Con toda la muerte al aire

Es uno de los proyectos del laboratorio de periodismo performático de Revista Anfibia y Casa Sofía creado y dirigido por la fotógrafa María Eugenia Cerutti y el periodista y escritor Alejandro Marinelli. La puesta reinterpreta el femicidio de Alcira Methynger, su contexto social y político y las reacciones frente a una “mala víctima” versión 1955.

Con toda la muerte al aire

Por Sebastián Ortega
07/02/2019

Por Sebastián Ortega / @ElFantasista_

Durante los festejos de carnaval un sacerdote que camina cerca de la estación de Hurlingam encuentra un paquete. Al abrirlo descubre el torso desnudo de una mujer. En la localidad de Martín Coronado aparecen dos piernas envueltas en papel madera. Veinticuatro horas más tarde, Prefectura rescata un canasto de alambre que flota en el Riachuelo. Adentro viajan un cráneo, dos brazos y parte de un muslo.

Es febrero de 1955. Faltan cuatro meses para que los aviones de la Armada bombardeen Plaza de Mayo y siete para que los militares derroquen a Perón. En Buenos Aires se respira un clima de agitación y violencia política. En la morgue judicial de la calle Viamonte, sobre una camilla de acero, los médicos forenses reconstruyen el cuerpo de la mujer como si fuera un rompecabezas. Los investigadores tienen dos pistas: una marca en la dentadura y una cicatriz de una operación en el pecho. Recorren clínicas, hospitales y consultorios. En el Argerich encuentran una ficha médica con un nombre y una dirección: Alcira Methyger. Montes de Oca 1408.

Con toda la muerte al aire es uno de los proyectos del laboratorio de periodismo performático de Revista Anfibia y Casa Sofía creado y dirigido por la fotógrafa María Eugenia Cerutti y el periodista y escritor Alejandro Marinelli. La puesta reinterpreta el femicidio de Alcira Methynger, su contexto social y político y las reacciones frente a una “mala víctima” versión 1955. En un terreno baldío intervenido el público camina en la oscuridad entre bolsas de residuos, excavaciones, imágenes del expediente judicial y el relato de los medios de la época.

Alcira tenía 28 años y era salteña. Había llegado a Buenos Aires para trabajar como empleada doméstica. Jorge Eduardo Burgos, el femicida, trabajaba en una pequeña empresa familiar. Algunos medios convocaron a sus lectores para que opinaran si Burgos debía o no ser condenado.

“Seres como Alcira deben desaparecer. A ella sólo le interesaba ‘pasarla bien’. La sociedad de la nueva Argentina no necesita a ese tipo de personas. Así como la mató Burgos la podría haber matado cualquiera de los hombres a los que ella manejaba cruelmente”, escribió Isidro Garín, de Paraná, Entre Ríos, en una carta de lectores de la revista Así.

“Pido y ruego la reivindicación de Burgos ante el mundo, adjudicándole la pena mínima y si es posible la absolución, para poder llevar un poco de consuelo a ese lugar donde lo espera una mujer digna como todos debiéramos ser: ¡una madre!”, escribió Beatriz Elena de Costa, de Capital Federal.

“A ella le echaban la culpa por ser una chica del interior con una vida “promiscua”, a la que él le entregó el corazón, la protegió y ella le pagó así. Todo eso en el marco de un asesinato en el que aparecían los pedazos del cuerpo repartidos por capital y el gran buenos aires”, explicó a Cosecha Roja Alejandro Marinelli.

Él, el hombre de buena familia, respetado. Ella, la pobre, la traidora, la mala mujer.

El proyecto nació a partir de una convocatoria que recibió María Eugenia Cerutti para hacer un relevamiento fotográfico del Museo de la Policía. Ahí se encontró con el descuartizamiento de Alcira. Surgió la idea, la necesidad, de hacer una resignificación actual de ese femicidio. Poco después, en México consiguió el libro “Yo no maté a Alcira”, que escribió Burgos desde la cárcel y que agotó al menos dos ediciones. Tiempo después, ese proyecto ganó la convocatoria de periodismo performático de Revista Anfibia y Casa Sofía.

La primera impresión es la imagen de las bolsas de residuos en el pasto. El público camina entre ellas, se tropieza con ellas. Una imagen que cincuenta años después del femicidio de Alcira cobra otra trascendencia, una representación clavada en el imaginario popular como un ritual machista de los femicidas para descartar los cuerpos de las víctimas. Ángeles Rawson, Melina Romero, Candela Sol Rodríguez. Las nenas muertas en la basura.

“Lejos de cohibirnos nos parece que refuerza la idea, ese salto hacia el presente: un cuerpo puede aparecer en una bolsa”, explica Marinelli. Muchos no lo saben, pero frente a ese baldío intervenido en Proa 21, en el barrio de la Boca, aparecieron partes del cuerpo de Alcira hace casi 64 años.

con toda la muerteCon toda la muerte al aire volverá a montarse el martes 12 de febrero, a las 20.30, en Proa 21 (Avenida Pedro de Mendoza 2051). En esta oportunidad, será en el marco de la Beca Cosecha Roja, que este medio organiza desde 2016 para redactores y editores de Latinoamérica, y en una alianza entre Cosecha Roja, Revista Anfibia y la UNSAM. La entrada es libre y gratuita.