La vida en la cárcel

Por Ricardo Ravelo. Proceso, 21 de agosto de 2011.

El sinaloense Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, está en las raíces de la época moderna del narcotráfico mexicano. De cárcel en cárcel, ha permanecido en prisión 26 años. Hace casi 10, Julio Scherer García lo avistó apenas en el penal entonces llamado de La Palma y entrevistó a su hija Ofelia Fonseca, en aquel tiempo también encarcelada. Dio testimonio de ello en el libro Máxima seguridad. Almoloya y Puente Grande. Ahora, otra hija, Esther, abre nuevas páginas del álbum familiar de Don Neto, quien ha sido ya exonerado en última instancia del cargo de narcotráfico, y en entrevista con Proceso ofrece estampas de lo que ha sido la vida de su padre en los penales de alta seguridad en los que ha estado recluido y entreabre las cortinas de la convivencia familiar de los capos del crimen organizado… A los 81 años, enfermo, desgastado, Don Neto cumple una sentencia de 40 años de prisión por haber participado en el célebre caso del secuestro y asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, en 1985.

Considerado por la agencia antidrogas estadunidense (DEA) y por la Procuraduría General de la República (PGR) como uno de los capos emblemáticos de los ochenta, Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, podría quedar en libertad si un tribunal de alzada le concede los beneficios de ley por su avanzada edad y su grave estado de salud.

El pasado 27 de abril, después de 26 años de juicio –cuyo expediente suma 170 tomos– se resolvió la causa penal 82/85 y se dictó sentencia condenatoria de 40 años de prisión en contra de Ernesto Fonseca y Rafael Caro Quintero por el secuestro y homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena.

En esa misma resolución se absolvió a Fonseca Carrillo de los cargos por narcotráfico en todas sus modalidades:

“Se modifica la sentencia apelada y se absuelve a Ernesto Rafael Fonseca Carrillo… de la acusación ministerial formulada en su contra por la responsabilidad penal en la comisión del delito contra la salud, en las modalidades de siembra, cultivo, cosecha, elaboración, preparación y acondicionamiento de paquetes de mariguana, posesión y tráfico de la misma, así como en la modalidad de aportación de recursos económicos para la siembra y cultivo de ese estupefaciente…”, establece el apartado cuarto del dictamen.

Con ello, Fonseca Carrillo también está en posibilidad de recuperar los bienes que la PGR le aseguró tras su aprehensión y que, según sus familiares, consisten en un terreno y una casa que ya está destruida por el paso del tiempo.

“Veo muy cerca la liberación de mi padre si se cumple la ley. Lo que más deseo en la vida es que mi papá no se muera en la cárcel”, dice en entrevista con Proceso Esther Fonseca Valencia, una de las hijas de Don Neto.

–¿Está muy enfermo su padre?

–La cárcel ha sido muy dura. Las enfermedades lo han agobiado; está mal alimentado y mal atendido por los médicos. Todo esto lo hemos denunciado ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero nadie nos hace caso.

Veintiséis años después de su aprehensión en Puerto Vallarta, Jalisco, Ernesto Fonseca fue absuelto en abril último de los cargos por narcotráfico. Meses atrás también se le eximió de otros delitos, en particular por su relación en el escándalo del rancho El Búfalo. En ese predio, propiedad de Rafael Caro Quintero, fueron descubiertos enormes sembradíos de mariguana –de casi 3 mil hectáreas– que eran protegidos por militares.

Sin embargo, Don Neto se mantiene en reclusión por el secuestro y homicidio del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena y del piloto mexicano Alfredo Zavala, cuyos cuerpos fueron localizados en el rancho El Mareño, en Michoacán, en 1985.

Ese caso, que sigue abierto ante la justicia mexicana, implicó no sólo a Fonseca Carrillo, sino también a Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, entre otros personajes del llamado cártel de Guadalajara que en los ochenta eran investigados por Camarena por sus vinculaciones con el tráfico de drogas.

Maltrato carcelario

Después de una larga batalla legal, Esther Fonseca Valencia, hija de Fonseca Carrillo, deja los votos de silencio y afirma que su mayor deseo es ver a su padre en libertad. Asegura que durante estos 26 años ella y su familia han vivido una pesadilla. Dice que aún tiene vivo el recuerdo de la detención de su papá; “fue un golpe muy fuerte para todos”.

–¿Qué hizo cuando se enteró del arresto de su padre? ¿Ustedes sabían que se dedicaba al narcotráfico?

–Para mí y para mis hermanos mi padre fue y es un hombre ejemplar, muy trabajador y responsable. Sabíamos que era ganadero y que así se ganaba la vida. Recuerdo que el día de su detención yo estaba en Guadalajara y fui al supermercado. Cuando salí escuché por radio que habían detenido a una persona con los apellidos de mi papá y nos alarmamos mucho porque no sabíamos nada de él.

“De inmediato comenzamos a buscarlo, preguntamos en muchos lugares si lo habían visto. Yo estudiaba la secundaria y fue muy impactante para mí y mis hermanos escuchar la palabra narcotraficante, pues en mi casa nunca vimos armas ni drogas.”

–¿Qué pensaron al ver que su padre no aparecía?

–Nos imaginamos lo peor. Contratamos un abogado y comenzamos a buscarlo. Luego nos enteramos de que estuvo varios días en el Campo Militar (Número Uno) y viajamos a la Ciudad de México cuando fue presentado en el Reclusorio Norte. Estaba muy golpeado, un ojo lo tenía casi cerrado. Le pasamos unos lentes y le tomamos una foto. Nos dijo que no nos preocupáramos, que todo estaba bien.

Fonseca Carrillo tiene 81 años y ha estado en tres prisiones. Luego de su detención, ocurrida en abril de 1985, fue internado siete años en el Reclusorio Norte. De ahí fue trasladado al penal de máxima seguridad de La Palma (hoy del Altiplano), donde permaneció 18 años, y hace cinco meses fue enviado a una cárcel de alta seguridad ubicada en la comunidad de Guadalupe, a 70 kilómetros de la ciudad de Durango.

Esther Fonseca comenta que la detención de su padre y los años que lleva en prisión cambiaron la vida de toda su familia: “Nos robaron la tranquilidad, sobre todo la tranquilidad por no saber cómo está mi papá. Aunque él no se queja de nada y siempre nos pide que no estemos tristes”.

–¿Qué pensó usted cuando la PGR lo acusó de narcotráfico y de la muerte de Enrique Camarena?

–Fue muy doloroso, pero siempre pensamos que no era cierto. Yo le pregunté a mi papá sobre ese tema, la muerte del agente de la policía americana, y él me respondió: “yo no he matado a nadie”. Y yo le creo.

Esther Fonseca dice que cuando visitan a su padre él habla poco de su vida. “A veces nos cuenta anécdotas de cuando era joven”.

–¿Qué piensan ustedes que va a ocurrir si después de 26 años en prisión lo absolvieron de los cargos por delitos contra la salud?

–Queremos saber qué pasó y por qué lo detuvieron. Ignoro qué hay en el fondo de toda esta historia. El tiempo se ha encargado de demostrar que mi padre no es narcotraficante y hemos pagado un precio muy alto por todo esto. Sobre todo mi papá, que está muy enfermo.

“No se vale el trato tan inhumano que ha recibido en la cárcel. Le dan una pésima alimentación y no le proporcionan los medicamentos que requiere para tratar la hipertensión crónica y la insuficiencia vascular periférica que padece. Ya perdió un ojo y está a punto de perder el otro por el glaucoma que tiene debido a su hipertensión. Lo peor es que las autoridades del penal no le dan permiso para que se opere. ¿Usted cree que ese trato es humano?”.

–¿Cómo vivía su padre cuando estaba en La Palma?

–Era horrible. A mis hermanas y a mí nos bajaban la ropa y por cualquier adorno que lleváramos nos impedían el ingreso. Nos pasaban un aparato para ver si habíamos tocado droga, y era horrible ver que hasta los niños de siete años daban positivo.

“Mi padre sufrió mucho ahí. El decía que desayunar un pedazo de nopal todos los días no era comida. Con el pretexto de sus enfermedades le restringían mucho los alimentos. Hace como cinco años le dieron permiso de salir de la cárcel para que lo atendieran en un hospital. Le dieron dos infartos y en ese tiempo ya tenía problemas fuertes en las coronarias­.”

Debido a su avanzada edad y a las múltiples enfermedades que padece, Ernesto Fonseca ganó un amparo que le permitió abandonar el penal de máxima seguridad de La Palma, donde estuvo recluido 18 años. “La gestión nos llevó muchos años, pero ganamos ese amparo”, apunta Esther y afirma que de nada les valió ese triunfo, pues ahora su padre se encuentra en condiciones peores a las que tenía en La Palma.

–¿Por qué?

–En La Palma podía salir y ver el sol. Hablaba con sus compañeros. Ahora está en una celda que se llama CO y que mi padre la llama celda olvidada. Desde que ingresó no sabe si es de día o de noche, pues permanece sumido en la oscuridad. No lo dejan leer ni la Biblia. En La Palma estaba en una celda de tres metros de largo por dos de ancho. Ahora permanece en un cuartito y no tiene contacto con la población.

“Hace unos días le pregunté al médico de la cárcel sobre el problema de la bacteria que tiene mi padre en su ojo derecho, y me dijo que era un problema de glaucoma por presión alta. Desde que ingresó a esa prisión de Durango, que para mí es tan dura como La Palma, no lo ha podido ver un solo especialista.

“La directora del penal, Érika Adriana Tenopala, dice que no lo deja salir porque tiene temor de que los demás internos lo agredan. Eso no es un argumento válido: mi padre no se mete con nadie. Imagínese cómo ha vivido mi padre que el otro día que pudo salir al jardincito comenzó a llover y nos dijo que hacía muchos años que no veía llover.

“En La Palma lo atendía un geriatra, pero en el penal de Durango no hay especialistas. Un día se desmayó y nadie se enteró hasta que le llevaron la comida. Se puede morir ahí adentro y nadie sabe nada. Mi padre dice que salió de Guatemala para entrar a guatepeor. A veces hasta nos dice en broma que quiere que lo regresen a la Palma, pues allá parece que estaba mejor.”

Largo historial

Ernesto Fonseca nació en Santiago de los Caballeros, Sinaloa, un pueblo que alcanzó la fama porque fue cuna de varios narcotraficantes emblemáticos, como Miguel Ángel Félix Gallardo. En la actualidad es uno de los territorios que a menudo utiliza como refugio Joaquín El Chapo Guzmán.

El nombre de Ernesto Fonseca comenzó a ser mencionado a finales de los setenta y mediados de los ochenta. Según la PGR en esa etapa fue integrante del cártel de Guadalajara que por aquellos años encabezaba Rafael Caro Quintero y del que formaban parte Félix Gallardo y Pablo Acosta.

En aquella época, el negocio del narcotráfico lo manejaban grupos tan compactos que eran vistos como una familia. Las figuras importantes del llamado cártel de Guadalajara eran Pablo Acosta, El Zorro del Desierto, afincado en Ojinaga, Chihuahua, así como Félix Gallardo, quien había sido guardaespaldas y chofer del gobernador de Sinaloa Leopoldo Sánchez Celis,

Estos personajes salieron de Sinaloa y se establecieron en Guadalajara, ciudad que sirvió como refugio de muchos capos cuando el gobernador de Jalisco era Enrique Álvarez del Castillo. Tiempo después éste fungió como el primer titular de la PGR del sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

A comienzos de los ochenta, Félix Gallardo era visto como un empresario próspero. Su poder económico lo convirtió en un importante accionista bancario. A menudo se le veía en Sinaloa o en Guadalajara inau­gurando importantes negocios o a bordo de autos de colección y motocicletas de lujo.

Estos narcotraficantes alcanzaron mucho poder porque diversificaron sus actividades económicas. Además, la clave de su éxito residía en que controlaban todas las etapas del negocio del tráfico de drogas: desde la siembra hasta la comercialización. Entre ellos no había rencillas, pues el negocio se manejaba como si fuera de una sola familia.

Sin embargo, esa etapa de esplendor llegó a su fin en 1984, cuando fue asesinado el agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, quien por aquellos años seguía los pasos de Caro Quintero.­

Las repercusiones de ese caso pusieron en riesgo las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos. Así fue como se perturbó la tranquilidad con que vivían Félix Gallardo, Caro Quintero y Fonseca Carrillo, pues los tres fueron implicados en la muerte de Camarena.

Conforme avanzaron las investigaciones resultaron ligados al narcotráfico, al asesinato de Camarena y del piloto Alfredo Zavala otros personajes, entre ellos Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Luis Echeverría, y el médico jalisciense Humberto Álvarez Machain. Este último fue detenido en territorio mexicano por agentes de la DEA y llevado en un avión privado hasta El Paso, Texas, donde enfrentó un proceso por el asesinato del agente de la DEA.

A Álvarez Machain se le acusó de participar, junto con Fonseca Carrillo, Caro Quintero y Félix Gallardo, en el secuestro y asesinato de Camarena. En la acusación estadunidense se dijo que Álvarez Machain le suministraba sedantes a Camarena para que soportara las torturas a las que fue sometido antes de morir (Proceso 685).

De acuerdo con el expediente CR-87-422 (E)-ER, Rubén Zuno Arce “asistió, apoyó, incitó y fue cómplice del cártel de Guadalajara. El cuñado de Echeverría, dice el documento, “conspiró y acordó el secuestro, tortura, interrogatorio y asesinato de Enrique Camarena”.

Y añade: “Alrededor de la primera semana de febrero de 1985, Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Rubén Zuno Arce y Javier Barba Hernández se reu­nieron en casa de este último en Guadalajara, Jalisco, para discutir el secuestro e interrogatorio de Enrique Camarena”.

Las versiones aportadas por la DEA establecen que los cuerpos de Camarena y del piloto Salazar fueron enterrados en el parque Primavera, donde estuvieron temporalmente los cadáveres. Al final, la gente de Caro Quintero decidió separarlos “para que nadie pensara que había tumbas colectivas de gringos en Guadalajara”.­

Por el secuestro y muerte de Enrique Camarena fueron sentenciados a 40 años Félix Gallardo, Caro Quintero y Fonseca Carrillo.

Hoy, Fonseca permanece en prisión por dos cargos: el asesinato de Camarena y por posesión de cocaína y suministro gratuito, por lo cual enfrentaría una pena de seis años que, por el tiempo transcurrido, ya fue compurgada.

Según Esther Fonseca, su padre puede salir de la prisión por dos razones: porque puede ser beneficiado legalmente al haber compurgado 26 años de cárcel, tener buen comportamiento y haber hecho trabajo en la prisión, o bien por su grave estado de salud y su avanzada edad.

“Nosotros pensamos que su caso puede ser tratado como el del señor (Miguel) Nassar, quien fue sacado de la cárcel y ahora sabemos que está arraigado en su casa. Ese puede ser un camino explorable para mi padre. También podríamos interponer el amparo, a fin de que se le concedan los beneficios de ley a los que tiene derecho.”

Beneficios legales

El 31 de marzo pasado, la defensa de Ernesto Fonseca presentó una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para que intervenga a fin de que el recluso reciba el tratamiento clínico que requiere. Según el documento, Fonseca tiene 81 años y padece conjuntivitis bacteriana en el ojo izquierdo.

En la queja ante la CNDH se enlistan otras enfermedades que padece Fonseca Carrillo, según un reporte de medicina general fechado el 30 de julio de 2010:

De acuerdo con el diagnóstico, Fonseca Carrillo padece isquemia intestinal, mala absorción, enfermedad articular degenerativa, catarata total y amaurosis, hipertensión pulmonar, ateroesclerosis carotídea con placas potencialmente embolígenas, cardioangioesclerosis, bronquitis crónica, hipertrofia prostática obstructiva en crecimiento, insuficiencia venosa periférica grado III, hemorroidectomía, prostatectomía parcial y tiroidectomía parcial.

El documento añade: “El paciente refiere que tiene dificultades para evacuar y dolor tipo ardoroso en estómago”. También se especifica que ha sufrido dos infartos, perdió un ojo y en el otro ha disminuido la visión en 70%.

–¿Qué sigue en la vida de Ernesto Fonseca y de su familia?

–Seguir luchando para que salga libre. El 27 de abril fue sentenciado con la pena máxima de 40 años por secuestro y homicidio y se le absolvió de todos los delitos contra la salud. ¿Qué sigue? Obtener el amparo para que salga con los beneficios de ley o bien mediante un arraigo domiciliario.

–¿Usted cree que puedan lograr estos beneficios?

–Todo se puede. Él tiene derecho a esos beneficios y todo depende de que el gobierno acate la ley. Y creemos que sí se puede porque ya está absuelto de los cargos por narcotráfico. Si lo hubieran sentenciado por esos delitos no tendría derecho a los beneficios de ley.

–¿Existe alguna orden de aprehensión con fines de extradición?

–No hay ninguna.

–¿Qué tan cerca o que tan lejos ve usted la libertad de su padre?

–Es una esperanza que yo tengo como hija, pero al mismo tiempo trato de ver este asunto con objetividad. No quisiera desilusionarme y, como se lo dije al principio de la conversación, lo que mis hermanas y yo deseamos es que mi padre no muera en la cárcel.

–¿Su padre les ha hablado de la muerte?

–No, casi no nos habla de eso.

–¿Por qué mandó a construirse entonces un mausoleo en el panteón de Santiago de los Caballeros?

–Esa tumba no es sólo para él. La mandó a construir para él y todos sus 11 hijos. Tiene como 12 gavetas y es una tumba familiar.

Acerca de los rumores en el sentido de que su padre les dejó una gran fortuna, Esther asegura que se trata de una mentira:

“Trabajamos en nuestros propios negocios. Yo tengo un spa en Guadalajara y otros hermanos se dedican a los bienes raíces. Mentiría si le digo que somos pobres; en realidad no lo somos, pero nuestra vida es modesta, como la de cualquier persona normal que se gana la vida trabajando. Mi padre no nos ha heredado ninguna fortuna A lo largo de este juicio hemos enfrentado desde abusos hasta robos. Ahora que mi padre fue exonerado del delito de narcotráfico sólo se podrán recuperar unas tierras, otro terreno donde había una casa que ya no existe y eso es todo.”