Cosecha Roja.-

La villa 21-24 de Barracas vivió un fin de semana agitado: hubo allanamientos y detenciones, enfrentamientos armados que dejaron muertos y hasta un crimen mafioso, que incluyó el secuestro de la víctima de su propia casa y la aparición del cadáver acribillado a la vera de la ruta. El agite comenzó el mediodía del sábado, cuando la Policía Federal detuvo a nueve personas acusadas de traficar drogas dentro y fuera del asentamiento. La madrugada siguiente llegaron los homicidios: uno durante una riña callejera a la salida de uno de los dos boliches más concurridos de la villa, y un asesinato con el sello del narco.

Al crimen de Oscar Arnaldo Cabrera Balmaceda le sobraron claves para leerlo como una venganza mafiosa por asuntos de drogas. Desde su entorno se dijo a los medios de comunicación que era un contratista dedicado al rubro de la construcción. Tal vez así fuera. Sin embargo, un primer indicio podría indicar que no era esa su única actividad: Cosecha Roja pudo confirmar que Cabrera, un joven paraguayo de 27 años, también era investigado por narcotráfico y la Justicia estaba a punto de echarle el guante.

Según denunciaron su madre y dos amigos que presenciaron su secuestro, alrededor de las tres de la madrugada del domingo un grupo de sicarios armados –tres según la prensa, dos según los investigadores- entraron en su casa de la calle Luján al 3.600, en el corazón del barrio de San Blas. La pusieron patas arriba, y se alzaron con algunas pertenencias de Cabrera. Después lo inmovilizaron, lo cargaron en su propio auto -un Volkswagen Bora color negro- y lo sacaron del barrio haciendo chirriar las gomas.

Lo fusilaron con un disparo en la nuca y otro en la espalda a la vera de la bajada de Las Flores del acceso Sudeste, mano a provincia, a la altura de la localidad bonaerense de Wilde. O al menos allí arrojaron su cadáver baleado con los brazos inermes atados con un cable detrás de la cintura, según precisó al día siguiente el comisario Néstor Larrauri. El sello de la mafia.

La causa fue caratulada inicialmente como “robo a mano armada, privación ilegítima de la libertad y lesiones”, porque los denunciantes no habrían reconocido a los secuestradores y relataron ante los prefectos que labraron el acta preliminar que los atacantes se alzaron además con pertenencias de Cabrera. Sin embargo, los asesinos lo capturaron con la única intención de matarlo, y –repasa en voz alta una fuente de la causa- todo debió ser muy rápido: Cabrera tenía a la policía Federal pisándole los talones.

La villa 21-24 de Barracas no sólo es una de las más antiguas de la ciudad de Buenos Aires. También es una de las más populosas: tiene cerca de diez barrios -Tierra Amarilla, La Marmolera, La Canchita, Cacupé, Las Tres Rosas, Zabaleta, San Blas, Las Lomitas y Alegre pavimento son algunos de sus motes- y más de 45.000 habitantes. Nadie allí dice más de Cabrera de lo que se sabe. Al menos, ninguna de las cinco fuentes barriales consultadas. Una de ellas, militante de una organización social, se pliega al relato que emitieron los noticieros televisivos: “me dijeron los vecinos que estaba en la guerra de las drogas”.

Muerto sin nombre

El segundo crimen ni siquiera se asomó a los diarios, y se inscribe en la trama de enfrentamientos que se dan al interior del barrio entre bandas de jóvenes. “Hay pibes en todos los barrios, que se juntan en banditas, y se tienen bronca entre sí”, dice una militante que vive allí desde hace doce años. El sábado, la salida de “El boliche de Coqui”, que administra un paraguayo con ese apodo y que se encuentra entre las manzanas 18 y 19, se desató una riña entre dos adolescentes que estaban armados. Uno de ellos fue asesinado. Lo que se sabe sobre su vida es prácticamente nada: tenía 17 años y un parentesco familiar con un hombre al que llaman “Oso” y atiende una panadería dentro del barrio. Según las mismas fuentes, su oponente en ese duelo de madrugada estaría en coma, muy grave, en el Hospital Pena.

El boliche abre todos los viernes y sábados. Y no sería la primera vez que una gresca termina con la muerte: el local es referenciado por todos los pobladores de Barracas como un lugar muy violento, y Coqui, que comenzó atendiendo un almacén, es señalado por los vecinos como uno de los principales dealers del barrio. Tal vez confluyeron jóvenes que se tenían pica porque su competencia en el rubro nocturno, el local bailable “Nacho”, que regentea un santiagueño, está clausurado hace dos meses.

En la villa 21-24 conseguir un fierro está al alcance de cualquiera. Se pueden encontrar armas cortas, largas y hasta automáticas: un arsenal de guerra. Pero, advierten los que saben, que quienes tienen más roce con el crimen organizado no la ostentan en público. “Son mucho más inteligentes, y sutiles”, dice un vecino.

A pesar de que los tiros siguen sonando en las noches y los días de Barracas, los crímenes y la violencia parecen haber disminuido desde que a mediados de 2011, con el llamado Operativo Cinturón Sur, Gendarmería y Prefectura custodian las calles del barrio. En la fiscalía descentralizada de Nueva Pompeya, que tiene jurisdicción sobre la villa 21-24 (y también sobre una parte de la villa 1-11-14), llevan una estadística artesanal del delito. En los últimos cuatro años, registraron 456 homicidios: una cifra unas siete veces mayor que en las fiscalías del centro de la ciudad. Sin embargo, aseguran, la tendencia disminuye. Entre enero y mayo de 2011 se denunciaron 26 asesinatos, mientras que en el mismo periodo de 2012 –ya desplegado el operativo Cinturón Sur- sólo se registraron 10.

– Yo no podría decir si esto es un milagro o por el Operativo Cinturón Sur –apuntan desde la fiscalía-. Lo que vemos muy obvio son menos hechos de violencia definitiva y más hechos de flagrancia.

Allanamientos antinarcóticos

Al parecer, la muerte abrupta de Oscar Cabrera y la del adolescente la madrugada del domingo, no tienen ligazones manifiestas ni subterráneas con los nueve allanamientos que la policía Federal llevó a cabo el mediodía del sábado, bajo las órdenes del juez Federal Claudio Bonadío, en las manzanas 1, 2 , 3 y 4 de la villa de Barracas. Durante los operativos resultaron detenidos cinco hombres paraguayos, dos argentinos, una mujer argentina y otra uruguaya, acusados de formar parte de una banda narco, “muy pesada”, según los investigadores. Sin embargo, una líder barrial detalló que la mujer uruguaya era “una chica, consumidora, que los narcos reclutaron para vender”.

Las detenciones del sábado 11 de agosto no parecen estar conectadas a las siete que se produjeron el sábado anterior, 4 de agosto, aunque se trate de otra pesquisa conducida por el juez Bonadío. “Pertenecían a distintas bandas”, explican fuentes de la causa.

Este sábado, al mediodía, los federales esperaron a que entraran los peces más gordos en escena. Entonces irrumpieron. Incautaron, además, dos kilos de marihuana, tres “tizas” de cocaína, 300 dosis de “paco”, una balanza y un revólver. También un televisor LCD de 32 pulgadas y otro Kent Brown de 29. También allanaron “la pizzería de un paraguayo” sobre la calle Luna, contó un militante barrial. Parte de la banda desbaratada sería responsable de uno de los últimos homicidios que resonaron en el barrio. No el de pibe de 17 años que dejó su vida en una pelea en la que los fierros pesan más que la guapeza. Ni el de Cabrera a quien, según parece, se la tenían jurada. Fue en otro asesinato más. Otro crimen sin nombre.