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Eugenia Cozzi*- Cosecha Roja.-

Joel Zotto tenía 17 años y murió apuñalado en la puerta de la escuela Hipólito Irigoyen, en el centro de Santa Fe. El principal sospechoso es un compañero de su misma edad. La versión que corre es la de “pelea de barrio”. El hecho desafía a que reflexionemos sobre la participación de jóvenes en situaciones de violencia “altamente lesiva”, como víctimas o como victimarios. Es una violencia que se ejerce principalmente entre pares, que aparece vinculada a formas colectivas de construcción de identidad y prestigio y que está configurada, además, por las significaciones que reproducen los medios de comunicación.

Durante nuestro trabajo en la ciudad Santa Fe entre 2008 y 2012** identificamos que la participación en los homicidios estaba fuertemente vinculada a formas colectivas de construir identidad y prestigio, a través de un uso especialmente expresivo de dicha violencia, relacionado con muestras de valentía y masculinidad. Esto sucede frente a dificultades que tienen estos jóvenes, de hacerlo con materiales tradicionales, como el trabajo o la escuela. Esto ocurre no solamente porque para ellos esos materiales aparecen como de difícil acceso, sino también porque resultan poco atractivos frente a lo que brinda participar de situaciones de violencia.

Por otra parte, la violencia aparece sumamente regulada a través de un extenso y complejo conjunto de reglas o códigos, que permiten establecer dónde, cómo, cuándo, entre o contra quiénes –estableciendo criterios de victimización-, “puede”, y en algunos “debe” ser utilizada esta violencia. El despliegue de violencia altamente lesiva que permite construir prestigio es la que se ejerce no contra cualquiera sino en contra de otro joven que también “ande a los tiros”. Se trata de una violencia horizontal. Es muy diferente a la violencia utilizada al momento de robar. El mismo relato de los jóvenes lo cuenta: para ellos, en caso de robo, la violencia debe ser sumamente medida y los homicidios son sumamente excepcionales. La violencia altamente lesiva se reserva para los pares.

¿Qué rol juegan la policía, los medios y la justicia en todo esto? La forma de significar estas muertes inciden en su configuración. La mayoría aparecen definidas y visibilizadas por las agencias del Estado –principalmente la policial- y por medios locales de comunicación de un modo particular: a través de la categoría de ajustes de cuentas. Alrededor de esta categoría está presente la idea de que se matan entre ellos y que por lo tanto, no es necesaria una intervención estatal. Se les quita valor e importancia. Paradójicamente, de forma muy similar son definidas por los propios jóvenes protagonistas de esas situaciones. Es decir, son pensadas y significadas como asuntos privados que no deben ser tratados fuera de su entorno.

La policía dice “ajustes de cuenta entre jóvenes con frondoso prontuario”. Los medios lo reproducen. Los jóvenes se lo apropian y lo convierten en identidad. Comparten la idea de que es un asunto privado y que nadie tiene que intervenir. Ellos mismos le dicen a su familia: “Si a mí me llegan a matar nadie tiene que declarar, nadie tiene que salir de testigo, los problemas de la calle se solucionan en la calle”.

¿Qué pasa cuando aparece la categoría de “víctima inocente”? Ahí, la forma de relatar la muerte -por parte de la policía y, después, de los medios- es diferente, el modo de caracterizar a la víctima es distinta e incluso las prácticas de las agencias encargadas de investigarlas y sancionarlas son diferentes. Estas muertes son investigadas, se identifica y detiene al involucrado, cosa que no suele suceder cuando muere un “joven que anda a los tiros”. Allí, la tasa de esclarecimiento es muy baja porque se entiende como un asunto privado que no tiene importancia. Los jóvenes comparten esas formas de definir las muertes. Hace un tiempo, un joven con el que trabajábamos se vio accidentalmente involucrado en la muerte de su hermana. No era el único caso de violencia en el que estaba metido pero su evaluación del hecho era distinta: inmediatamente se presentó a la justicia.

Es preciso, entonces, definir a estas situaciones de violencia altamente lesiva como un problema prioritario de seguridad, como un asunto público, no privado. Es necesario diseñar e implementar políticas públicas de seguridad con fuertes elementos de inclusión sociocultural, dirigidas a proporcionar materiales alternativos de construcción de identidad, prestigio y reconocimiento que compitan con los disponibles y que redunde en una disminución de la violencia.

*Becaria del CONICET UBA-UNR y Magister en Criminología de la Universidad Nacional del Litoral. Hizo su tesis entre 2008 y 2012 sobre la violencia altamente lesiva.

** La investigación fue primero en el marco del Proyecto PNUD “Abordaje multiagencial para el abordaje del delito a nivel local” ejecutado por la ex Secretaria de Seguridad Interior de la Nación y luego con el “Programa de Inclusión Sociocultural con jóvenes para la prevención del delito y reducción de la violencia”, ejecutado por la Secretaría de Seguridad Comunitaria.