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Cosecha Roja.-

La primera vez que el peruano Marco Antonio Estrada González pactó con la Justicia fue en mayo de 2012: se declaró culpable de liderar una banda narco de la villa 1-11-14, en el Bajo Flores, a cambio de una pena reducida de seis años. El capo ya estaba preso desde noviembre 2007, cuando lo capturaron en Paraguay después de escaparse del país en una avioneta robada. Desde la cárcel, Marcos -como lo conocen todos en la villa- siguió manejando la venta de paco y cocaína en la villa. A poco de cumplir la condena anterior, la defensa logró un acuerdo de juicio abreviado con la fiscal de la llamada Megacausa del Paco y los abogados de los otros 32 imputados. Si el Tribunal homologa el acuerdo, a Marcos se le unificarían las causas y estaría en la cárcel por cuatro años más.

El arranque del juicio oral ante el Tribunal Oral Nº3 estaba previsto para las 10 de la mañana pero se postergó por un pedido de la defensa de Marco Antonio Estrada González. A esa hora comenzaron las negociaciones entre los abogados y la fiscal Dafne Palópoli. Siete horas después, en una de las salas del subsuelo de Comodoro Py, la fiscal, dos secretarios de la fiscalía, 9 abogados, el defensor oficial y los 33 imputados –todos miembros de la banda- firmaron el acuerdo de juicio abreviado. Las condiciones: todos los imputados asumen la responsabilidad por los hechos a cambio de una condena que no supere los seis años de cárcel, explicó la fiscal Palópoli a Cosecha Roja.

En 2009, el Juzgado Federal N°12 de Capital Federal de Sergio Torres empezó a investigar a la banda de Marcos. En menos de cuatro años detuvieron a 56 miembros de la organización e incautaron más de 52 kilos de paco, 31 kilos de cocaína y 540 de marihuana, dinero en efectivo y un arsenal de guerra: ametralladoras, chalecos antibalas, una granada de mano, dos silenciadores, dos miras telescópicas y gran cantidad de municiones.

La 1-11-14, la villa del Bajo Flores, en el sur de la Capital Federal, se levanta frente a la cancha de San Lorenzo. Las más de 50 manzanas forman un territorio perfecto para el desarrollo de un negocio que funciona día y noche: pasillos angostos, calles sin abrir, pasajes ocultos, ranchos con doble salida y escondites con vista panorámica. Ahí, ocho años atrás, Marco Antonio Estrada González, un peruano que llegó a la villa en la década del ’90, se convirtió en amo y señor. A las doce de la noche, en las manzanas dominadas por los narcos, las luces se apagan. Sólo quedan prendidas unas pocas lámparas en el ingreso a algún pasillo o en la capillas.

-Los vecinos que viven sobre los pasajes donde venden tienen que avisar si van a atravesar la zona de venta, o si van a recibir visitas- cuenta un hombre del barrio.

Cuando se inició la megacausa, Marcos ya estaba preso. En mayo de 2007, la Gendarmería invadió la villa 1-11-14, en el Bajo Flores. Lucila Enríquez Alarcón, alias “Doña Lily” -suegra de Marcos- cayó en uno de los allanamientos. El capo logró escapar. Seis meses después lo atraparon en Paraguay. Había cruzado la frontera en una avioneta robada en Saladillo, provincia de Buenos Aires. Al poco tiempo se entregó su mujer, Silvana Alejandra Salazar. En 2012, la defensa acordó con el fiscal un juicio abreviado. Marcos y su mujer fueron condenados a seis años de prisión; Doña Lily a cinco medio.

En la elevación a juicio oral de la megacausa, el juez Sergio Torres intentó demostrar que Marcos siguió manejando la banda desde la cárcel. La prueba principal es el testimonio de un arrepentido: el “Imputado A”, un exmiembro con un cargo menor en la banda que vive con protección policial lejos de la villa.

En su declaración, el Imputado A detalló la estructura de la organización. Marco Estrada González es el líder de la banda. Algunos de sus subalternos suelen visitarlo en el Complejo I de Ezeiza, donde está detenido junto a muchos de los acusados por narcotráfico. Otras veces, el capo da las órdenes a través de los celulares que tiene en su celda y esconde en pedazos de carne y tachos de basura. Su mano derecha es su propia esposa. Silvina Alejandra Salazar también está en Ezeiza: en la Unidad 31 de Mujeres. Los tres hijos de la pareja, de 19, 18 y 11 años, quedaron al cuidado de Paola, la hermana menor de Silvina.

En la villa, los mensajeros de Marcos y Silvina reparten las órdenes de los jefes, “tales como matar a alguien, o cobrar o entregar determinado dinero”, contó el Imputado A. El resto de la banda está compuesto por “campanas”, que a través chiflando o a través de un sistema de timbres alertan sobre la presencia de desconocidos; los “perros”, unas quince personas armadas que ciudan a los vendedores; los “punteros” o “corners”, que venden la droga al menudeo; y las “mulas”, que son los encargados de trasladar la droga en remises.

“Las únicas pruebas que existen en de cargo son la declaración del arrepentido y el entrecruzamiento de las agendas de los celulares incautados”, explicó Dafne Palópoli. Según contó la fiscal, Marco Estrada González podría recibir hasta diez años de condena, al unificarse la condena ya existente con los seis años que puede recibir –como máximo- en un  juicio abreviado. Como está preso desde 2007, todavía le quedan más de cuatro años en la cárcel.