de encierro.

 

Integrantes del Área Cárceles de la Asociación Pensamiento Penal.