Por Carolina Rojas – para Cosecha Roja .-

Daniel Zamudio falleció a las 19:45 del martes. Desde entonces, su casa del barrio Loncomilla se convirtió en un santuario de globos blancos, guirnaldas y pancartas. Su caso no es el primero.En Chile son comunes los ataques callejeros contra travestis, homosexuales o vagabundos. Se los llama barridas. Se hacen en grupo y de forma sorpresiva. Antes de Daniel, ya hubo otras víctimas. Sandy, una transexual de 37 años, en junio del año pasado fue atacada con un bate de baseball en Valparaiso. Sus agresores la golpearon hasta desfigurarla y fracturarle el cráneo. Estuvo conectada a un ventilador mecánico y salvó su vida de milagro.

Minutos después de que los médicos confirmaran la muerte de Daniel, en la puerta del hospital un dirigente del Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh) lanzó con rabia algunas palabras. “Para nosotros”, dijo, “es un mártir ciudadano, una víctima del odio que sienten algunos por quienes tienen una orientación sexual distinta”.

El 3 de marzo, cuatro jóvenes golpearon a Daniel en la cabeza, le dieron puñetazos, patadas y le lanzaron piedras en el estómago y las piernas. Y cuando se aburrieron, igual que esa pulsión primaria de un niño que disecciona a un insecto, le arrancaron parte del lóbulo de su oreja y le tatuaron esvásticas con el gollete de una botella. Los guardias del parque los encontraron a las tres la madrugada, seis horas después de que comenzara el ataque. Nadie había visto nada.

Los grupos neonazis chilenos cultivan el odio a los peruanos, a las prostitutas, a los travestis, a los indigentes y hace algún tiempo a la tribu urbana “pokémones”. Atacan en sectores como el Parque forestal, el Parque San Borja y las discotheques Blondie, Club Miel y Fausto. También aparecen en los barrios bohemios Brasil y Bellavista. Allí, son los jóvenes gays los que han sido víctimas de las llamadas “barridas” o brutales golpizas en grupo.

Ojeando la historia, fue en la dictadura cuando comenzaron a resurgir las células neonazis. Una influencia pudo haber sido Villa Baviera –antes conocida como Colonia Dignidad- y su líder Paul Schäfer, que montó un régimen de terror y ayudó a proteger líderes nazis prófugos. Ellos fueron responsables de violaciones a los derechos humanos y tuvieron fuertes vínculos con la policía secreta de Pinochet. Antes de eso, en los años cuarenta, el movimiento nacionalsocialista pegaba fuerte en el país: hasta trataron de derrocar a un presidente.

Hoy quienes forman estos grupos en su mayoría son jóvenes pobres de las comunas periféricas de Santiago. Para los sociólogos son una especie de contracultura o simples lúmpenes, pero se calcula que hay unas veinte células en el país. Los adherentes le deben total sumisión a un líder y escuchan música que alude a los seis millones de judíos que murieron en cámaras de gas. Se agrupan con fuerza en Valparaíso, Santiago y las regiones del sur del país. Su blanco es lo que consideren escoria o elemento indeseable para la sociedad. Escudan su violencia con la defensa de valores patrios, que según ellos, se verían amenazados por las culturas extranjeras y la diversidad sexual.

La muerte de Daniel Zamudio hizo recordar a Tomás Vilches, un skinhead antifascista que fue asesinado por el líder de un grupo neonazi junto a tres amigos. El acusado era Estaban González, alias “Tito Van Damme”. La investigación reveló su relación con algunos uniformados activos.

El odio parido

A Daniel, muchos medios lo llamaron “joven homosexual” en tono despectivo. Algunos se preguntaron que hacía allí a esa hora, o cuestionaron que bebiera alcohol.

De sus asesinos se empieza a hablar recién ahora. Patricio Ahumada Garay, alias “Pato Core” (25), es moreno, rapado, rasgos duros. A los 21 años había cometido robo con violencia en una comuna acomodada de Santiago. En esa ocasión, una mujer fue la víctima de sus golpes y hasta fue despojada de parte de sus ropas. También fue sentenciado por robos en un lugar no habitado y otros hurtos.

Es temido por su agresividad y conocido en un centro comercial donde van los jóvenes y adolescentes de distintas tribus urbanas a ver lo último en juegos, películas, piercings y tatuajes.

Daniel tuvo la mala suerte de que Ahumada lo encontrara durmiendo en una banca. El “Pato Core” no estaba solo, lo acompañaban Fabián Mora (19), Raúl López (25) y Alejandro Angulo (26). Todos tenían antecedentes de violencia contra grupos minoritarios.

La policía los buscó por todo Santiago. Llegaron a ellos seis días después del crimen. El primero en confesar fue Raúl López, que en su Facebook posa con una boina negra, pantalones militares y sudadera blanca y expresa su odio a los “pokemones”. A pesar de su impronta dura frente a la cámara, fue el primero en decirle al fiscal Ernesto Vásquez que no resistía más.

Lopez declaró que encontraron a Daniel Zamudio a las nueve de la noche y que habían estado bebiendo alcohol en una plaza luego del cierre del parque San Borja. Que al principio, cuando vieron a Zamudio, a López lo habrían mandado a comprar más alcohol y cuando regresó se encontró con la cruenta escena: sus dos amigos golpeaban a Zamudio en las manos, la cabeza y que luego lo llevaron al parque. Según su declaración, Fabián Mora bajó con él, se tomaron unos tragos, le ofrecieron un vaso de ron y él nuevamente se fue a comprar. A la vuelta, aseguró López, sus amigos estaban ensañados.

López reconoció que pegó una o dos patadas. A esa altura, el rostro de Daniel Zamudio estaba teñido de sangre. Su estado era tal que ni siquiera se resistió cuando Angulo y Pato Core le marcaron las tres esvásticas. Luego siguieron golpeándolo en las piernas. Angulo le tiró dos veces una piedra grande en el estómago y en la cabeza. Mora le hizo lo mismo en las piernas, hasta que el Pato Core le hizo una “palanca” y se la quebró. A las 02:30, luego de cansarse de torturarlo y apagarle cigarros, mientras bebían, lo abandonaron y cada uno siguió su camino.

Su cuerpo resistió 25 días. Los cuatro imputados, acusados hasta el martes de homicidio calificado frustrado, ahora serán juzgados por homicidio calificado consumado. La pena que les corresponde es prisión perpetua: 40 años de encierro sin posibilidad de beneficios.

Desde la Fiscalía Oriente señalaron a Cosecha Roja que está comprobado que en las zapatillas de uno de los imputados había sangre y sólo queda esperar el resultado de las pericias científicas. El plazo investigación será de 90 días. Todos los acusados están en calidad de autores, aunque ya se comprobó que fue “Pato Core” el que habría dirigido el ataque.

Jaqueline Vera, la madre de Daniel, dijo que la noche del ataque soñó que algo le pasaba a su hijo; que la intuición de madre le pegó en el pecho y sintió su llamado. Cuando su hijo salía a un “carrete” ella le pedía que se cuidara. Sabía de los neonazis, esos tipos violentos que le pegan a los niños gays a la salida de las discotheques.

El viernes, Jaqueline encabezará el funeral de su hijo en el Cementerio General de Santiago.